Capítulo 18

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Raúl

No entiendo por qué Aitor no me puede dejar tranquilo. Si está aquí por Alex, y ya ha conseguido que le elija a él, ¿por qué me tiene que estar suplicando que apueste con él algo? Sin duda, estoy cansado de ellos dos. Antes de la llegada de Alex todo era más fácil; me acostaba con tías diferentes cada fin de semana en la cabaña que cogemos siempre, sin importarme parecer un chulo y mujeriego. 

Y ahora aquí estoy, estancado en ella. 

— Aitor, venga.— le meto prisa— Quiero que te largues lo antes posible. 

— Raúl, sé que estás pillado por Alex, aunque no estás enamorado de ella como lo estoy yo. — me dice, poniéndose una mano en el lado del pecho izquierdo— Sin embargo, la quiero tanto que no puedo estar con una persona que piensa en otro mientras está conmigo.

Frunzo el ceño al oírle.

— Pero si te ha elegido a ti, pedazo de imbécil.— le recuerdo— ¿Qué es lo que no te entra en la cabeza?

— Es la inseguridad.— pone cara triste— Aunque me haya elegido a mí, quiero ponerla a prueba de si cae contigo. Si lo hace, ambos ganamos. Tú más que yo.—mi rostro comienza a mostrarse pensativo— Yo me doy cuenta de que estaba con alguien no me amaba tanto como yo a ella, y tú te das cuenta de que ella te ama a ti y podréis estar juntos.

La situación me parece extraña. Aitor había parecido ser un chulo y seguro de sí mismo; en cambio, ahora que ha recuperado a su chica, parece mostrarse todo lo contrario. 

Observo un pequeño movimiento al llevarse la mano al bolsillo de su pantalón.

— Eh, ¿qué pasa ahí?— le pregunto, señalando con la cabeza su bolsillo. Él alza las manos como si fuera un atracador cazado por la policía.

— Tranqui, nada.—me responde y, tras observar sus manos vacías, me relajo.

— ¿Apostamos?— pregunto y veo cómo sonríe ante mi iniciativa.

— ¿A qué?—se hace el tonto, y pongo los blancos al tener que repetir yo de mi propia boca la maldita apuesta. 

— A que me llevo yo a Alex con tan solo darle un beso.— él sonríe intensamente.

— ¿Estás seguro?— me pregunta y yo suspiro.

— ¿No quieres jugar? —alzo una ceja— Pues juguemos. 

Se vuelve a llevar la mano al bolsillo y avanzo dos pasos para ver qué se traía entre manos. Para mi sorpresa, saca un cigarro.

— Tranquilo.— me relaja— ¿Quieres uno? —me ofrece.

— Quiero que te largues ya.


Alex

4:30 h

Abro los ojos de golpe y me siento lo más rápido posible en mi cama. Respiro apresuradamente y me doy cuenta de que estoy sudando. En el suelo yace mi pequeño peluche de un dálmata de Disney, me estiro para recogerlo y colocarlo en la cama.

Maldita apuesta. PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora