Capítulo XVIII: Perdón.

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-No...- noté como se sonrojó sutílmente y no pude evitar sentir unas ganas terribles de besarlo.

Me quité la camisa ante su atenta mirada y le sonreí. Tenerlo todo para mi en ese momento me abrumaba demasiado y me hacía sentir cierto orgullo. Le desabroché la camisa lenta y cuidadosamente mirándolo a los ojos. Cuando se la quité, bajé la mirada y le vi por primera vez el torso no pude evitar delinearlo con los dedos. Le rocé un pezón y cuando lo vi girar la cabeza para ocultarse avergonzado me excité aún más.

-No tienes ni idea de las ganas que tengo de follarte- llevé una de mis manos hasta su cinturón y tiré un poco hacia mi, juntando nuestras entrepiernas -y aunque no vamos a llegar tan lejos- no quería pasarme porque sabía que él todavía no estaba preparado -quiero que te toques para ti y para mi.

Por la expresión que se dibujó en su rostro en ese momento puedo asegurar que aquello no se lo esperaba y que no estaba para nada de acuerdo.

-Estás loco- intentó recuperar su camisa para ponérsela pero no dejé que lo hiciera -¿qué me toque delante de ti? Estás mal de la cabeza.

-Severus- me acerqué a él de nuevo y atrapé su rostro entre mis manos -por mi te follaría hasta que te quedaras afónico de rogarme por más, de gritar mi nombre, pero prefiero ir poco a poco porque imagino que es tu primera vez.

Su respuesta fue un largo silencio que sólo me confirmó que sí que lo era. No podía hacerle daño la primera vez que estuviéramos juntos en un momento tan íntimo. No sería justo.

-Vamos a hacer una cosa- lo besé rápidamente, sólo rozándole los labios, y lo tomé de la mano guiándonos a ambos hasta el borde de la enorme bañera -vamos a meternos dentro y así te dará menos vergüenza.

Y sin darle tiempo a replicar me desvestí hasta quedar tan sólo en ropa interior y vi que se dio la vuelta para no verme desnudo del todo. Al parecer también le daba vergüenza verme desnudo.

Me sumergí con rapidez en el agua una vez estuve desnudo del todo y cerré los ojos.

-No voy a mirarte muestras te terminas de desvestir pero no tardes en entrar o saldré a por ti- a los minutos noté como el agua se movía ligeramente -¿ya?- y con un gruñido por su parte supe que podía abrir los ojos.

Me giré y me mordí el labio. Sólo podía verle parte del pecho, las puntas del cabello mojadas y los labios rojos. Me acerqué y lo volví a besar, esta vez con unas ganas desbordantes, casi con necesidad. Lo acorralé contra el bordillo y sentí como nuestras entrepiernas esta vez desnudas se rozaron. Un gemido suyo se ahogó en medio del beso y bajé hasta su cuello repartiendo besos por su mejilla, mandíbula y nuez. Entonces le mordí el cuello a sabiendas de que a los minutos allí aparecería una marca roja o morada que cada vez que la viera me haría recordar lo que estábamos a punto de hacer.

Sonreí al sentir una de sus manos tirar de mi cabello y llevé una mano a su nuca y la otra hasta su muñeca. Guié nuestras manos hasta su pecho y lo recorrimos juntos, pasando por los casi inapreciables abdominales hasta llegar a la delgada cadera. Dejé de presionarle la mano, lo besé de forma hambrienta y y volví a deslizar su mano hasta llegar a su miembro, el cual estaba completamente duro. Por mi. Yo había logrado eso en él. Había logrado excitarlo tanto como lo estaba yo mismo.

Aunque los primeros movimientos los hicimos juntos, aparté mi mano de la suya a los segundos y dejé que se tocara él sólo. Que lo hiciera como lo hacía cuando se encontraba sólo. Como me había imaginado que lo hacía.

-Mírame- susurré rozando nuestros labios y me alejé unos centímetros. Quería mirarlo. Verlo disfrutar. Darse placer. Quería ver la expresión que tenía en un momento tan íntimo -Severus, mírame- repetí al ver que se había escondido más tras el cabello negro azabache.

Anti TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora