VI

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Tenía mi mirada clavada en aquella invitación.

'Celebración de la boda entre Amelia Habash y Alexander Stone. Sábado 21 de junio a las 3:00pm

...No falte usted por favor

Atte:

Alex y Amelia'

Pude haber previsto muchos finales en esta historia, pero este era, por lejos, el peor de todos. Estaba en la oficina, tenía muchos papeleos por hacer, pero mi mente estaba en esa invitación. No dejaba de imaginarme a Amelia vestida de blanco, caminando hacia el altar. Su cabello recogido en un elaborado peinado, su maquillaje impecable y esbozando una sonrisa de felicidad. Me imaginaba a mí misma sentada en aquel sitio como una idiota, observando cómo se acercaba cada vez más a Alex y se alejaba cada vez más de mí. De ninguna manera iría. No podría soportarlo.

-Te veo un poco atareada con eso -oigo de repente.

Levanto mi vista con un sobre salto y observo a Alex entrar a mi oficina. Escondo vagamente la invitación debajo de mis carpetas.

-Hola, Alex. Estoy un poco ocupada... ¿te importaría?... -hago un ademán con mi mano hacia la puerta intentando quitármelo de encima.

-Elena, sé que fui muy grosero contigo la otra tarde pero quiero disculparme.

-No te preocupes. Creo que dijiste lo que pensabas.

-No es lo que pienso. Tú sabes que te adoro, que eres mi mejor amiga. Bueno, mi única amiga.

Bajo la cabeza.

-Para que veas que lo que digo es cierto, voy a ayudarte con tus papeleos -dice sonriendo.

-A ver si es verdad -le digo.

Nos reímos.

***

Al día siguiente fui a la oficina a dejar todo el papeleo listo, Alex me había ayudado a adelantarlo, pero aún debía terminarlo. No dejaba de pensar que, en tan solo un día, Amelia se casaría. Aquello rondaba mi cabeza dejándome un sabor amargo en la boca. Era una línea divisoria; un muro fronterizo; una fecha de caducidad de mis deseos más desesperados que, después de ese día, debía desecharlos y olvidarlos para siempre. No lo había asimilado hasta ahora. Aunque no sabía exactamente qué quería para Amelia y para mí, estaba segura que esto no era. Tal vez pensaba que viviríamos así para siempre. Juntas. Sin embargo, esa palabra no definía muy bien nuestra convivencia. En realidad, no vivíamos juntas. Vivíamos muy lejos. Sólo teníamos esas confusiones que me habían logrado volver loca; esos abismos interminables de preguntas sin formular. Ya no tendríamos más conversaciones a mitad de la noche; ni me contaría sus miedos, sus sueños. No me contaría cómo había ido su día o cómo había seguido algún paciente suyo.

Suspiro luego de un rato intentando aliviar mi pesar, pero no sirve de nada. De pronto escucho ruidos afuera. Algunas risas y la voz petulante de Alex se adueñan del lugar. Parece hacer un gran anuncio. Salgo al corredor y lo observo.

-Hoy será mi despedida de soltero y como era de esperarse, haré una gran fiesta. ¡Están todos invitados, por supuesto!

Lo observo y sonrío. El lugar está repleto de hombres que ríen y le aplauden. No me molestaba en absoluto, estaba acostumbrada a un ambiente de ese estilo. Aprendí a lidiar muy bien en medio de un mar de testosterona.

-Elena, vendrás a mi casa, ¿no? -pregunta él, enérgico.

-No creo, tengo mucho trabajo, de seguro estaré aquí hasta tarde.

El diario de Elena (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora