Siento cada uno de sus puños golpear mi cuerpo con violencia, sus piernas a ambos lados de mi cadera inmovilizándome en el frío suelo de la habitación, muevo las piernas frenéticamente antes de ahogar un grito de dolor, su mano sosteniendo con ferocidad mi rostro rectándome a gritar, intento concentrar la mirada en las estrellas pintadas en el techo de la habitación, mi padre había hecho que las pintaran cuando cumplí 10 años, y por un breve momento recuerdo algo que me ilumina el corazón solo hasta que la mano de Zach se desliza por mi pecho deteniéndose en el vientre.
—Por favor no —logro pronunciar sin mirarlo.
—Sophie, Sophie. Mi bello ángel rebelde —Zach coloca sus dedos debajo de mi barbilla y me obliga a mirarlo—. ¿Recuerdas lo que te dije? Jamás me había enamorado, y luego llegas tú para quitarme el alma.
—El amor no es posesión, ni dolor, sino cuidar del otro más de lo que cuidas de ti mismo —respondo ante su declaración—. Tú no me amas, solo te niegas a dejarme ir porque soy lo único que debes en cuando le da sentido a tu maldita existencia, porque te dejaba ejercer control sobre mí...
—Te equivocas, no te dejo ir porque me pertenecías, me perteneces y pertenecerás siempre, ¿no lo entiendes? Desde aquella vez que te vi en esa fiesta supe que debía tenerte, que no quería que volvieras a pensar en otro hombre porque mi esencia recorre tus venas —me toma del
cabello con fuerza—. Quiero que me ames, que me respetes, que mi nombre te haga temblar de placer y que me temas.
—No te amo, no te respeto, no me haces feliz ni te temo. Lo único que emerge de mi corazón es repulsión y odio —sus manos me sueltan dejando que mi cabeza vuelva al suelo.
Sus manos juegan con la cremallera del sencillo pantalón que llevo puesto, una sonrisa retorcida abriéndose paso en su rostro, intento no llorar porque las lagrimas no van a solucionar nada, por el contrario lo enfurecería más ya que el odia verme llorar.—Eres tan hermosa como una noche estrellada, tan frágil como una flor silvestre al ser cortada, dulce como la ambrosía de los dioses, y única como un arcoíris lunar. Eres lo que todos quieren y jamás tendrán —Zach besa de forma leve mis labios—. ¿Qué hiciste para atarme a ti de esta manera?
— ¡Stephanie, nos vas a matar! ¡No soy buena persona para morir joven! —La chillona y desaforada voz de Valery me trae de regreso a la realidad superando así mi estado de trance, giro el volante del auto derrapando en el pavimento sin control alguno con las chicas gritando a mis oídos, cuando por fin retomo el control del auto aparco torpemente a un lado de la vía. Miro a mis acompañantes comprobando que estén bien y para sorpresa de todas Max se está riendo a carcajadas, y no como Valery y Mónica que han perdido el color de sus rostros.
—No seas dramática Mei Ling —respondo utilizando su nombre real.
— ¡No soy dramática! El problema es que nos piensas matar por estar pensando en un sexy castaño de 1.70cm con ojos de Nutella y piel de porcelana —Valery sonríe picara—. Y no te culpo, es guapo de una manera extraña.
—Te equivocas, no pensaba en él. Solo recordaba que tengo que ir por la comida de Nicole más tarde —entierro las uñas en el volante molesta—. Ya no siento nada por Christian, lo he dicho un millón de veces —. Negar lo que siento por Christian me lastima de una manera que no puedo explicar. Cuando sucedió lo de Zach, estaba segura de que no permanecía con él por amor, sino por miedo; en cambio con Christian es diferente, me produce un terrible estado de vulnerabilidad psicología y emocional sin hacer nada para provocarlo. Y eso es más atemorizante que cualquier amenaza y golpe. —Y Christian no mide 1.70cm sino 1.89cm.
—Vaya, y luego dices que no te gusta —replican Max y Mónica al unísono al mismo tiempo que Keira, Samantha y Candy se acercan desde el auto de Mónica el cual conducía Keira.
— ¿Qué demonios fue todo eso? —Pregunta Candy arqueando una ceja, la miro de pies a cabeza sintiendo un poco de envidia de ella, luce como la clase de chicas que aparecen en la portada de una revista o producto de belleza —. ¿Qué me ves, Stephanie?
—Nada, me distraje de la carretera por un momento —respondo mirando a Keira haciendo caso omiso de Candy, jamás le perdonare lo que le dijo a mi mejor amiga, sin importa si se ha disculpado —. Quizás sea mejor que Max conduzca ya que Mónica no puede por su brazo. ¿Qué dices, mi amor? —Centro mi mirada en Max quien me sonríe.
—Sera un honor complacer cada uno de sus más íntimos y secretos deseos, mi señora Collins.
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Mil Palabras Por Decir
Teen FictionTras años de dolor y maltratos por fin Sophie es libre, la pérdida de sus padres y los abusos por parte de su exnovio han dejado cicatrices que ella constantemente se empeña en volver a abrir. Lo que ella no sabe es que este último año de insti...