El diario de Elena (COMPLETA)

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Llego a mi departamento, me sirvo una copa de vino, enciendo el estéreo y me dejo caer sobre el sofá de cuero blanco para dejarme seducir por el saxofón de Kenny G. Entro en un estado de tranquilidad, pero por alguna razón, Amelia Habash irrumpe en mis pensamientos. Ahí donde nadie ha entrado desde hace mucho tiempo. De pronto recuerdo todas esas cosas que había visto en su habitación.; sus fotos, los lugares que había visitado, sus libros de medicina y algunas novelas. Jane Austen y Nicholas Sparks parecían ser sus autores favoritos. Entonces recordé que mi padre solía decir que se podía saber mucho de una persona por lo que leía y si eso era cierto, Amelia era una chica intelectual, romántica, apasionada y amante de los finales felices, tal y como lo eran aquellos escritores. Por lo tanto, no merecía todo lo que estaba pasando.

Podría atribuir mi interés por ella al hecho que mi padre era un amante empedernido de Sparks y solía verlo pasar horas en el sofá leyendo "Mensaje en una botella". Era su libro favorito el cual nunca había leído porque reconocía abiertamente que muchas de esas obras me parecían grandes pasteladas. Yo era más de “El arte de la guerra” o de la filosofía. De cualquier forma, el punto era que aún no podía entender cómo sin conocerla me había hecho tan cercana a ella. Su madre la había abandonado cuando era una niña; era otra coincidencia que me hacía sentir un poco de empatía. Sin embargo, sabía que era poco probable que la encontráramos con vida. Ya me había pasado en muchos casos anteriores, pero algo en mi interior me hacía pensar que esto sería diferente. Algo dentro de mí, me hacía gastar todo mi tiempo y mi energía en idear la manera de hallarla. Tal vez era porque me había enamorado apasionadamente de mi profesión. Sin embargo es justo admitir que nunca me había interesado tanto en un caso.

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Al día siguiente, llegué a la oficina y me encontré con algunas novedades. Teníamos el teléfono de Arafat intervenido y nuestros agentes lograron rastrear una llamada extraña que le habían hecho esa mañana. En la conversación el hombre le daba una última oportunidad para conseguir el dinero o si no matarían a su novia y también a él. Este hombre le daba un ultimátum; lo que obviamente significaba que no era la primera vez que hablaban sobre el secuestro.

¿En qué lío se había metido éste imbécil?, Era evidente que él estaba involucrado, pero con esta última pista, parecía que el secuestro tenía que ver más con una deuda que Omar tenía con estos tipos. Mi impresión era diferente antes de descubrir esto. Pensaba que él había hecho algo más siniestro. Quizás haberla asesinado y después contactar a su padre para que todo apuntara a que la habían secuestrado. Al parecer me equivoqué y, debo decir, que me alegra haberlo hecho. Ahora tenía la certeza que estaba secuestrada y que seguía con vida.

La llamada se rastreó hasta una fábrica abandonada a las afueras de la ciudad. Era un lugar lúgubre y solitario. Seguramente era el sitio donde tenían escondida a Amelia desde hace más de una semana. Mi mente ya había hecho un pequeño viaje en el tiempo. Ya había entrado a la fábrica, acabado con todos aquellos delincuentes y, finalmente, traído a Amelia de vuelta. Sin embargo, en la realidad, estaba muy lejos de ello. Estaba en esa oficina pensando detalladamente mi siguiente paso.

Me recosté en la silla y me pasé los dedos por el cabello. Suspiré profundo y de repente sonó el teléfono sobre mi escritorio. Me incorporo entonces y lo contesto.

-Detective Hanks –la voz gruesa de Bob me saluda-. Omar Arafat está aquí. Quiere hablar con usted.

-Hazlo pasar, Bob.

Mi corazón salta de ansias, aunque intento mantenerme serena. No tenía idea que vendría a verme. Tenía al señor Arafat de primero en mi lista de sospechosos, pero quizá mi instinto había fallado esta vez. Tal vez no tuvo nada que ver en el secuestro de Amelia y había venido a tratar de ayudarme con la investigación.