Capítulo VII: Aburrimiento.

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Lo último que quería era volver a verle la cara a Snape aquella mañana. Había pasado una noche horrible, con pesadillas nuevamente. Y cómo no, todos notaron su mal humor más que nunca, sus amigos, los de la sala común de Gryffindor y los del gran comedor durante el desayuno.

Algunos lo miraban disimuladamente cuando daba algún golpe en la mesa al dejar el tenedor o la cuchara, el vaso o el plato. Por no hablar de que no paraba de maldecir en voz baja por todo. Porque las gachas de avena estaban muy secas, porque el zumo de naranja estaba muy dulce, porque todo llevaba chocolate. Por todo.

-Sirius, ¿nos vas a decir ya qué te pasa? ¿con quién te viste ayer para que te dejara así?- le preguntó James dejando de desayunar y llamando su atención.

-Otra vez... no pasó nada- tiró la cuchara sobre las gachas haciendo que estas salpicaran un poco fuera del plato. Apenas las había probado, bueno, en general apenas había desayunado nada. No tenía hambre.

-Al menos disimula un poco para que sea mas creíble, no sé- le respondió James frunciendo el ceño -hasta Mccgonagall se ha dado cuenta de que estás de mala hostia.

-No estoy de mala hostia, es que el desayuno está de puta pena.

-Sirius baja un poco la voz, nos están mirando- le pidió Remus agachando un poco la cabeza avergonzado, al ver que cada vez mas gente los miraban sorprendidos por la actitud del mayor de los Black.

-Sí, hasta los de Ravenclaw están empezando a mirarte- la voz de Peter se hizo presente por primera vez en todo el desayuno.

-¡¿Qué coño miráis?! ¡¿Eh?!- dijo levantándose y gritando, mientras miraba las mesas de las otras casas, logrando que todos los que lo miraban volvieran a su desayuno algo sorprendidos y asustados al verlo así. Tanto James como Remus y Peter se sorprendieron también, jamás lo habían visto tan susceptible y de tan mal humor. Jamás. Una mano se posó sobre su hombro izquierdo, logrando que alzara la mirada con el ceño fruncido.

-Sirius, será mejor que vengas conmigo a mi despacho- Dumbledore le hablaba en un tono bajo y tranquilo -no os preocupéis, en unos minutos estará con vosotros- el anciano le sonrío a los otros tres chicos presentes para que no se preocuparan -¿un caramelo de limón?

-No, no gracias, señor- susurró Remus medio sonriendo más por compromiso que por sinceridad.

Sirius siguió a Dumbledore hasta su despacho. Sabía que él mismo se había buscado lo que sería la charla del año. Le caía bien Dumbledore, pero sabía que ir a su despacho implicaba una serie de preguntas que no le apetecía responder, aunque estaba seguro que el anciano ya sabía las respuestas de esas preguntas porque siempre sabía todo.

La gárgola se abrió dando vía libre a ambos para que subieran a las escaleras que conectaban con el despacho. Una vez dentro de este Dumbledore le hizo una señal para que se sentara frente a su escritorio mientras él se sentaba tras el.

Antes de decirle nada el anciano acarició al ave fénix que había allí.

-Bien, Sirius, ya sabes que te tengo que preguntar el por qué de tu comportamiento durante el desayuno-mientras decía aquello entrelazaba sus huesudas manos ya arrugadas por el paso del tiempo.

-Una mala mañana, tan solo es eso.

-¿Estás seguro?- lo miraba fijamente. ¿Para qué le preguntaba si ya sabía que no era una simple mala mañana? Era como si estuviera jugando con él, esperando que le contara sus cosas aunque realmente ya sabía todo -imagino que tiene que ser dura la situación con tu familia pero...

-Prefiero no hablar de eso- ya estaba tardando en sacar el dichoso tema de su familia, el cuál prefería evitar -además, no es tan duro.

-Es normal que aún te cueste estar lejos de la que fue tu vida, de tu familia- tragó saliva ante las palabra del mayor -pero puedes hablar con tus amigos, con Minerva o conmigo si así lo deseas.

Anti TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora