Capítulo XIV: Acercándose

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Los días transcurrían, y tanto la paciencia como las esperanzas comenzaban a agotarse. Sin embargo, un cuervo llegó desde la ciudadela trayendo buenas noticias. Jon Snow reunió a la gente para comunicarlo: Roca Dragón parecía ser una buena fuente para conseguir vidriagón. Hasta donde se sabía, la antigua ciudad estaba localizada sobre una montaña de este material. Nadie esperaba realmente que Jon fuera a recibir un cuervo desde Roca Dragón; sin embargo, lo que realmente causó conmoción fue el hecho de que El Rey en el Norte recibiera una invitación de la mano de Daenerys Targaryen. Cuando el pelinegro anunció que aceptaría la invitación, el salón estalló en reacciones de consternación.

"No puedes abandonar a tu gente", decían unos. "Es una trampa", exclamaba Sansa. "El invierno ha llegado. Necesitamos al Rey en el Norte, en el norte", aseveraba Lyanna Mormont. El silencio apareció justo después de las palabras de la pequeña. Jon decidió explicarles que él jamás quiso el título de Rey en el Norte, que había sido nombrado por la gente y lo había aceptado, pues el norte era su hogar. Aun así, Sansa continuaba cuestionando la decisión de Jon, acusándolo de abandonar a su gente, hasta que este anunció que ella estaría a cargo de Invernalia hasta su regreso.

Yo iré también —dijo la forastera desde el final del salón. Algunos se voltearon a observarla, pues la mujer nunca hablaba ni opinaba durante las reuniones—Si se presenta algún inconveniente... al menos podré impedir que algo le suceda a nuestro Rey.

Jon le dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento. Era un alivio poder contar con alguien que no cuestionaría sus decisiones ni le acusaría de imprudencia. —Partiremos cuanto antes, no hay tiempo que perder —proclamó Snow.

Evey le devolvió la sonrisa y fue la primera en salir. Arreglar sus pertenencias no sería una ardua tarea; no llevaba demasiado, solo su armadura que antes fue de cuero, simple con algunos revestimientos de metal en zonas específicas. Sin embargo, Snow había sido generoso pidiendo a los herreros reforzarla con metal por dentro para impedir ataques fatales.

La rubia había recortado su cabello en los días anteriores, dejándolo largo y despeinado en la parte de arriba de su cabeza y únicamente un fleco en la parte izquierda, que ocasionalmente ocultaba su ojo color caramelo. Rasuró la parte de los lados dejando su cabello bastante corto, dándole un aspecto bravío y masculino.

Gracias —dijo Snow mientras cabalgaban hacia el puerto—Significa bastante contar con tu apoyo —No despegó la mirada del camino, pero pudo notar que ella cabalgaba a su lado.

Bah, —murmuró Evey—solo me quieres porque puedo clavarle una estaca de hielo a cualquiera que intente atacarnos —Aunque Jon fue prudente y no volteó para verle, la rubia sí se volteó para sonreírle—Y por si piensas que hablo en serio... solo estoy bromeando —Aceleró el paso dejando a Jon detrás, que se quedó con una amplia sonrisa en sus labios al ver a la forastera alejarse.

Por mucho que pudiera controlar el agua, Evey odiaba los barcos: le mareaba el movimiento de vaivén que se producía al desplazarse sobre el agua. Se pasó gran parte del viaje en la proa, apoyada en el borde observando el mar, vomitando de vez en cuando. En esos momentos deseaba haberse quedado en Invernalia, pero si lo que decían las personas de ahí era correcto (que los Lannister y Targaryens no eran de confiar), Snow podía estar en peligro, y no podía permitir que le hicieran daño; no cuando era la única persona que sabía cómo confrontar tiempos oscuros. Aunque quizá, solo quizá, esa no era la única razón por la que viajaba en un medio de transporte que odiaba.

¿Quien diría que le temes al agua? —bromeó una voz detrás de ella. La rubia se volteó y vio a Jon de pie a unos cuantos centímetros de ella.

Odio los barcos —admitió y, antes de continuar, las náuseas le invadieron y no tuvo otra opción que sucumbir ante estas. Cerró sus ojos e intentó respirar hondo. Nana siempre bromeaba sobre los "ridículos" deseos de la joven mujer de viajar por el mundo cuando navegar se le daba fatal.

Snow se hincó detrás de ella y puso su mano gentilmente en la espalda de la rubia, buscando tranquilizarla. Aun así, la escena era de lo más hilarante: de todas las cosas que imaginó sobre ella, nunca pensó que navegar le pudiera causar tal malestar.

Evey no reaccionó de forma alguna al sentir la mano del hombre en su espalda. De hecho, eso realmente le aliviaba—Jon Snow. No te atrevas a decir nada o te congelaré mientras duermes —Le amenazó para luego limpiar su boca con parte de la delgada capa que lucía. Obviamente era una broma, jamás le haría daño a Snow.

No te preocupes, esto quedará entre tú y yo... y todos los demás que viajan en el barco. Así que no pasará demasiado tiempo antes de que todo el mundo en Invernalia se entere —bromeó el sureño.

Evey se volteó casi furiosa, pero al verlo sonreír no hizo más que empujarlo, cosa que desbalanceó a Jon—Vas a conseguir que congele todo lo que vayas a beber antes de que puedas disfrutar una sola gota Jon Snow —Frunció el entrecejo fingiendo molestia y luego de unos segundos, simplemente sonrió.

Después de un rato logró calmar sus náuseas y se dejó caer en una hamaca mientras cerraba los ojos intentando concentrarse en cualquier cosa. Cuando era pequeña y su madre le castigaba dejándola encerrada en su habitación, Nana siempre acudía al rescate en las noches de tormenta donde todo niño teme a las sombras aunque estas sean producidas por la simple rama de un árbol. Nana cantaba dulces canciones haciendo que la pequeña Evey olvidara el ruido de los cielos.

Héo naefre wacode dægréd tó bisig mid dægeweorcum ac oft héo wacode sunnanwanung Ðonne nihtciele créap geond móras and on ðaere hwile héo dréag ðá losinga earla ðinga ðe héo forléas. Héo swá oft dréag hire sáwle sincende héo ne cúðe hire heortan lust —canturreó en voz baja la rubia mientras mantenía los ojos cerrados.

Una interesante canción —dijo Ser Davos, cuya presencia había pasado totalmente inadvertida—Nunca llegué a preguntarle... ¿Cómo conoce nuestra lengua? Creí que la gente detrás del muro tenía su propio lenguaje.

Tenemos nuestro propio lenguaje —confirmó Evey sin abrir sus ojos mientras repasaba la melodía en su cabeza—Pero fui educada (en contra de mi voluntad) —murmuró —Y conozco varias lenguas: valyrio, dothraki y un par más que no recuerdo. Ya sabe, las típicas cosas que le obligan a aprender a los niños —añadió como si se tratara de algo completamente normal.

El hombre observó a Evey—¿Puedo preguntar por qué? —Davos la observaba con una mirada llena de intriga. Sin embargo, ella ni siquiera se molestó en abrir sus ojos.

Ya lo ha hecho —respondió inmediatamente —Fui criada entre la realeza. Se suponía que gobernaría cuando mi padre muriera o enfermara, pero renuncié a tal derecho hace mucho tiempo.

Aquella confesión dejó atónito a Ser Davos. Todos los hombres que había conocido (y algunas mujeres) estaban hambrientos de poder, ninguno renunciaría a tal cargo. No obstante, ella parecía sincera con sus palabras. La mujer continuó cantando en voz baja, dando por finalizada la conversación; no iba a responder más preguntas. Al parecer, ella y Jon Snow tenían eso en común: a ninguno parecía interesarle el poder.

Nieve y Oscuridad [Primera Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora