Capítulo V: Esencia de Díctamo.

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A la mañana siguiente sentía el arrepentimiento hacer mella en su cabeza. Ya no podía hacerle ninguna broma a Snape. Y eso incluso podría darle igual si alguno de sus amigos pudiera hacerlo, pero el trato era que ninguno lo haría y eso no le hacía ninguna gracia. Ahora todo sería mas aburrido. Tantos años jodiendo a Snape para que ahora todo cambiara de la noche a la mañana. Le hervía la sangre de tan solo pensarlo. Le daban mas ganas de querer molestarlo. No, definitivamente no le hacía ni pizca de gracia la nueva situación.

Y cómo no, su humor de perros se hizo presente desde el momento en que se levantó. No sabía qué haría con James, no sabía si contarle sobre su trato o no. Si contarle ya de paso sobre todo lo de Regulus, o no. Pero claro, si no lo hacía mantener a James alejado de Snape para que no le hiciera ninguna broma sería algo jodidamente difícil.

Refunfuñando se levantó de la cama, cogió su uniforme y capa y se dirigió a los baños. Definitivamente un baño era lo que necesitaba.

De camino al baño de prefectos vio el reloj que indicaba que eran las seis de la mañana. Si de por sí este solía estar vacío porque no había decenas de prefectos precisamente, siendo las seis estaría solo totalmente. Daba igual que no fuera prefecto, cuando le apetecía iba allí, se sabía la contraseña gracias a Remus, y ningún alumno le decía nada porque obviamente, era Sirius, uno de los alumnos mas populares, nadie le diría nada, ni siquiera los de Slytherin. Eso sí, lo miraban mal, eso siempre, pero le daba igual.

No tardó ni diez minutos en estar dentro de la enorme bañera. El agua caliente relajaba sus músculos poco a poco. No sabía lo mucho que necesitaba aquel baño relajante hasta ese momento, hasta que se vió allí. Podría tirarse toda la mañana sumergido en la bañera, con el ligero olor a vainilla inundando el baño. Cerró los ojos dejando caer su cabeza hacia atrás.

El silencio sepulcral del baño fue interrumpido no mucho después para su desgracia.

-¿Qué putas posibilidades hay de que alguien venga aquí un sábado a las seis de la mañana?- dijo en voz alta, se sumergió por completo dentro del agua frustrado. A los segundos salió a coger aire. No iba a salirse del agua fuera quien fuese.

-Black...- no podía ser. Oficialmente tenía mala suerte, la peor de todas. Se giró para encontrárselo a pocos metros, con un pijama negro puesto y el uniforme en mano.

-No me jodas...- Snape lo miraba con la misma molestia que lo hacía él.

-Vete.

-¿Que qué?

-Que te vayas.

-Vete tú que estaba yo primero, chs- Snape lo fulminó con la mirada y dejó la ropa en el lavabo.

-No eres prefecto, lárgate Black.

-Ni tú.

- Yo tengo permiso de Dumbledore, tú no.

-¿Me ves preocupado? No, ¿verdad? Pues eso.- no estaba para aguantar a Snape. No quería ni verle la cara. Gran parte de su mal humor era por su culpa y solo le faltaba que también le jodiera con lo del baño.

-Black...

-Vete o métete, me da igual, pero cállate porque te juro que si no lo haces lo hago yo- cerró los ojos y se hundió un poco más en el agua, llegándole esta hasta la barbilla.

El silencio que se hizo en el baño era como el que había antes de que Snape llegara. Supuso que este se había marchado, pero no escuchó la puerta. Abrió los ojos y se encontró al Slytherin quitándose la parte superior del pijama. El contraste del oscuro pijama y su blanquecina piel le resultó curioso. A pesar de tenerlo a unos metros, pudo distinguir unas cicatrices en su espalda. Entrecerró los ojos queriendo verlas mejor. Algunas se veían bastante grandes, y de seguro fueron dolorosas en su momento. Entonces un pensamiento invadió su mente, ¿esas cicatrices eran de las bromas que le habían hecho? No, no podía ser, sus bromas no llegaban a tanto, hasta para él había un limite y eso tenía pinta de haberle dolido como su madre, de ser golpes mucho más fuertes que los que James y él le habían dado en su momento. Además de eso, se dió cuenta de que era mas delgado de lo que la ropa lo hacía ver. Estaba viendo a Snape medio desnudo. Podría apostarse un dedo de la mano a que era la primera persona que lo veía así, y seguro que ganaría la apuesta. Se dió cuenta de que era justo lo contrario a él físicamente.

Anti TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora