Un roce

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Despertarme temprano se me ha hecho una pesadilla, lo bueno es que me dio tiempo para hacerle un desayuno sorpresa a Abby y tomar un libro, de esa pila que compras diciendo: Necesito tenerlo, y al final no lo lees, sino que compras otro. Me he decidido por La Divina Comedia de Dante, sé que es un libro un tanto... ¿Intimidante? No todos logran interpretarlo de forma correcta, pero no me importa.

Me encuentro leyendo en una de las banquetas del patio del instituto, esperando a que Christian aparezca, reviso la hora y aún es temprano.

Cuando vuelvo a verificar la hora me fijo en una camioneta de color negro de lo más moderna, esta aparca y Christian se baja del asiento del conductor; lo que significa que sus padres aún no han regresado. Veo como se acerca a su novia con un ramo de rosas rojas, fijo la mirada en ambos, Megan da gritillos de emoción y posa sus labios perfectamente maquillados en los de él. Aparto la vista con un nudo en la garganta y retomo mi lectura.

— ¿Qué haces leyendo eso, So?

Levanto la vista— ¿Qué tiene de malo? —respondo sin interés.

— ¿Qué tiene de malo? Ummm, bueno una chica que tiene pesadillas con el infierno se le ocurre leer La Divina Comedia de Dante —me estudia de pies a cabeza con las manos en la espalda—. No sé que podrá tener de malo.

—No seas absurdo —ruedo los ojos—. Tengo la suficiente madures emocional para leer esto —agito el libro—sin sufrir daños.

Christian me quita el libro de la mano tan rápido que no tengo tiempo de detenerlo, me pongo en pie de un salto.

— ¡Dame mi libro ahora mismo! —Chillo histérica— o ya verás.

Este sonríe al sacar un ramo de fresas con chocolate —de esos que las parejas se dan por San Valentín—me quedo boquiabierta, las únicas personas que me habían regalado cosas así, habían sido mi familia y Ivan, ni siquiera Zach. No esperaba que Christian me los regalara, o sea, él no tiene el deber de hacerlo.

— ¿Te gustan? —Está tan rojo que parece que de sus mejillas fuera a brotar sangré.

—Nunca me han regalado chocolates, mucho menos esto —tomo el ramo—. Gracias —me pongo de puntas y le doy un beso en la mejilla.

Éste se sonroja aún más—bueno, yo yo...Sé que pensaras que es algo descarado de mí parte... Creí que te gustaría... —Tartamudea como un niño avergonzado—. Lamento si te ofendí.

— ¿Ofenderme? —Suelto una risita—es lo más lindo que un chico... Que alguien ha hecho por mí.

—No sé qué decir —masculla nervioso.

Paso el equilibrio de un pie a otro, sin soltar el ramo, esbozando una sonrisa juguetona, hasta que Megan se acerca, es entonces cuando lo guardo a toda prisa en mi bolso.

— ¿Por qué lo ocultas? —Pregunta Christian con curiosidad.

— ¿No es obvio? Te evito problemas.

Se cruza de brazos— ¿Qué problemas me evitas?

— El que tú novia te arme un lío por regalarme algo tan... — Me callo al verla.

— ¡Hola Sophie! —Me saluda— ¿Ya viste lo que me ha regalado mi novio?

—No —miento—. Supongo que algo muy romántico; conociéndolo como lo hago.

—Sí, es el novio más lindo del mundo —deja un beso en sus labios y me enseña las flores.

—Oh, están muy lindas Megan —digo con una alegría fingida.

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