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Me detengo en la sección de infusiones del supermercado para estudiar con interés a la competencia.

—Que cutres —digo en voz alta sin ningún tipo de miramiento.

¿De verdad tenían la poca vergüenza de llamar a eso sección?. Ni siquiera ocupaba medio estante.

La señora que repone la mercancía me lanza una mirada de pocos amigos, no sabía que la tenía justo al lado, aunque me da igual. Sigo pensando que esos productos son una mierda.

Me fastidia que la gente invierta dinero en té de tan poca calidad teniendo mi tienda a pocos metros de este comercio.

Es Domingo y he tenido que desplazarme a este establecimiento, que abre incluso los días festivos, para comprar unas cuantas garrafas de agua. No porque se nos hayan olvidado, si no porque anoche se rompió una de las tuberías del edificio, por lo que han tenido que cerrar la llave general y hasta mañana no podrán avisar a un fontanero.

Hange insistió en que ella no necesitaba ducharse todos los días, ella es así de cerda, no me imagino como puede aguantar Moblit a una mujer tan poco higiénica. Yo soy de los que se lava las manos cada vez que se la estrecho a alguien que no conozco, por lo que las compras de hoy son de vital importancia para mi bienestar. Al menos yo pienso ducharme, aunque sea a base de agua envasada.

Recuerdo lo mucho que se rió Eren de mi cuando le comenté el susto que me había llevado al escuchar la rotura del metal. Teniendo en cuenta que acababa de ver con Hange una película de terror en el cine, era lógico que me asustara hasta el vuelo de una mosca.

De vez en cuando miro el móvil, aunque hemos hablado poco desde que me desperté esta mañana, no puedo evitar estar más pendiente de lo normal por si Eren hace un descanso entre sus horas de estudio.

Alguien comienza a soltar silbidos cortos, como para llamar la atención de otra persona. Yo estoy demasiado concentrado en decidir si comprar el fregasuelo con olor a pino o el que pone spa. Tengo un bote en cada mano desde hace cinco minutos y las fosas nasales quemadas de tanto acercarme las boquillas de ambos para aspirar el olor. Decido dejar de hacerlo cuando noto que las baldosas del suelo se mueven ligeramente bajo mis pies, me estoy colocando a base de productos de limpieza.

No entiendo a la gente que esnifa sustancias de mierda teniendo estas maravillas por unas pocas monedas.

El silbido se escucha más cercano y constante, por lo que alzo la vista con la intención de mirar mal al pesado de turno que es incapaz de llamar a una persona por su nombre.

Cual es mi sorpresa, al comprobar que el tío que silba no es otro que Auruo acompañado de mi ex novia, Petra, la cual empuja con cara de felicidad un carrito de bebé en mi dirección.

Supe que sería demasiado tarde para fingir que no los había visto cuando me saludaron levantando la mano y con sonrisas anchas en sus rostros.

Joder, que mal royo.

Cuando los tengo delante intento no parecer un imbécil que es incapaz de soltar uno de los productos para poder saludarlos como requieren las circunstancias, por lo que me decido por el que pone spa y lo meto en el carrito. No obstante, dudo ligeramente a la hora de dejar en el estante el otro fregasuelo, ya que el aroma a pino me gusta bastante.

Al final decido llevarme los dos.

—¡Levi, cuánto tiempo! —detesto a las personas falsas y el marido de Petra encabeza la lista—. Petra recibió tus flores cuando estaba en el materno, todo un detalle.

Lo que se traduce en un: odio que le mandes flores a mi mujer, tu ex pareja.

—Si, bueno, ya que no podía visitarla era lo menos que podía hacer —contesto encogiéndome de hombros y con el tono más neutral que poseo en mi repertorio.

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