CAPÍTULO 7. Conexión.

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Sentí un dolor en mi cabeza y estómago. Abrí mis ojos y estaba acostada, un rayo de luz entraba entre ambas cortinas.
Miro mi celular y la hora marcaba las 16:45 hs, significaba que había dormido horas sin parar.
Encontré un papel pegado al vidrio de mi ventana con 6 notas de color verde.

—No lo puedo creer.

Abrí la cortina y miré a la enfrentada, se cerró su cortina inmediatamente y no llegué a ver de quien se trataba.

—Hey, ¿Quién eres?

No recibí ninguna respuesta, comenzaba a creer que mi vecino era un niño pequeño.

Sonó mi celular y lo tomé para ver el mensaje.

-Hola morocha. Cuando lo leas llámame. -Tom.

¿Llamarlo? No, ni en los sueños.

Dejé el celular en la mesita de noche y caminé hacia el baño, pero anres de entrar volví a mi habitación rápidamente.

—No puede ser que vaya a hacer esto.

Por dentro dije "no", pero mi conciencia no dijo lo mismo.

Llamando...

-Hola morocha.

-Hola, ¿Qué necesitas?

-Saber como te encontrabas... después de lo que sucedió ayer.

-No recuerdo mucho.

-Chad estuvo a punto de...

-Oh, recordé, mierda.

-Y tu amiga...

-¡MOLLY! Debo irme, adiós.

-Yo quería preg... -corté con la llamada.

Lo había olvidado, fui nuevamente hacia el baño. Me quité lo que llevaba puesto y entré en la bañera, para luego de unos minutos salir y vestirme otra vez.

Estaba por ponerme una blusa cuando vi moretones en mi torso, por lo que recordé con claridad la situación en la que Chad me acosaba como un bestia.

Luego de prepararme, tomé las llaves y fui hacia la puerta, abriéndo y cerrándola detrás de mí.
Fui tomar el autobús y afortunadamente, llegó rápido.

En el viaje iba pensando con lo que me encontraría, el estado de Molly, que pensaría la madre de ella.

Llegué a su casa y toqué timbre, pero nadie contestó, por lo que decidí gritar.

—¡Molly!

Salió su madre y me abrió con una sonrisa, lo que me hizo creer que no estaba enterada de nada.

—Hola Keira, mi hija aún no despierta, pero quizás tu puedas —dice parpadeando.

—No se preocupe, yo lo arreglo —le dije y subí las escaleras.

—Molly despierta por favor, —la sacudí.

—¿Quién eres? Cállate —me respondió hundiendo su rostro en la almohada.

—Molly por favor levántate.

Levanté su cuerpo y vi como se retorcía, tomándose la barriga con la mano izquierda.

—Quiero ir al baño —dijo débilmente.

La ayudo a ponerse de pie y la acompaño al baño, sin hacer mucho ruido.

Se acercó al retrete y comenzó a vomitar, lo cual me dio asco pero tuve que hacerle una coleta en el cabello para que no se ensuciara.

—Molly aún no es tarde para tomar la pastilla, por favor vamos.

—De acuerdo, que mi madre no se de cuenta —dice poniéndose de pie y enjuagando sus manos y boca.

—No te preocupes, agárrate de mi brazo.

Caminamos hacia su habitación y se cambió de ropa.
Bajamos por las escaleras y fuimos hacia la puerta, casi ni podía caminar de los dolores.
Por fortuna, su madre no oyó nada y nos subimos al auto, yo conduje hacia la farmacia más cercana.

—Llegamos, aguarda aquí que compro las pastillas y vengo.

Bajé del auto y caminé hacia allí.

Sentí nervios y vergüenza al tener que pedir pastillas pero ya sea por mi amiga.

—Hola, disculpa, no entiendo mucho sobre esto pero ¿Tienes anticonceptivos?

—Hola, si claro, espere —me respondió una adorable mujer con una amplia sonrisa.

Dio media vuelta y busco una pequeña caja, se fijó el precio y el vencimiento, y luego me la entregó.

—¿Cuánto sale?

—Descuida, te la daré gratis porque entiendo tu situación y si quieres puedo ayudarte —responde dejándome con los ojos muy abiertos.

—Oh, no son para mí, son para mí amiga, pero déjame darte algo de dinero, por favor.

—No, de veras, además se la dieron de muestra a la jefa así que no hay problema
—dice con una sonrisa nuevamente—, mucha suerte.

—La necesitará, gracias en serio.

Salí a la calle nuevamente y caminé hacia el auto.

—Madre mía que olor.

—Lo siento, acabo de vomitar, igual lo hice en una bolsa —me responde Molly.

—¿Ahora si tienes precaución con las cosas?

Frunce el ceño y me dirige la mirada, boquiabierta.

—¡Oye!

—Ten las pastillas.

Conduje hacia mi casa, luego de unos momentos llegamos y bajamos.

—Mamá ¿Estás ahí? —pregunté al aire.

No recibo respuesta, por lo que camino con mi amiga a mi habitación.

—¿Éstas son las notas? ¿Sigues recibiéndolas? —Me pregunta mientras se acomoda en la cama con las hojas.

—Sí, me las entrega mi nuevo vecino a escondidas—respondo mientras doy pasos hacia la ventana.

—¿Quién es tu nuevo vecino?

—Aún no lo sé. —Abro las cortinas, mirando hacia las suyas.

—Oye llega a ser guapo y lo tienes en frente tuyo, vaya suerte la tuya.

—A cuatro metros —le respondo pensativa—. Bueno ahora traigo agua, el tiempo es oro.

Tardé unos diez minutos aproximadamente porque me llamó mi abuela por teléfono y no había manera de hacer que deje de hablar.

—Lo escuche tocar la guitarra —dice Molly mientras le alcanzo el vaso de agua y bebe la pastilla.

—Algunos días el toca la guitarra y yo canto, me gusta nuestra conexión.

—Estáis loca, que no le conoces.

—Lo sé, pero ya lo haré.

A Cuatro MetrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora