Sentimiento suicida

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Dos avisos:

a) Si alguna es directioner, se pueden pasar por mi perfil, tengo una de los chicos :)

b) Faltan como dos o tres capítulos para terminar más el epílogo :(

\(*-*)/

Le pedí a Adrián que me dejara en mi casa. Suspiré al verla frente a mi. Hace mucho que no venía, y sinceramente, me daba miedo estar aquí.

—Gracias por traerme —le dije mientras abría la puerta

—¿Quieres que me quede?

Aun no tenía demasiada confianza en Adrián, así que rechacé su oferta. Metí la llave en la cerradura y la giré hasta escuchar ese clic. Abrí la puerta y entré, di media vuelta y me despedí de él.

Cuando escuché su carro alejarse observé alrededor, todo parecía gris y sin vida. Me resultaba conocido y a la vez ajeno. No se sentía más un hogar. Caminé a través de la sala, deslizando los dedos por los muebles, dentro de mí aun tenía la esperanza de encontrar a mi mamá en la cocina, me dirigí hacia ahí, por un momento creí verla en la estufa, con una cacerola en el fuego, con sus ojos cansados y su sonrisa reconfortante. Parpadeé y su imagen desapareció. Me apoyé en la esquina de la pared, entre la sala y las escaleras. Mi madre era fuerte, todo lo que ella soportó por mi, todo lo que ella luchó por mi, rendirse no estaba en su vocabulario y lo borró del mío. Ella era una mujer fuerte, y me enseñó a ser así. Pero... maldita sea, no esperaba tener que ser fuerte tan pronto.

Me deslicé hasta quedar sentada en el suelo, puse mi cabeza entre mis rodillas y abracé mis piernas. Ella siempre me decía que yo era su ejemplo, que yo le enseñé a ser fuerte, cuando le pregunté, me respondió que todo lo que yo había pasado no era fácil de pasar. Que perder a un hijo no era algo que se superara de la noche a la mañana, y aun así, seguí adelante y no intenté cometer alguna locura. Me llevé las manos a mi vientre. No podía creer que dentro de mí estuviera naciendo una nueva vida, de una manera u otra, sentía como si me estuviesen regalando una oportunidad mas de ser madre. Soy joven, lo sé, aun así lucharé por este bebé.

Me levanté del piso y subí a mi cuarto. Sentía una mala energía rondar por la casa. Me daba miedo estar sola, es algo que aún no supero. Valiente. Tengo que ser valiente. Abrí mi clóset y saqué una pijama vieja, el sonido de las puertas se escuchaba como un sonido sordo, al igual que cada uno de mis movimientos. Al destender las cobijas, la cama se sentía rígida, al acostarme, sentí dura la superficie hasta el momento en que me di cuenta de que era solo yo. Cada uno de mis movimientos era calculado, sentía que podía perder a mi hijo con cualquier movimiento. Me sentía completamente tensa. La almohada se sentía de madera y la cama de acero, las cobijas me tenían atrapada. Cerré los ojos e intenté dormir.

Me desperté con el sonido de un carro afuera de la casa. Aun no amanecía. Bajé para abrir. Adrián estaba en la puerta.

—Buenos días —sonrió.

—No quiero sonar grosera pero, ¿qué haces aquí?

—Pensé que podría llevarte a clases.

Realmente no pensaba en asistir, pero si iba a salir adelante yo sola, tendría que empezar ahora, después buscaría un trabajo por la tarde.

—Esperame en la sala.

Subí rápido y me cambié. El uniforme aun me quedaba bien. No había notado algún cambio físico en mi. Cuando bajé, Adrián estaba metido en la cocina buscando algo.

—¿Qué haces?

—Quería preparate algo para desayunar, pero todo está caducado.

—Me olvidé de comer —dije para mi misma.

Lluvia de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora