Capítulo 6

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Álex 

Son las siete de la tarde cuando termino de prepararme las cosas que Pepe ha pedido en el tablón de noticias; Laura le había echado una foto disimuladamente y en la habitación, habíamos comenzado a revisar la lista mientras buscábamos lo pedido.

— Bueno guapa, yo me voy a la ducha que necesito relajarme un rato— dice Laura sacándose una toalla y un atuendo de su armario. 

—Nos vemos abajo.—le digo, cuando me guiña un ojo y se dirige a la puerta para salir.

Cuando me quedo sola, me dejo caer en la cama soltando un suspiro. No puedo creerme lo estúpido que puede llegar a ser Raúl, y si hay algo que más me molesta es que pensaba que era diferente a los chicos de aquí, que son todos unos pijos.

A ver, si es cierto que la primera impresión que me dio era la de un gilipollas sin cerebro. Pero cuando me ayudó, mi visión  sobre  él  cambió  completamente. Hacía tiempo que no me sentía segura con un chico.

Pero ya veo que me equivoqué.

Al girar la cabeza, mis ojos se clavan en el avión de papel. Mierda, se me ha pasado el ir al jardín trasero. 

Me pongo en pie de un salto y salgo corriendo de mi habitación, cerrando de un portazo como de costumbre. Puede que no sean las cuatro pero más vale llegar tarde que no llegar. Al salir fuera, me dirijo a la parte trasera donde se encuentra el precioso jardín. Suspiro al ver que no hay nadie y me arrepiento de haber ido a la habitación de Raúl en vez de haber venido aquí.

—Ya estoy aquí.— digo pero no muy alto ya que el miedo me recorre un poco por las venas.

Me siento unos minutos y cuando veo que son las ocho, me sorprendo de lo rápido que se ha pasado el tiempo aun estando aquí sola y esperando. Decido levantarme, me sacudo la parte trasera de los pantalones y me incorporo decidida a irme.

Justo en el arbusto que se encuentra al cruzar la esquina, se halla otro avión de papel solo que esta vez es de color rosa pastel. Con el ceño fruncido, pero esta vez más intrigada, lo cojo y lo abro.

Has llegado tarde, pero te doy otra oportunidad; llama a este número 6** ** ** **.

— ¿Quién coño eres?—la pregunta se queda flotando en el aire. Me guardo el avión de papel en el bolsillo de mi sudadera, y vuelvo para adentro. 

Al llegar al comedor, Laura ya se encuentra sentada en nuestro sitio cenando lo que parece ser una berenjena rellena de verdura. Cuando alza la mirada y me ve, levanta su brazo y me hace una señal para que me acerque rápido. 

— ¿Qué pasa, qué pasa?— digo sentándome a su lado.

— Te acabas de perder la mejor escena del mundo.— dice tras limpiarse la boca con una servilleta.— Miranda se ha acercado a Raúl diciéndole que vuelva con ella, mientras ella le pasaba sus brazos por su cuello y se apoyaba en su cabeza...— pongo los ojos en blanco al ver la cantidad de detalles que me da Laura.— El caso, que él la ha rechazado delante de todos, ¿no es guay?

— Las vidas de esos dos me traen sin cuidado.— digo y acto seguido, me levanto para pedir mi plato.

Cuando terminamos de cenar, Pepe nos avisa de un toque de queda a las once. 

Minutos antes del toque de queda, me encuentro andando descalza por el suave parqué del pasillo. Localizo el telefono local a duras penas, y echo una ojeada por todo mi alrededor antes de marcar el número.

A los tres pitidos, una voz familiar suena por el otro lado del teléfono, haciendo que mis pies permanezcan clavados al suelo.

Raúl 

La cena me habría sentado mejor si Miranda no hubiese venido a molestarme, rogándome que vuelva con ella. Siempre me ha gustado tener a las tías muriéndose por mí, y que sobre todo vayan detrás mía todo el rato mientras no se dan por vencidas; creyendo que en algún momento caeré en sus redes.

Ahora no entiendo porqué pero me cansa y me desquicia que sean tan pegajosas. Necesito últimamente mi espacio, mi tiempo para pensar e intentar averiguar qué me está pasando. En este mes no he parado de darle vueltas a Álex y a su jodida manera de sonreír.

Manera de joderme. Fallo mío.

Me llevo las manos a la cara, deseando atravesar con mis dedos ésta y arrancarme el cerebro de cuajo; aquel que me está traicionando tanto. Siempre he sido un mujeriego, ¿por qué ahora no me sale seguir siéndolo?¿Por qué demonios cuando veo a Alex, siento que no quiero hacerle daño?

Encima es la única tía que no se deja conquistar fácilmente, se nota nada más con ver su carácter. Esa valentía de plantarle la cara a todo, de plantármela a mi.

Es increíble, es única.

Únicamente idiota, infantil, llorona.

—Es insoportable.— gruño intentando confundir a mi cabeza, mientras lanzo mi cojín a la otra punta de la habitación.

Miro el reloj, faltan quince minutos para el toque de queda; tengo quince minutos para ducharme si es lo que quiero ahora mismo. Cojo mi toalla del cesto, y me la llevo al hombro para tener las manos libres. Reviso mi móvil para ver si tengo algún mensaje y nada, así que lo vuelvo a dejar en su sitio; debajo de la almohada.

La ducha me sienta estupendamente y me devuelve las ganas de estar despreocupado. Me ha servido para relajarme y ahogar mis ridículos pensamientos. Con una sonrisa, me miro al espejo y comienzo a lavarme los dientes con el cepillo eléctrico que tengo en mi taquilla. 

Cuando termino, miro el reloj y veo que faltan dos minutos para las once, así que me apuro en cerrar mi taquilla con la llave y me marcho a mi cuarto. Una vez que llego al pasillo donde se encuentra, recuerdo que a mi nunca me ha importado el maldito toque de queda, así que me relajo y me dispongo a ir a mi propio ritmo hasta mi habitación.

Nada más entrar, mi móvil deja de sonar.

- Mierda.- mascullo entre dientes. Se me ha olvidado ponerlo en silencio.

Aún así, me extraña que alguien me hubiese llamado, ya que desde que estoy aquí internado, nunca he tenido una llamada.

Número privado.

Tenso la mandíbula, ¿pero qué es esto?

De repente, el móvil vuelve a sonar y rápidamente descuelgo y me dirijo a la zona más alejada de la puerta por si alguien pasa por el pasillo y me pilla con el móvil.

—¿Se puede saber quién eres?— pregunto molesto nada más descolgar. Una risita desde el otro lado de la línea comienza a sonar.

- Sigue así, y no tendrás problemas conmigo.— su voz me resulta desconocida, y su felicitación aún más.

— Cuidado que lo mismo los problemas te los estás buscando tú conmigo por darme el follón a estas horas, imbecil.— suelo, y cuelgo.

Guardo mi móvil con enfado debajo de la almohada, y me siento en el banco empotrado cerca de la ventana, para observar el bosque.

No entiendo el fuste de construir un cutre internado en medio de un bosque. Aunque en verdad, me relaja.

De repente, escucho unos pasos que hacen que mi atención se pose en ellos.

Miro el reloj de pared que se encuentra en frente mía; son las doce. El toque de queda fue hace una hora. ¿Quién coño está fuera merodeando y corriendo a estas horas?

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Capítulo 6 editado.

Maldita apuesta. PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora