No lo quiero

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—¿Resultó como esperabas? —me preguntó Adrián al salir de los baños.

No quería hablar con el sobre eso, pero realmente necesitaba decirle a alguien.

—Puedes confiar en mi.

—Salió positivo. Estoy embarazada.

No sabía como me sentía en este momento. No tenía idea de que era lo que este sentimiento significa. ¿Era bueno o malo?

—Sentémonos.

Me llevó a una banca y no dijimos nada por unos minutos.

—Yo te ayudaré —dijo.

—Gracias.

—Lo digo en serio, cualquier cosa que necesites, me la puedes pedir a mi.

Asentí levemente.

—¿Me podrías llevar de vuelta?

¤*¤*¤*

El camino transcurrió en silencio, donde no hice nada mas que mirar por la ventana y agradecía que Adrián no dijera nada.

Estacionó fuera de la casa.

—Puedes marcarme si necesitas algo, cualquier cosa, no dudes en pedirmelo.

—Si. Bueno... adios.

Sali del auto y entré a la casa. Diego bajó por las escaleras.

—¿Haniel ya llegó?

—No. Hasta mañana a las 10 a.m. ¿Qué hacias con Adrián?

—Nada. Cena de amigos.

—Creí que no se llevaban bien.

—Si, digamos que quiere arreglar las cosas.

—Haniel se pondrá como loco cuando sepa que son amigos.

Me encogí de hombros. —Hay algo mas con lo que se olvidará de Adrián. Buenas noches.

Subí por las escaleras a mi habitación y dejé a Diego viendo la TV.

Me miré en el espejo. No notaba pancita aún. No había notado síntomas antes. Acaricié mi vientre por encima de la blusa.

Un bebé.

Tendría un bebé.

Me puse pijama y me metí en la cama. Con ambas manos en mi estómago me quedé viendo hacia la nada.

¿Estaba lista para un bebé? Claro que no.

Soy solo una estudiante.

¿Cómo lo voy a mantener?

¿Qué dirá Haniel? Se que me quiere, pero, ¿lo suficiente como para responsabilizarse?

Saldremos adelante. Yo lo sé.

Cerré mis ojos un tiempo.

Cuando los abrí, pegué un brinco al ver frente a mi a Uriel.

—¿Q-Qué haces aquí?

—Dicen que eres tan pendeja que te volviste a embarazar —sonrió mostrando sus dientes.

—¡Vete de aqui! ¡Vete!

Me levanté de la cama y lo empujé. Me tomó del cuello y me estrelló contra la pared.

—¡Suéltame!

—Me desharé de tu problema.

Una de sus manos se cerró en un puño.

—No es un problema —apenas podía hablar, el aire ya no llegaba a mis pulmones, lo arañaba, lo pateaba, intentaba morderlo, pero el ni siquiera lo sentía. Cuando me soltó caí al piso. Lo primero que hice fue llevarme las manos a mi vientre. Tomó vuelo y antes de que me pateara cerré los ojos.

Lluvia de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora