Capítulo 21

135 8 0
                                    


Alex

— No me da buen rollo este sitio. —le comento a Laura.— Parece esto una película de terror. 

Mi comentario se queda en el aire, ya que cuando digo de mirar hacia ella, me la encuentro comiéndose a besos a Trevor. Pongo los ojos en blanco y suelto una leve risa que hace llamar la atención de mi mejor amiga. 

— Perdón, ¿decías algo? — me mira algo sonrojada. Me resultaba muy adorable cuando a Laura se le subían los colores. 

— Que voy a ver si me pillo algo para beber.— le digo, restándole importancia a lo anterior, y yéndome a la zona donde se encontraba toda la bebida en garrafas.

Cuando llego, me resulta gracioso ver garrafas con líquido de distintos colores. Una se llamaba Pitufo, ya que su líquido era azul debido a la mezcla; otra Tumbabarcos, con un líquido anaranjado; y otra Poccini, de un color rosado, muy solicitada por su explosión de sabores y por el Sunny de fresa.

— Van a llover los pelotazos hoy.— con todas estas mezclas, era imposible no estar borracho. 

— Hola cariño. — noto una voz bastante familiar y, su aliento en mi nuca me provoca náuseas. 

— Aitor, no hace falta estar juntos las 24 horas. No somos pareja. —digo apartándome discretamente, para no dar mucho el cante, ya que el único que debía sospechar de que amaba con locura a Aitor, era Raúl. 

— Sí lo somos. — me sonríe y me planta un beso. 

No me queda opción que seguirle el beso, por si Raúl de repente aparece.

— Tus labios saben a caramelo, cariño. — me dice cuando se aparta, y vuelve a dar un paso para repasarme  con su lengua mis labios.

— Ya está bien. — le detengo, sonriendo para fingir angustia delante de la gente. — Y por favor, no te creas Ozuna. 

Me giro y me limito a echarme en un vaso mi mezcla alcohólica favorita. El Pitufo lo probé con unas amigas, y desde entonces, siempre suelo hacer esta mezcla ya que es la única que no me sabe alcohol. El inconveniente de eso es que, puedo beber hasta hartarme, y no darme cuenta de que realmente voy cieguísima. 

Esta noche, por mi bien, debería ser consciente de cuánto bebo. O no. Quizás para que el sufrimiento y tortura con Aitor se me hiciera ameno, debería beber sin parar. 

Más entrada la noche, comienza a sonar la música por toda la laguna. Automáticamente, mi cuerpo comienza a moverse en unos torpes movimientos. Un brazo me rodea la cintura, y cuando digo de girarme para ver quién es, sin querer derramo un poco de mi cubata.

— Dios, lo siento.— digo riéndome.

— No, lo agradezco.— me dice Mike entre risas.— Prefiero esto antes que una patada en los huevos. 

— ¿Me lo vas a estar recordando siempre? — le pregunto dándole un sorbo a mi vaso.— El día que tenga que dar una de verdad, no voy a poder porque me acordaré de ti.

— Estaría gracioso. Pero intenta no ser tan agresiva, con la violencia no se demuestra amor. — de repente, mi cara se transforma en una mueca de dolor. Recuerdo las veces que Aitor le partía la cara a amigos míos por ver que me abrazaban y me levantaban en brazos. O cualquier chiquillada de esas. Eso era desconfianza, no confiaba en mí, y fue cuando por primera vez me planteé dejarlo. Pero el me decía que solo me demostraba lo mucho que me quería, y que no quería perderme. Fui tonta de creerle, ya que debido a eso, la situación ha ido yendo a peor. — ¿Estás bien? — me pregunta Mike algo preocupado.

Maldita apuesta. PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora