Capítulo XXXIX

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~Adela POV~

Apreté con fuerza las rejas de la cárcel y gruñí con frustración. Si vuelvo a encontrar a ese imbécil me las va a pagar. La rabia que me consumía en este momento me hacía sentir impotente, pero quise calmarme antes de empezar a gritar y romper cosas, sería el colmo que me lleven a un manicomio después de aquí. La cárcel es horrible, todo aquí apesta, los demás detenidos te miran extraño de una manera que asusta, hace frío, no hay comida, esto es una tortura.

Un guardia vino caminando lentamente, se paró frente a mi reja y me dió una sonrisa torcida, no pude disimular mi desagrado hacia él.

—¡Puerta! —gritó y mi puerta se abrió, doy varios pasos a atrás y él entra, —estas libre preciosa —me miró lascivo y yo tomé mi chaqueta del suelo. Quiso agarrarme pero me solté de un tirón. Y casi corrí para salir de ahí lo más rápido posible.

Cuando llegué a las oficinas en la recepción estaban mis padres y Austin, el cansancio y la preocupación eran casi palpables en el rostro de ellos. En cuanto cruzamos miradas Austin se levantó furioso de su asiento y salió afuera.

—¡Adela! —mi mamá corrió hacia mí y me abrazó, mi papá se cruzó de brazos y yo le di una mirada apenada. —Perdonen por hacerlos pasar por esto. Yo quería ayudar a Gina y solo cause más problemas —dije arrepentida. Mi papá me observó inspeccionándome y luego me dió un abrazo.

—Gracias por pagar mi fianza. Me imagino que les fue difícil conseguir el dinero —murmuré aún en sus brazos. Pero él negó con la cabeza y nos separamos, mi ceño fruncido le hizo darse cuenta de que no estaba entendiendo nada.

—Quien pagó tu fianza fue Austin —no pude ocultar mi asombro y por más que trataba de encontrar una explicación no tenía idea de dónde saco el dinero.

—Mamá, papá em... Tengo que hablar con Austin. Nos vemos en la casa —les dije y ellos asintieron. Salimos y ellos se fueron, yo caminé hacia él. Estaba de espaldas a mí, apoyado sobre el sunroof del auto.

—Austin —le llamé nerviosa, y oculte un mechón detrás de mi oreja. —Tres días. Me fuí por tres días y te encuentro detenida —me dijo sin mirarme, intentando disimular su enojo. Pero me era evidente cuan molesto se encontraba, no tenía donde ocultar mi rostro, me sentía como una niña pequeña siendo regañada.

—Es que yo...

—Ya me contaron todo —dijo interrumpiéndome paso una mano por su cabello, exasperado, aún seguía dándome la espalda. Lo miré de arriba a abajo, venía vestido con un traje azul oscuro, muy elegante y sumamente atractivo vestido así.

—Te ves muy sexy con traje —le dije y giro la cabeza hacia mí para fulminarme con los ojos, pero su indiferencia no duró mucho tiempo. Sonrió y corrí a abrazarlo.

—Te extrañe tanto —le susurré hundida en su pecho, apretada contra él y sin planes de soltarlo. Su aroma me embriagó, se sentía tan cálido estar de nuevo entre sus brazos. —No sabes cómo me preocupe por ti nena, me estaba volviendo loco allá —.

Me separé un poco de él, lo miré a los ojos y acaricié su rostro. El besó mi frente, no fue necesario decir una palabra, solo basto una mirada, un abrazo y una sonrisa. Mi corazón aceleró su ritmo cardíaco de manera desmedida. Olvidé que existía un mundo a nuestro alrededor, es increíble como uno se puede volver tan dependiente a otra persona. Porque sin él mi vida es un caos y con él todo se arregla.

Subimos a su carro, me tomo de la mano y la apretó, era un gesto simple pero para mí decía mucho. Él está aquí conmigo, ya no habrá más problemas. O por lo menos hasta que yo no los cause.

Zorras Malditas I & IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora