Pov' Christian.
Muevo los pies, ansioso en la silla colgante del pórtico de la casa de Mónica, ella me regala una sonrisa divertida al darse cuenta de los ataques de ansiedad que estoy padeciendo, golpeo mi rodilla antes de levantarme de la silla y comienzo a caminar en círculos, quiero ser indiferente ante la situación, pero no puedo. Tal vez en años no había experimentado un deseo tan intenso, tan embriagador. Es una sensación de asfixia que supera los estándares de la cotidianidad.
— ¡Demonios, de verdad que te gusta! Solo mírate, pareces un cachorro que espera a su dueño después de no haberlo visto en semanas. Pobre, el amor lo trae suplicando de rodillas —bromea Mónica, la miro sin mucha diversión lo que le roba una carcajada—. Tranquilo, solo bromeaba.
— ¿Segura que vendrá? Hace media hora que debió de haber llegado —ruedo los ojos antes de volverme a sentar, saco un pequeño paquete de chicle y me llevo un par a la boca—. ¿Quieres? El chicle me calma la ansiedad a veces.
—Es sábado por la mañana, Christian. De seguro se le hizo tardé deja de preocuparte; además, ¿no era que se estuvieron toda la noche de ayer hablando? —Pregunta arqueando una ceja curiosa, se sienta junto a mí y enciende un cigarrillo. —Voy a preguntarle que perfume usa, porque te tiene a ti y a Gabriel colados por ella. Aunque creo que con Gabriel es algo más físico y contigo es algo más emocional, más delicado e intenso.
—Tenías que nombrar a Gabriel, gracias en serio gracias —le quito el cigarrillo de la mano y lo aplasto con el zapato—. No consumas esta porquería, Mónica.
— ¡Oye! ¡Eran italianos y muy caros! —Rezonga molesta—. A ti te calma la ansiedad el chicle que es un imán de caries si al caso vamos.
—No rezongues que sabes bien que todo lo que hago, cuando de ti se trata, es cuidarte aunque no lo notes —le desordeno el cabello.
—Ja-ja-ja-ja que risa me causa —responde sarcástica. —Ya ni siquiera me miras, es como si ya no existiera.
—No puedo si estás rodeada de todos esos idiotas, quizá sea tonto y olvide muchas cosas, pero el sufrimiento que ellos te causaron no lo voy a olvidar, Mónica. Tampoco olvidaré lo que hiciste por Max, me demostraste que de verdad eras mi amiga —cierro los ojos con la intención de distraerme.
—Eres como un ángel guardián, ¿uno loco y depresivo? Sí, pero fiel y amoroso. Lo que aún no logro entender es tu extraño talento y debilidad por las mujeres dañadas, por la vida, parejas o familia. Es como si sintieras el deber de ayudarlas, deber que te agradezco mucho ya que no sé qué habría hecho sin ti unos años atrás —suspira—. Fue un alivio conocerte en ese momento, me ayudaste cuando mi propia madre no podía mirarme a los ojos.
—Fue un placer, y sabes que volvería a hacerlo un millón de veces más porque eres tú. Y porque me encanta la lasaña de tu madre —sonrío.
El estrafalario auto de Sophie aparca en la acera, ella baja del auto con una mirada confusa e impresionada. Su cabello rizado y desarreglado enmarcando su rostro, los labios rojos y su ropa sencilla envolviéndola, sin duda alguna sigue siendo la chica de la que me enamore. El corazón se me comprime al punto de ser un dolor en mi pecho, quizás por el hecho de que he dejado de respirar al verla. Cruza el porche arqueando una ceja, mira de Mónica a mí pidiendo alguna clase de explicación.
— ¿Quieres almorzar conmigo hoy? —Pregunto sin vacilación, una sonrisa se forma en sus labios, gesto que me produce un sentimiento de anhelo casi inmediato—. Es oferta limitada.
—Creo que antes de una invitación se debe de saludar ¿no lo crees? Y claro que acepto, Abby y Christopher creen que estoy de pijamada así que no me esperan en casa. —Suspira —. Puedo después de las 14:00 y hasta las 17:00, llevo el postre, ¿trato?
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Mil Palabras Por Decir
Ficção AdolescenteTras años de dolor y maltratos por fin Sophie es libre, la pérdida de sus padres y los abusos por parte de su exnovio han dejado cicatrices que ella constantemente se empeña en volver a abrir. Lo que ella no sabe es que este último año de insti...