Capítulo 3

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—¡Menos mal que has llegado!—la voz de Laura es lo primero que escucho tras cerrar la puerta, ya que al abrirla no se habría inmutado. Eso o que, ha pasado ya que la veo inquieta.

— ¿Qué pasa, Lau?— le digo, acercándome a ella, sacudiendo la cabeza porque de no haber sido por que Raúl había abierto la puerta de su habitación, yo los hubiera pillado haciendo a saber qué.

Sí, se me iba a olvidar llamar a su puerta, ya que si de algo me he acostumbrado aquí, es que todas las puertas salvo las de los profesores, no requieren de llaves para abrirlas.

— No encuentro mi sujetador sin tirantes, ¡y lo necesito!— se mueve de un lado de la habitación a otra, mientras piensa dónde lo ha dejado.

— No te agobies.—la tranquilizo.—Yo tengo uno, pero es de color negro,¿te sirve?— de repente veo sus ojos brillar de esperanza.

— ¡Sí!— pega un saltito contenta.— ¡Muchas gracias!— corre hacia a mí y me abraza.— Si quieres te puedo maquillar o peinar...—niego con la cabeza y se calla.

— No te preocupes, no soy de maquillarme. En el pelo ahora veré qué puedo hacerme.— le digo mientras saco el sujetador que le hace falta. Se lo tiendo y lo abraza; eso hace que me ría.

—Tengo una plancha, ¿te plancho el pelo?— la verdad, es que pensándolo bien, no me vendría mal un repaso ya que mi pelo es liso.

—Si da tiempo, perfecto.— sonrío. Ella mira el reloj y cuenta con los dedos.— Sí, tenemos veinte minutos, ya que hemos quedado todos abajo.

— Pues vistámonos y después, lo último, me planchas el pelo.—le digo. Ambas nos ponemos de acuerdo y comenzamos a arreglarnos lo más rápido posible.

Me pongo unos vaqueros blancos rasgados y rotos justo por encima de la rodilla, una camisa negra que simula una medusa, y de zapatos, algo que provoca que la mandíbula de mi nueva mejor amiga, se desencaje.

— ¿Estás de coña?—dice mirándome las deportivas rojas y negras de Nike que he escogido para vestir.

— Cómo se nota que no me conoces.— me río ante su reacción.— ¿Nos vamos?—de repente se me acerca, mientras coloca sus labios en mi frente.— ¿Qué estás haciendo, loca?— la aparto levemente.

— Vale no, no tienes fiebre.—y ahora ella es la que se ríe.—Madre mía, vaya dos nos hemos juntado.

— ¿Vamos?— sonrío encaminándome a la puerta de la habitación, y entonces me sigue.

— ¡Fiestaaaaa!— es lo que contesta mientras hace girar su bandolera de Tous en el aire.

Pues si, vaya dos hemos llegado a parar en la misma habitación.

Cuando bajamos a la puerta principal, está todo lleno. Desde las escaleras, tengo una perspectiva buenísima si quiero contar cuántos somos.

— Tú...— escucho un gruñido a mis espaldas, encontrándome con Miranda. Si las miradas matasen, yo estaría hasta incinerada.

—Déjala en paz.— le dice Laura, pero yo le hago un gesto para que me espere abajo, y me hace caso.

— Si estás molesta por lo de la camiseta, lo siento, supongo que tu novio te habrá explicado lo que ha pasado.— me disculpo de todo corazón. Nunca me ha gustado que la gente piensen cosas que no son.

— No te vuelvas a acercar a Raúl.—me amenaza dándome con el dedo en el brazo.—Porque te juro, que te arrepentirás de ello.— dicho esto último, coge y se va.

Le hubiese respondido con unos de mis cortes que la dejan tocada, pero me ha pillado tan desprevenida esa amenaza que, me he quedado muda.

Decido pasar, y me dedico a bajar las escaleras para reunirme con el resto, sobre todo, con Laura; por cierto, no la encuentro por ningún lado.

Maldita apuesta. PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora