Capítulo 15

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Permanezco inmóvil llorando. Me ha costado mucho tiempo superar cada violación por parte de Aitor, e incluso, me atrevo a decir que no lo he terminado de hacer ya que muchas noches esos momentos de tortura invaden mis pensamientos.

Observo cómo se sube los pantalones y me mira con deseo. Odio cuando lo hace.

— He disfrutado como un niño pequeño. — me confiesa. Se vuelve a echar a mi lado y me acaricia la espalda. — Te juro que eres preciosa, Alexandrita. Y siento mucho que Raúl no vaya a tener la misma suerte que yo.

Tras esas palabras, me quita del tirón la cinta de la boca.

Me comienza a besar, y yo bajo ningún concepto le sigo el beso. Cuando se detiene, me coge de la cara con fuerza y me obliga a mirarlo.

— Escúchame, princesita. Vamos a salir de aquí enamorados hasta las trancas, y tú la que más.— pongo cara de asco y le escupo en la cara.

— ¡No pienso fingir que somos novios! No quiero que me toque nadie. Y menos tú. — le grito — Si no quieres que esté con Raúl, no lo estaré. Pero no me obligues tampoco a estar contigo.

Aitor se comienza a reír alocadamente. Se pone en pie de un salto y me coge del brazo para levantarme del tirón.

Siento una punzada de dolor en el hombro, y me asusto por si se me sale este, como me pasó de pequeña una vez.

Me mira a los ojos y me quita un mechón de pelo de la cara, para acto seguido, colocármelo detrás de la oreja.

— Me vas a hacer caso.— comienza diciendo — Porque si no, hago así...— saca su móvil del pantalón y me muestra un número oculto — Marco. Y adiós a Raúl y adiós a tu mejor amiga.

Mis ojos se abren de golpe, ¿cómo puede ser tan gilipollas? No puede ser tan estúpido, tan mala persona, de obligarme a estar con él para que a la gente que quiero no hacerle daño.

— ¿Durante cuánto tiempo?— le pregunto, esperanzada de que me diga que solo una semana como mucho.

— Indefinido.— me sonríe — ¿Eso es un sí?

Ando por el largo pasillo lo más rápido posible para no encontrarme con nadie. Mi rostro está desencajado y, seguramente, estalle en lagrimones ante la primera persona que se me cruce.

Ojalá poder ser capaz de levantar el móvil y, por primera vez, contar que sufro acoso sexual.

Lo único que le agradezco a Aitor es que me haya dejado salir a mí primero, y me haya dicho que descanse, que mañana empezamos con todo.

Siento náuseas al imaginarme lo que me viene encima, y me muerto el labio inferior para evitar llorar o gritar.

Vislumbro a lo lejos la puerta de mi habitación y acelero. Necesito entrar ya. Cuando llego, me llevo la mano a la manivela y se abre.

Pero no la abro yo.

— ¡Dios! Estaba preocupado — exclama Raúl. —¿Estás bien? — me mira de arriba a abajo y da un paso hacia delante para abrazarme.

Retrocedo.

— E...estoy bien.— le respondo, fijando la mirada en el suelo. Necesito que se vaya, porque en cualquier momento me pondré a llorar.

— No te creo.— me responde. Lleva sus manos a mi cara y no puedo evitarle porque mis movimientos son más lentos que los suyos.— Alex, por favor, cuéntame qué ha pasado.

— ¡Déjame, Raúl!— le empujo, haciendo que entre a mi cuarto. Me pongo nerviosa por si aparece Aitor por la puerta y malinterpreta la situación. No quiere que piense que se lo voy a contar a Raúl.— Vete, por favor.

Maldita apuesta. PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora