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EREN

Un sonido repetitivo me despierta de forma repentina. Abro los ojos, notando el frío de mi rostro contrastar con la calidez que siento debajo de las sábanas gracias a unos brazos que han dejado de rodear mi cuerpo. Giro mi rostro, desorientado al no reconocer las paredes que me rodean y que danzan ligeramente como consecuencia del alcohol que consumí la noche anterior. Distingo movimiento a mi izquierda y veo que Levi se ha girado profiriendo un gruñido para dar manotazos a ciegas sobre la mesita de noche que hay a su lado.

Empiezo a registrar en mi cerebro la procedencia de esa melodía y libero una risita al contemplar como Levi tira al suelo un despertador que no está sonando.

—Es el mío —indico mientras deposito un beso en su hombro descubierto.

Me inclino sobre él para alcanzar el móvil, asegurándome de que es el que está sonando, ya que tenemos el mismo modelo y los dos están juntos. Miro la pantalla y veo que no se trata de mi alarma, si no de una llamada de mi madre.

Carraspeo antes de descolgar e intento arrimarme lo máximo posible a Levi, que no se ha molestado en variar su posición y ahora me da la espalda.

—Buenos días —contesto con voz ligeramente ronca.

Buenos días cariño. ¿Estabas durmiendo todavía? —pregunta ella con cierto tono de reproche.

Mi reacción es despegar el teléfono de mi oreja para contemplar la hora, tampoco es tan tarde, ella y su manía de madrugar incluso los días festivos.

—Más o menos —un bostezo me delata.

Espero que te comportaras bien —comenta con suspicacia.

—Claro, mamá —pongo los ojos en blanco y me froto los párpados retirando algunas legañas—. ¿Llamas para eso?

Escucho un leve silencio al otro lado de la línea antes de que cambie el tono de su voz.

¿Qué tal los dulces? —pregunta animada—. ¿Le gustaron a tus amigos?

Sonrío porque sé perfectamente que debe estar junto a Mikasa indagando acerca de mis amigos.

—Triunfaron como hacen siempre —aseguro para complacerla.

Me alegro —contesta satisfecha—. Tu hermana está deseando verte, bueno, todos. Anoche te echamos mucho de menos, se notaba tu ausencia.

Sí, sé perfectamente de quien he heredado mi actitud tan afectuosa.

—Yo también os eché mucho de menos —digo con sinceridad.

Supongo que no te veremos hasta que despejen las carreteras —dice con nostalgia—. A tus amigos no les importa que te quedes unas horas más, ¿me equivoco?

¿Cómo?

Parpadeo repetidas veces en un intento de desperezarme y procesar lo que acaba de decir mi madre.

—¿A qué te refieres? —pregunto confuso.

Bueno, dijiste que vendrías por la mañana, pero ha nevado tanto durante la noche que han tenido que cortar varias carreteras. Lo han anunciado por la tele, puede que esta noche puedan habilitarlas, si no vuelve a nevar.

Me muerdo el labio mientras miro de reojo a la figura que yace a mi lado, completamente ignorante de los últimos acontecimientos.

—Pues no lo sabía. Quizás pueda volver esta misma noche, ya sabes que no me importa conducir tarde —contesto con un encogimiento de hombros, a pesar de ser consciente de que es incapaz de verme.

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