Echo un último vistazo a mi habitación vacía, antes de salir y cerrar la puerta.
—Alex, siento haber recurrido a esto.— me dice mi madre, por enésima vez. Si ella cree que la voy a perdonar, se está equivocando totalmente. Me he pasado todos los días estudiando y estudiando para conseguir una nota bastante alta para entrar a una de las mejores universidades de España, ¿y ahora resulta que todo el esfuerzo se va a la mierda? Es increíble que esto me esté pasando a mí.
— No me toques.— le digo cuando la veo acercarse con los brazos abiertos para abrazarme.
— Si es por tu carrera, no pienses que no la vas a tener; tu plaza está guardada para el año que viene.—me intenta calmar, pero no lo va a conseguir.— Sólo es un año en aquel internado, nada más.
Salgo de mi casa, y me dirijo al taxi que está esperándome. Abro el maletero y meto mi maleta, y una mochila que llevo a cuestas. Lo cierro y me voy para las puertas traseras, abro una de ellas y entro.
Miro a mi madre con lágrimas en los ojos, que hacen que la vea borrosa. Me dice un lo siento moviendo sus labios, y yo meneo la cabeza de lado a lado, como respuesta. El taxi se pone en marcha en cuanto Teo le paga, sin siquiera preguntarme la dirección ya que seguramente se lo habría dicho ya él o mi madre.
Saco el móvil y me pongo los cascos, con la canción Ójala de Beret. Es una de mis canciones favoritas porque me identifico mucho con la letra.
Durante el trayecto, que dura dos horas y media, me dedico a dormir y a soñar con mi amor platónico, Patch Cipriano. También aparece Jace Herondale, ambos peleándose por mi.
Ojalá un Cipriano o un Herondale en mi vida.
— Ya hemos llegado.— me dice el taxista; sus ojos grises me miran a través del espejo retrovisor, invitándome a salir.
— Muchas gracias.— le digo con una media sonrisa. Abro la puerta, salgo y me dirijo al maletero.
Me quedo unos minutos observando detalladamente el internado.
Está rodeado de una especie de muralla, y luego dentro, hay un pasillo ancho que lleva a lo que es el internado en sí. Es viejo pero llama la atención.
Nada más entrar, veo a una mujer de unos cuarenta y muchos años dirigiéndose a mí con una sonrisa de oreja a oreja.
— Buenas tardes, señorita Rodrígez.— dice estrachándome la mano.— Bienvenida al Internado Estrella Blanca. —sonríe.— Yo soy la directora Castro.
—Encantada.— no sé qué otra cosa puedo decir. ¿Presentarme? Si parece ya saber más cosas que yo.
— Acompáñeme al despacho y le explico un poco todo el funcionamiento y las reglas de Estrella Blanca.— comienza a andar todo recto y yo la sigo.
No sé, quizás podría decirme ¿necesitas ayuda? porque parece ser que mi equipaje es invisible, ni se percata de ello.
Por suerte, el despacho está cerca.
Nada más entrar, dejo mi mochila sobre la silla libre que hay al lado de la papelera, que se encuentra en el pico esquina. La maleta simplemente la dejo en medio y me siento en la silla que me señala la que va a ser mi directora durante todo un año.
Que eternidad.
— Para empezar, este es el horario.— saca unos papeles de uno de los cajones de la mesa y me los muestra.— En este podrás ver a qué hora es el desayuno, la comida y la cena.- pasa al otro folio y lo coloca encima.- Este simplemente es un plano del internado, para que no te pierdas los primeros días.—en cada parte específica hay un numerito, y el nombre de ese lugar lo pone a la derecha, en una columna junto al resto de números.
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Maldita apuesta. PAUSADA
Teen FictionJuguemos; finge quererme, y yo te creeré. Te diré mi amor, mi vida, mi cielo, mi princesa, y tú, di que me amas. Juguemos a amarnos, y quién sabe, puede que a lo mejor entre una de esas tantas mentiras, nos salga una verdad. #5 Novela Juvenil |EDIT...