Estación de policia

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—¿Qué ocurre? —me preguntó Haniel.

Mi boca fue incapaz de expresar palabra alguna. La casa estaba exactamente igual a como la había dejado. Pero aun así, para confirmar lo que no quería aceptar, subí las escaleras y revisé cuarto por cuarto. Nada. No había señal de que mi mamá hubiese estado en casa. Revisé mi celular, igual, no había registro de llamada alguna. Bajé nuevamente.

Una gran oleada de realidad me llegó desde los pies para atorarse en mi cabeza. Mi mamá estaba desaparecida. Quería llorar, pero no, no iba hacerlo enfrente de Haniel, ni de nadie. Tenía que ser fuerte. Por mi, por ella.

Haniel observaba todos mis movimientos desde la entrada de mi casa con los brazos cruzados y recargado en la puerta.

Me dejé caer en el sillón intentando ahogar las lágrimas.

—¿Vachel?

Alcé mi mirada hacia el, quien ya estaba delante de mi con cara de interrogación.

Inmediatamente desvié la mirada. Si lo veia directamente a los ojos, lo más probable sería que me pondria a llorar.

—¿Está todo bien? —me preguntó.

Ja. ¿Que si estaba todo bien? Sin contar que mi mamá tenía desaparecida ya dos días y no había recibido ninguna noticia de ella, ninguna llamada...claro, todo estaba bien.

—Pues...si. —mentí

—¿Segura?

Apoyó una rodilla en el suelo y se acercó hasta a mi de manera que podía escuchar perfectamente lo que decía en susurros.

—Yo puedo... permíteme ayudarte. Se que... que apenas nos conocemos, pero estaría encantado de que confiaras en mi y me contaras lo que quieras, aunque tu preocupación sea absurda, como hay una cucaracha en el piso o algo realmente malo. Por favor, solo...confía.

¿Como evitar confiar en el azul de su mirada sincera? De alguna manera, a mi preocupación se le sumó aquella sensación que hacía vibrar mi cuerpo. Estaba delante de mi, arrodillado, con mis manos entre las suyas y nuestras frentes apoyadas la una contra la otra, y mis lagrimas apunto de escapar.

Le expliqué lo que ocurría y el me prestó toda su atencion hasta el final. Cuando terminé mi breve relato me abrazó, de una manera delicada y a la vez fuerte. Como si tuviera en sus brazos un jarrón de cristal y lo sujetaba fuerte para que no se cayera y con delicadeza para no romperlo. Y me sentí súbitamente llena de esperanza, relajada, apoyada de una manera en la que no me sentía con Santi aunque fuese mi mejor amigo.

—¿Ya has ido con la policía? —me preguntó al soltarme y yo negué con la cabeza. —entonces vamos.

*¤*¤*

Despues de un breve viaje en su auto, ya estabamos en la estación de policía.

Haniel me abrió la puerta del copiloto para salir, y con su mano derecha sobre mi espalda me dió animos para entrar haciéndome saber que el estaba ahi.

Un hombre de mediana edad con un abundante bigote nos hizo entrar a su oficina. Nos sentamos en las dos sillas que estaban frente a su escritorio.

—¿En que puedo ayudarlos? ¿Cual es su denuncia? —nos miró como si fuéramos niños de primaria haciendo una broma para hacerle perder su tiempo en el que comía donas.

—Mi mad...—carraspeé para tragar los nervios que ya habían echo un nudo en mi garanta —Mi madre está desaparecida, desde ayer.

Dije finalmente y Haniel me tomó de la mano.

Lluvia de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora