AlexDos malditas horas encerrada aquí dentro, y nadie se ha percatado de mi ausencia. Y con nadie me refiero a Laura.
Mis ojos se entrecierran y el frío que hace aquí dentro debido a las ventanas de la parte de arriba abiertas, me debilita. Nunca lo he soportado, al contrario que el calor.
Noto la sangre como cubitos en mis venas, y me llevo las manos a la boca para calentarlas y ponérmelas en la cara.
Cuando siento que no puedo más, mis ojos empiezan a cerrarse.
— Ayuda...—pero mi voz no suena ni lo más mínimo; además de que nadie me escucharía puesto que me hallo sola en esta inmensidad de internado.
No sé cuánto tiempo llevo inconsciente, pero mi nombre a gritos desde el otro lado de la puerta, me despierta.
—¡Álex, por favor!—la voz masculina me suena familiar, pero ahora no tengo tiempo de pensar de quién es. Necesito salir de ahí.
—¡Estoy aquí!—grito aporreando la puerta con las pocas fuerzas que me quedan—¡Por favor, sácame de aquí, me estoy helando!
— Necesito la llave, pero no está donde debería de estar.—dice y por su tono de preocupación, lo reconozco; Raúl.
—¿Raúl?¿Eres tú?— no entiendo el porqué, pero me siento feliz de que sea él el que se encuentre al otro lado de la puerta.
Oh vamos, sigue siendo un gilipollas.
—Te sacaré de ahí, ¿vale?—en su voz hay un deje de tranquilidad, y suena tan sincero, que me calmo y la rabia se esfuma, quedándose solo la parte de mí que desea que me abrace.
Pero porque tengo frío, claro.
—Ahora dime, ¿sabes de alguien que podría haberte encerrado?— me pregunta y pongo los ojos en blanco de la obviedad.
— Miranda. Tu estúpida novia celosa.— el nombre me sale sin siquiera pensarlo. Me tapo la boca de golpe, al ser consciente del insulto de después.
—No me extrañaría.— responde para mi sorpresa.— Aguanta cinco minutos, ahora vengo.-—me dice.
—No, por favor, no te vayas—pero no escucho nada más; se ha ido.
Empiezo a toser y visualizo las ventanas con rejas que se encuentran arriba. Tiene que hacer frío fuera porque yo no puedo aguantar más aquí.
Las piernas se me duermen y caigo al suelo. Busco la pared con la mano, en el oscuro vestuario, y me apoyo con la espalda en esta.
Intento no cerrar los ojos, pero me es imposible.
Raúl
Mientras corro por los pasillos, buscando la habitación de Miranda, empiezo a cagarme en todo y sobre todo a sentirme culpable por lo que le está sucediendo a Álex. Y todo por la zorra de Miranda, esa tía se está volviendo loca.
Llego a la habitación y doy gracias a mi madre por la maravillosa idea de que los alumnos no tengamos que poseer una llave para abrir y cerrar las puertas de nuestras respectivas habitaciones. Cuando entro, me dirijo a la cama de en frente y empiezo a buscar la llave del vestuario. Por desgracia, conozco bastante a Miranda y sé de lo que es capaz de hacer.
Sonrío triunfante al encontrar la llave dentro de la funda de la almohada.
Rápidamente, salgo de allí cerrando la puerta y vuelvo a los vestuarios. Introdujo la llave y al principio, se queda atascada de forma que no gira ni para un lado ni para otro.
Lo malo de este internado es que en invierno hace un frío aquí dentro que parecemos los pitufos, de lo azules que nos volvemos. Sí, quizás suene un poco exagerado pero espero que así te hagas a la idea.
— ¡Ábrete ya, joder!—gruño girando la llave con la máxima fuerza que tengo. Y se abre, dejándome ver a Álex con los ojos cerrados y apoyada en la pared.— ¡Álex!— corro y me deslizo de rodillas hasta llegar a ella; la cojo y la pongo en mi regazo.— Despierta, por favor.—digo zarandeándola.
Sus gruesos labios, han pasado de su color rosado a una mezcla entre azul y lila. Por lo que puedo observar, no se ha maquillado apenas; es tan natural que me llama la atención. Mi prototipo de chica siempre ha sido la barbie rubia de bote, tetas grandes y mucho culo. Nunca me he parado a pensar en lo hermosa que podría ser una chica a lo natural, y en especial, Álex.
Raúl, ya basta. Deja de ser tan avaricioso con las tías, por una que no puedas conseguir, no significa que fracases.
— Cállate maldito— me pego golpes en la cabeza.— En ningún momento he dicho que la quiera para mí.
Me viene a la mente mi madre, exigiéndome una novia decente a mis 20 años. Está casada de mi fama de ir de flor en flor, y está deseosa de tener una nuera en condiciones con la que hablar del punto Sálvame Deluxe o de Gran Hermano.
Mi madre me pide que trate bien a las mujeres, y que haga caso a mi corazón, no a mi cabeza. Pero ella no entiende que dejé de sentir amor por una persona hace muchos años, y que mi corazón está más que muerto por mucho que lata.
—¿Raúl?— la vocecilla de Álex, hace que de inmediato la nube de pensamientos que me nubla, se esfume.
—Sí, soy yo.— le acaricio el pelo,para colocárselo bien. Intenta incorporarse, pero le cuesta.— Espera que te ayudo a levantarte y te llevo a tu habitación. — ella me mira y asiente.
—Gracias.— me dice cuando le paso su brazo por mi cuello y mi brazo por su cintura para ayudarla.
Poco a poco, llegamos a su habitación. Cuando entramos, ella me señala su cama y me pongo tenso. Luego me relajo al recordar que el único sitio para sentarse en las habitaciones es la cama; me maldigo por mi mal pensar, y me sorprendo porque por un instante, me doy asco.
—¿Estás bien?— le pregunto.
— Sí, gracias por ayudarme.— me quedo callado y para cortar el silencio incómodo, me dice—:¿Cómo sabías que estaba aquí?
— Laura.— le respondo y me parece ver un poco de decepción en sus ojos, como si se esperara otra respuesta.— Estaba buscándote y entonces, como no te veía, había recurrido a mí para preguntarme si te había visto.
— Vaya, me alegro de que solo haya tardado dos horas en darse cuenta de que no me encontraba en aquella fiesta.— dice con ironía, y quiero reírme pero no lo hago por si le molesta.— Oye, siento haberte interrumpido a ti y a tu novia antes.
— No es mi novia ya.—respondo secamente y me levanto.
Se queda callada de la impresión, o como si se sintiera culpable de algo.
— Lo siento.— me dice en voz baja.
— Deberías.— gruño— Me estoy perdiendo la estúpida fiesta por venir a ver cómo estas. Primer día y ya me estás amargando. Desaparece, por favor. Y llévate todas las desgracias.
No sé el porqué me he alterado tanto; me he pasado. ¿Cómo decirle que lo único que no soporto de ella es tenerla cerca y no poder sentirme valiente como con otras tías y lanzarme?
No entiendo el por qué reacciono de un modo distinto al habitual cuando se trata de ella. Mientras que a las tías las he estado viendo -y sigo viéndolas- como un juguete con el que divertirme. Veo a Alex cómo una muñeca de cristal, frágil entre mis manos.
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Capítulo 4, editado.
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Maldita apuesta. PAUSADA
Teen FictionJuguemos; finge quererme, y yo te creeré. Te diré mi amor, mi vida, mi cielo, mi princesa, y tú, di que me amas. Juguemos a amarnos, y quién sabe, puede que a lo mejor entre una de esas tantas mentiras, nos salga una verdad. #5 Novela Juvenil |EDIT...