CAPÍTULO 29: Nosotros.

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—¡Keira, despierta! ¡Tom está vivo!

Fue lo último que oí.
Las palabras de Kim retumbaban en mi mente.

Abrí mis ojos y me encontraba en una camilla, lo cual ya me estaba acostumbrando.

Creí notar que era de día, porque se oían los pájaros y en la pared estaba impregnado el reflejo de la luz.

—Morocha.

Mis ojos se abrieron de par en par y miré hacia mi derecha, había otra camilla y no lo había notado.

—¡Tom! —intenté levantarme pero tenia conectada mi muñeca al suero.

—Quédate ahí, no podemos movernos aún.

Estaba recostado con solo dos cables conectados a él.

—¿Estoy muerta?

—No, tonta. —Se ríe y pone los ojos en blanco.

—Pero...

—¿Creíste que había muerto? Pues yo también, pero me hicieron RCP y pude salvarme. —Sonríe.

—Yo creí que...

—Nunca te dejaría aquí sola —extiende su mano hacia mi, desde la camilla.

—Tom... —coloqué mi mano con la suya.

—Odiaré cada kilómetro, cada metro, cada centímetro, cada milímetro que me aleje de ti.

A pesar del lugar, del momento y de todo, sonreí y eso fue lo mejor que oí en mi vida.

—Te amo, Tom.

También sonrió y apretó mi mano con las fuerzas que pudo, que no fueron muchas.

—Yo a ti, morocha —soltó mi mano.

—¿Y ahora qué debemos hacer?

—Pues, no lo sé —se encogió de hombros.

Estuvimos unos momentos en silencio, a ver si alguien llegaba y nos decía algo, pero no, nada.

—Hmm...

—¿Vienes seguido por aquí? —dice y nos reímos.

—Últimamente, si.

—Nos seguiremos cruzando entonces —me hace un guíneo.

—Espero que en mejores condiciones.

En ese instante, entro una enfermera que jamás había visto por allí.

—Buenos días —dijo algo seria.

—Disculpe, ¿Y Kim?

—No trabaja más aquí, señorita —me dirige la mirada.

Yo miro a Tom y él a mi, se encoge de brazos y volvemos a mirar a la enfermera.

—¿Y podría decirnos por qué?

—La echaron —lo dijo con tanta frialdad que no se le movió ni un pelo.

Nos quedamos callados y ella continuó hablando.

—Si me dejan trabajar sin hacer preguntas, les haré unos chequeos y veremos si se pueden ir cuanto antes. —Abrió un maletín y comenzó a sacar agujas y demás.

Yo alcé una ceja, la verdad es que no me agradó en absoluto.

Primero se acercó hacia mi y me hizo una pequeña extracción de sangre para un análisis.
Luego se acercó hacia Tom.

—Me dan miedo las agujas —dijo y yo solté una pequeña risa.

—Que pena. —Le contestó y tomó su brazo con fuerza.

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