IV

1.3K 129 11
                                        

Al llegar a casa encontré a Amelia envuelta con una cobija en el sofá mientras leía un libro.

-Hola –le digo.

-Hola, ¿cómo estuvo tu almuerzo?

-Muy bien –repongo-. ¿Y, tú qué tal?

-Bien –repuso sin apartar su vista de la página.

Me acerco y me siento junto a ella en el sofá.

-¿Qué lees?

-Sentido y sensibilidad de Jane Austen.

-Realmente amas a Jane Austen, ¿no?

-Completamente -dice con brillo en su mirada-. Prometiste que leerías Orgullo y prejuicio. Sé que cuando lo leas te enamorarás de ella tanto como yo.

-Ya vi la película. Además, no es mi estilo.

-Jane Austen es del estilo de todos.

Me enconjo de hombros.

-No es el mío...

Me levanto y me acerco al mini bar para servirme una copa de vino.

Doy un sorbo, y es todo lo que alcanzo a tomar antes de darme cuenta que Amelia se abalanza hacia mí con la intención de quitarme la copa. Lo logra, pero al hacerlo derrama casi la mitad del líquido sobre mi camisa de algodón blanca.

- ¿Qué haces? –le reclamo.

-Estás tomando medicamentos todavía. ¡No puedes ingerir alcohol! –dice colocando la copa sobre el bar.

-¡Mira lo que has hecho con mi camisa!

Siento que la camisa se adhiere a mi pecho humedeciéndolo y logro ver el líquido rojizo recorriéndola hasta caer poco a poco en la alfombra que recubre el piso del salón.

Ella me escanea y entonces se da cuenta del desastre que ha ocasionado. Cubre su boca con sus manos y suelta una carcajada inocente. Su risa es demasiado contagiosa para continuar seria.

-Lo siento, Elena –se ríe

Me río involuntariamente,

-No te preocupes, la meteré a la lavadora.

-¡No! –me detiene-. Hay que colocarle un poco de vino blanco para sacar la mancha.

Se acerca y comienza a desabotonar mi camisa inmediatamente.

Mi rostro cambia totalmente y siento que mis mejillas arden. Dudo que sea real lo que estoy observando.

Baja poco a poco al tiempo que va descubriendo mi pecho y parece que no se da cuenta que mi corazón late fuertemente.

-Yo la quitaré, no te preocupes –le digo, retirando sus manos y evitando que quite el último botón.

Escapo de allí y voy a mi habitación.

Creo que he olvidado por completo la mancha. Lo único que tengo en mi mente es la imagen de Amelia desvistiéndome. Siento un calor indescriptible en todo mi cuerpo. Ella hacía todas esas cosas sin un ápice de malicia. Era como si no tuviera conciencia del poder que tenía sobre mí; como si fuera incapaz de notar lo que provocaba con sus gestos, con sus atenciones, con su sonrisa.

Luego de unos minutos logro calmarme, me cambio de camisa y salgo de nuevo.

Ella me espera con una expresión de pena.

-Siento lo que sucedió.

-Tranquila, llevaré la camisa a la lavandería, o quizás la tire a la basura -bromeo.

El diario de Elena (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora