CAPÍTULO 11

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—Creo que ya deberíamos irnos —caminé fuera del lago.

—¿Ya te aburrieron mis besos? —Josh caminó tras de mí.

—Nunca me aburrirán tus besos —giré hacia él y sonreí—. Lo que pasa que mi mamá se preocupará al ver que no estoy en la escuela.

—Tienes razón. Ya es tarde.

Los dos sentimos al mismo tiempo y nos indicamos que teníamos que vestirnos.

Al terminar de vestirme me senté a la orilla del lago con la vista hacia el hermoso atardecer. Josh se puso a mi lado y tomó mis manos. Lo miré y sonreímos.

—Gracias por este día y por las sorpresas.

—No tienes que agradecer nada —me abrazó—, te mereces esto y más.

—Te amo y siempre lo haré. Recuérdalo, ¿okay?

—Lo recordaré siempre, lo juro. Y tú recuerda que yo también te amo y nunca me cansaré de amarte —me besó tiernamente.

Después de estar abrazados, observando el atardecer.

Al final decidimos que ya era tiempo de irnos.

Josh recogió todo y lo metió a la casa. Yo tomé a mi cachorrito entre los brazos y caminamos hacia el auto.

Puse al perrito en el asiento de atrás y Josh encendió el motor, pero antes de ponerlo en marcha tomó mi mano.

—¿Sabes algo?

—¿Qué?

—Este lugar es sagrado para mí.

—¿Por qué?

—Porque vengo aquí cuando me quiero relajar.

—Si es sagrado, ¿por qué me trajiste?

—Porque tú eres sagrada para mí, así que quería que vinieras.

—Te amo, hermoso.

—Te amo más, hermosa —me besó.

Puso en marcha el auto y encendió la radio, íbamos cantando como locos.

Conforme avanzábamos el cielo comenzó a nublarse, era obvio que iba a llover. Llegamos a la parte más solitaria de la carretera y ahí el motor del auto se apagó. Miré a Josh cuando maldijo.

Dio un golpe al volante y bajó del auto. Abrió el cofre y después de un momento regresó y entró al auto.

Su rostro reflejaba todo tipo de expresiones, enojo, cansancio, entre otras.

—¿Qué pasa?

—Nos hemos quedado aquí —miró hacia la nada.

—¡¿Qué?! —dije estupefacta.

—El auto no va a arrancar, la batería...

—Ya no digas más —hice un ademán con mi mano y lo miré—. Pero ¿qué haremos ahora?

—Esperar que pase un auto para que nos ayuden.

—¿Y por qué no le hablamos a alguien para que nos ayude?

—No hay señal.

—¡No! —tomé mi móvil y exactamente no había señal.

—Lo siento, no pensé que esto pasaría.

—No te preocupes, pronto pasará un auto.

—Eso espero.

Transcurrió una hora, dos horas, y así sucesivamente. No pasaba ningún auto y Josh estaba igual o más desesperado que yo.

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