Capítulo XIII: No te congelaré

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Jon la observaba con atención mientras la joven le relataba su historia. Era algo surrealista para él, pero ¿qué razones tendría la forastera para mentirle? Sintió algo de lástima; ser rechazado por la propia madre biológica debía haber sido duro para ella. La indiferencia y las palabras solían doler, y aunque él se acostumbró a los desprecios e insultos, sabía cuán difícil era soportarlos al principio.

Nana solía visitarme bastante —dijo Evey, que tenía ambos codos apoyados sobre sus rodillas, encorvada. Su rostro descansaba sobre las palmas de sus manos—A veces llevaba cartas que mi padre me escribía... siempre me dijo que estaba orgulloso de mí, que no dejaría que nadie me dijera cómo vivir mi vida; que la disfrutara, pues solo tendría una —La rubia se estiró y levantó sus brazos hacia el cielo, sintiendo los huesos de su espalda crujir, y se volteó hacia Jon—Es por eso que no me gustan las formalidades. Para mí, todo el mundo es igual.

Una persona como ella le hubiese venido bien en su vida, desde el principio. La mujer veía el mundo de forma diferente: no era soberbia ni presumía de sus logros, era simple, no tenía miedo de demostrar quién era, era libre aun cuando no lo era realmente. Podía notar su sencillez; a veces la veía caminar por las calles, jugar con los niños más pequeños, escalar las torres y pasearse por los techos como si de un gato se tratara. Muchas veces la vio sentada observando el cielo, y podía decir que la envidiaba. Vivir de esa manera requería coraje, y aun así, era un lujo que no todos podían darse.

Hace cuatro años nació mi hermano. No he podido compartir tiempo con él, pero Nana dice que es casi tan revoltoso como lo era yo —continuó hablando la muchacha—A veces extraño a papá —Un suave suspiro escapó de sus labios—Pero todo viene con un precio... Solo espero que mi hermano sí sea capaz de lo que yo no. Y, sobre todo, espero que sea feliz.

Jon continuaba observándola, tenía sus ojos fijos en ella. La mujer no mostraba dolor por estar alejada de su familia, pero imaginaba que sí lo sentía. Ser tratado como un bastardo por tu propia familia, que te hagan a un lado, es algo que duele.

Hey —dijo Evey y golpeó el hombro de Jon, que se mantenía en silencio—No me mires así, no soy alguien por quien debas sentir lástima. Fue mi elección y estoy feliz con ella; he conocido lugares preciosos, he hecho amistad con gente con la que, de haber pertenecido a la realeza, jamás me habría podido codear.

No quería ofenderte —Jon debía disculparse, era algo nato en él —Es solo que... pocas personas renuncian al poder.

Lo sé —dijo la muchacha. Ella no era especialmente fanática de ello: el tener un título, y que este te pusiera sobre las demás personas únicamente por un derecho heredado... no valía la pena, no era algo que se ganaba con esfuerzo y aquello no le atraía—Pero soy libre de hacer lo que quiera. Si me hubiese quedado, probablemente estaría con la misma cara que traes cada día cuando te levantas —Le sonrió, pero seguramente no era una broma demasiado agradable y gracias al silencio de Jon, pudo notarlo.

Me preocupa que cuando todo suceda, no estemos listos —admitió él con pesar.

Bah, lo estaremos, ya verás. Si no... siempre tengo un plan B —Le animó ella guiñándole el ojo—Intenta relajarte un poco, sé que es difícil, pero a veces no hay nada que puedas hacer en el presente día. Preocuparte no va a arreglar mágicamente nada y, arriesgándome a sonar como Nana, te diré: Pensándolo demasiado, solo te desgastarás. Intenta relajarte, respira y no pienses en el futuro, disfruta el presente —"Pues nadie sabe qué puede suceder mañana". No terminó con aquello la frase, pero sabía que podían morir pronto. Aun así, una pequeña mentira podía ayudar.

Es fácil decirlo, pero hacerlo... —Jon se volteó para observar hacia adelante.

Evey se puso de pie frente a él —Puedo darte una mano con eso... no es lo que piensas —dijo entre risas, apresurándose a aclararlo. Las palabras se podían malinterpretar fácilmente —Solo... solo sígueme.

Comenzó a caminar animando a Jon a seguirla. Nana le había enseñado bastantes cosas; ella y su abuela compartían el mismo don, y la anciana le heredó parte de su sabiduría antes de que la joven partiera de casa. No solo podía lanzar bolas de nieve a la cara a las personas o levantar bloques de hielo, había muchas cosas que podía hacer, Evey era prácticamente una caja de sorpresas. Se detuvo una vez estuvo frente a la puerta de su actual habitación. Muchos podrían malinterpretar sus intenciones, pero la joven no era esa clase de mujer.

Ven —Abrió la puerta y lo invitó a entrar. Se quitó sus zapatos para luego sentarse en su cama cruzando sus piernas, como si fuera a meditar —Siéntate aquí, —Dio unos golpes con su mano frente ella—y cierra la puerta —Jon se sentó como ella dijo. Evey se acercó un poco a él y retiró la capa de piel que llevaba el sureño en la espalda—No es lo que piensas —Le aclaró nuevamente—Quítate la camisa y todo eso —El pelinegro se volteó hacia ella, pero Evey puso ambas manos en los hombros de Jon y lo volteó hacia adelante para que continuara dándole la espalda —No te voy a morder, confía en mí.

Jon dio un hondo suspiro y sintió su corazón acelerarse. Aun así, cumplió con la orden de la forastera, quedando con el torso desnudo. El silencio era calmo, pero el hombre podía jurar que sentía el sonido de su corazón al latir con tal intensidad. Snow dio un respingo cuando sintió algo tibio sobre su espalda. Era una sensación relajante, mas no se sentía como si ella le estuviera tocando. De un momento a otro se sintió relajado, su mente se calmó e incluso el palpitar de su corazón volvió a la normalidad. Jon cerró sus ojos hasta que un pequeño resplandor le hizo abrirlos. Vio sobre su hombro agua... agua que no le mojaba, si no que se mantenía estática. Era imposible a menos que estuviera congelada, pero aquel instante de tranquilidad y relajación le impidió pensar demasiado.

No pasaron demasiados minutos pero el sureño se sentía calmado, aquel estrés que se había acumulado en él los días anteriores había desaparecido, se sentía más liviano.

¿Ves? No fue tan terrible, ¿o sí? —preguntó la rubia con una sonrisa. Nana le había enseñado propiedades curativas y relajantes del agua, le enseñó sus técnicas. Evey podía lograrlo, aunque eso la desgastaba un poco.

El pelinegro no tuvo palabras al instante para agradecer ni mucho menos para preguntar algo. Se volteó para observarla, Evey continuaba sentada detrás de él con una pequeña vasija entre sus piernas. Sus ojos se fijaron en los de ella. Tenían un hermoso color, ambos, cada uno diferente y hermoso como tal; "algo único", podía decir. Cuando la mirada de la forastera se cruzó con la de Snow, la rubia pudo sentir su corazón queriendo saltar de su pecho, sus mejillas adoptaron un suave color rosa y se puso de pie al instante.

Gracias —dijo Jon y comenzó a vestirse—De verdad estás llena de sorpresas —Le regaló una sonrisa, aunque en el fondo se sentía un poco decepcionado, sin entender realmente por qué. El que ella se levantara y se alejara de él lo sentía como un rechazo.

No hay de qué, cualquier cosa por ayudar a nuestro Rey en el Norte —Bromeó dejando la vasija sobre una pequeña mesita de madera—Deberías aprovechar y descansar, probablemente caerás rendido fácilmente cuando vayas a dormir, espero te sientas mejor mañana.

Estoy seguro de que así será —Jon terminó de atar la parte delantera de su capa de cuero. Se acercó a la mujer que se mantuvo de pie como una estatua cuando el sureño se atrevió a sobrepasar su espacio persona —Buenas noches —dijo, y besó la frente de la forastera. Quizá no fue lo correcto, quizá no fue prudente... pero ella no se apartó, no lo rechazó, y simplemente agachó la mirada, algo que le satisfizo a Jon.

Buenas noches su alteza —dijo fingiendo una reverencia, era una manera sutil de evitar su mirada y esconder la vergüenza que había teñido sus mejillas de rosa.

Jon la miró por última vez y, con una sonrisa en sus labios, cerró la puerta. Evey en ese mismo instante soltó un pesado suspiro, sintió sus rodillas débiles por un momento, su pulso acelerarse y su corazón latir con gran intensidad. Se acercó como pudo a su cama y se dejó caer ahí, puso sus manos sobre sus mejillas y cerró ambos ojos. Snow pudo dormir profundamente esa misma noche.

Nieve y Oscuridad [Primera Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora