Capítulo VII: No es mi batalla, pero aquí seguiré

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"Cuida de Sansa". Esa fue la petición de Jon Snow antes de embarcarse en batalla. La pelirroja, su hermana, había desaparecido horas antes de la contienda. A Snow le preocupaba lo que podía sucederle a la joven Stark si él perdía la pelea, y quería asegurar que su hermana estuviera protegida en el peor de los casos. Evey llevaba un par de horas buscándole y no había señales de ella. Molesta, se dijo a sí misma que definitivamente no se había apuntado a la batalla para hacer de niñera. Aun así, era empática con la preocupación del sureño por alguien de su misma sangre. Desistió cuando no pudo encontrarla, estaba perdiendo el tiempo, la batalla ya había comenzado y por ello decidió regresar. Lo único que por su cabeza pasaba eran imágenes de una posible derrota: las posibilidades estaban en su contra, lo sabía. Probablemente Snow perdería y ella no estaba ahí para intentar hacer algo y cambiar su posible destino fatal.

Evey tenía un fuerte sentido del deber, aunque era considerada una persona despreocupada, que nada tomaba en serio, que era grosera y desagradable por la utilización del sarcasmo o burlas para socializar; tenía un corazón noble, y ello la había llevado a renunciar a mucho para proteger a la gente que consideraba su familia. 

Se maldijo a sí misma por no llevar un caballo. Debió tomar uno, pero los animales servían más en el campo de batalla.

Mientras corría a toda velocidad, escuchó los cascos de cientos de caballos golpear contra el suelo. Cuando se volteó para comprobar que no estaba volviéndose loca, vio un gran grupo cabalgando hacia la batalla; pudo distinguir a Sansa, y la maldijo en voz baja. Al menos parecía llegar con refuerzos, y la forastera solo esperaba que no fuera demasiado tarde. Cuando un jinete pasó cerca de ella, la rubia le empujó para que este cayera al suelo y así arrebatarle su caballo, siguiéndole el paso al grupo.

Los cadáveres estaban ya regados en la nieve, y no eran precisamente los del enemigo. En ese instante Evey se preguntó si Snow estaba ya muerto. Bajó del caballo y levantó un pequeño y fino muro de hielo que impidió a los soldados de Bolton escapar del nuevo ejército que se sumaba a la ayuda, los tenían rodeados. Aunque la forastera era hábil en combate, pelear mano a mano con alguien que portaba una espada y un caballo no era la mejor idea; sobreutilizar sus poderes tampoco.

La batalla desde el comienzo había sido desigual. Cuando ella hizo su llegada, el ejército de Bolton tenía la delantera y la rubia deseaba haber estado ahí para evitar la muerte de algunos inocentes.

A lo lejos vio emerger una figura conocida de entre una gran montaña de cadáveres; más lejos aún, pudo ver al enemigo montado a caballo. Presenciar la aparición de Jon Snow en medio de todo ese caos, hizo que un gran peso cayera de los hombros de la forastera: sintió alivio de ver al joven lobo con vida. Las figuras comenzaron a moverse; Bolton escapaba a caballo junto con otros hombres, mientras que Jon, el gigante y otro salvaje comenzaron una carrera para atraparle. Evey dejó lo que hacía, noqueando a un hombre que venía directamente hacia ella lanzándole un puñado de fino hielo hacia su rostro.

¡Jon! —gritó cuando logró alcanzarlo. La suerte de su control de agua, era que gracias a ella pudo formar hielo bajo sus pies para alcanzarle con mayor velocidad.

Ojos de gato —dijo Tormund al verla. Le había apodado así debido a algunos gatos que presentaban su misma condición, aunque la suya no era debido a su genética.

Sansa está bien —Le informó la mujer a Jon, que seguramente en ese instante ni siquiera pensaba en algo que no fuera acabar con Bolton.

Corrieron hacia el castillo. Los salvajes y algunos soldados se sumaron eventualmente a la maratón solo para ver como las puertas a lo lejos se cerraban y los arqueros del enemigo se preparaban para atacar. El gigante tomó la delantera recibiendo flechas directo en su cuerpo; su resistencia le tomó por sorpresa a la norteña, quien se encargó de congelar las flechas que venían hacia ella o Snow para evitar cualquier daño. Una vez ingresaron al castillo y masacraron al enemigo, ella se mantuvo al lado de Snow, protegiéndole, congelando y destruyendo cada una de las flechas que fueron lanzadas hacia él. Una vez derrotado, pudo ver al tal Bolton ahí de pie. No le conocía de nada, pero sintió un intenso desprecio y ganas de golpearlo en la cara.

Sugeriste un combate uno a uno. —dijo Bolton observando a un ensangrentado y jadeante Jon Snow—Lo reconsideré, —Los demás le apuntaban con flechas; ella, por su parte, hubiera deseado clavarle una estaca de hielo directamente en el cráneo—suena como una idea maravillosa.

Snow le observaba con el odio más profundo que podía existir y, sin dudarlo, tomó un escudo del suelo y caminó hacia un Bolton que comenzó a dispararle flechas, las cuales el sureño bloqueó con aquel trozo de madera. Al llegar a él, le golpeó en el rostro hasta que este quedó ensangrentadamente irreconocible. Evey sintió el impulso de detener aquellas flechas que eran disparadas hacia el pelinegro, pero sabía que el resultado del combate estaba ya dicho. No tenía sentido, Bolton había perdido, Jon y su gente habían ganado la guerra. Las banderas de la casa Stark volvieron a colgar de las paredes de Invernalia.

Desde el principio Evey supo que no era su pelea, pero tras escuchar las historias, los relatos del sadismo de Bolton y la desgracia de los Stark fue que decidió ayudarles. No había sido algo al azar, había tenido sus razones desde mucho antes y se convenció aún más después de escuchar las palabras que Snow le dedicaba su gente. La forastera había llegado en un momento donde todo parecía un caos y si bien desconocía gran parte de los conflictos de los sureños, cuando llegó escuchó las historias de conspiraciones, asesinatos, traiciones... y recordó que en casa también sucedieron barbaridades semejantes.

Los sureños se habían portado de maravilla con ella, le acogieron e intentaron integrarla como uno más de los suyos (dentro de lo posible). Sin embargo, la rubia decidió dar un paso atrás, y quedarse entre las murallas que había construido a su alrededor, pero aun sin quererlo, estaba formando lazos con algunas personas allí. La mujer caminó hacia Snow, que parecía estar en un profundo trance, y puso su mano sobre su hombro. Esto hizo que se volteara con rapidez, a la defensiva, únicamente para encontrarse con una sonrisa dibujada en los labios carmesís de la mujer, y fue eso lo que finalmente le trajo de regreso a la realidad.

Nieve y Oscuridad [Primera Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora