CAPÍTULO 28. No te vayas.

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—Es mejor que ya no pienses en él.

—Molly, no entiendes.

—Claro que entiendo, pero por eso mismo, no puedes vivir pendiente a Tom. —bebe un sorbo de zumo de naranja.

—¿Por qué no?

—Porque ya pasó mucho tiempo, Keira. —me mira con cara de pena.

—No me importa.

Estábamos sentadas en el césped, en el recreo. Y ya habían pasado meses del accidente de Tom, nos encontrábamos en los últimos días de noviembre, por lo tanto en días terminaríamos el ante último año del instituto.

—¿Entiendes que hay pocas probabilidades de que vuelva a despertar?

—Está así por mi culpa.

—No, Keira.

Nunca voy a entender como la vida pudo haber sido tan cruel, ni como tuvo Tom el valor de salvarme.

Pareciera como si el destino no quisiera que estemos juntos.

Matt y Gian se acercaron a nosotras.

—¿Cómo te encuentras? —me pregunta Matt mientras se sienta en el césped.

—Igual que siempre. —hice una mueca y me recosté.

—¿No crees que ya debes soltar? —Gian se recuesta también.

—Yo dije lo mismo. —dice Molly, apoyando su espalda en el césped.

—No me rendiré.

Me causó gracia ver a Matt, aún sentado, miraba el césped sin ganas de recostarse.
Él era la diva del grupo.

—Yo estoy de acuerdo contigo, pero también puedes hacer otras cosas y distraerte un poco. —dice él.

—Yo así estoy bien.

Se quedaron callados por un momento. Ellos no sabían sobre el plan que teníamos Kim y yo, es decir, no estaban enterados de que yo pasaba todas las noches en el hospital. Tampoco pensaba contárselo a nadie.

Al sonar el timbre, los cuatro nos pusimos de pie y caminamos hacia los pasillos.
Austin se acercó a Molly y se quedaron hablando.

—Tú ocultas algo. —escucho la voz de Matt al lado de mi oído, susurrando.

Me di media vuelta pero intenté no mirarlo a los ojos, miré hacia el suelo y luego a unas personas que pasaban y nos miraban.

—No.

Tomó mi mentón e intentó buscar mi mirada, pero no lo logró fácilmente.

—Dime.

—Luego te diré.

Soltó mi mentón y lo miré a los ojos, le brillaban.

—No te metas en líos.

Me reí y di media vuelta.

Al estar en el aula, era difícil el hecho de que Tom no esté sentado en aquel banco.

También era difícil el haberlo recordado la mayor parte de lo nuestro y no haber podido decírselo, quién sabe si habría sido mi última oportunidad.

Aunque no quiero creer eso, quiero creer que volvería a despertar y podríamos ser felices, o por lo menos intentarlo.

***

Se me hizo costumbre que llegue la noche y vestirme de Lía, entrando a la habitación y cuidando de Tom.

Cada vez que me dormía en el sofá del hospital, soñaba o mejor dicho, recordaba.
Y así, de a poco, fui construyendo lo que habíamos vivido juntos.

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