Capítulo 16

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Raúl

Cierro de un portazo nada más llegar a mi cuarto. Comienzo a darle puñetazos al cojín de mi cama, como si fuese la puta cara del cabrón de Aitor.

La rabia se apodera de mí y siento ganas de gritar. No me puedo creer que Álex me haya usado. Ella no es como yo. Es imposible.

— Tío, joder. ¡Hijo de puta! — lanzo el cojín a la puerta y me siento en la cama, con la cabeza apoyada en las manos.

No doy crédito a las palabras de Alex. Cuando estaba con ella en la azotea, sus ojos estaban cargados de miedo y dolor. He visto el brillo en sus ojos cuando me ha besado. No puede decirme que todo era un puto montaje para poner celoso a su exnovio.

¿Celoso de qué? ¿De mí? Si ella quiere estar con el, no hace falta darle celos, porque lo tiene comiendo de su puta mano.

Me dejo caer en la cama, y miro al techo blanco, buscando un mínimo defecto en él para fijar mi atención. Necesito relajarme.

De repente, varios golpecitos a mi puerta hacen que me siente de golpe en la cama. Me quedo quieto, en silencio, cómo poco a poco se abre la puerta.

Un suspiro de alivio sale al ver que se trata de mi madre.

— Mamá.—

— Hola cariño. — me dice entrando a la habitación, y dirigiéndose hacia a mí.

— ¿Y eso que estás aquí? — nunca suele subir a verme, ya que el trato que mantenemos es el de directora-alumno.

Me percato de que trae consigo una caja pequeña de madera vieja. Se nota que tiene varios años ya que se perciben pequeñas grietas. En el centro, hay talada una inicial, la C.

— ¿Qué es eso? — le pregunto a mi madre, sin poder evitar mi curiosidad.

Ella no me contesta, pero me sonríe. Con su mano derecha me acaricia el pelo y me pellizca suavemente la mejilla, como cuando me hacía de pequeño.

— Era de tu padre.— me responde.

Mi rostro cambia al completo y ella lo nota. Me tiende la caja y al ver que no se la cojo, me la coloca sobre las piernas.

Hace mucho tiempo, mi madre me contó que cuando quedó embarazada, mi padre nos abandonó. Desde entonces, siempre he crecido teniendo a mi madre realizando también el papel de papá.

Nunca he sido lo suficientemente valiente para preguntarle el motivo de nuestro abandono, ya que deducía que sería por temor a llevar una familia tan joven.

Ahora, tengo a mi madre delante con una caja de quién parece tener la etiqueta de padre, cuando no es así.

— Mi padre eres tú.— le respondo lo menos brusco que puedo, pero se queda en un intento.

A mi madre la quiero mucho, siempre le he guardado respeto y aunque soy un tipo bastante egocéntrico, agresivo e impulsivo, con mi parecen desaparecer todas características.

Parezco otro. Diferente. Mejor persona.

Seguro que si fuese así con Alex, y con el resto del mundo, mi vida sería menos compleja. Desafortunadamente, yo no elijo cómo ser, y menos con quién ser.

Maldita apuesta. PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora