Pesadilla

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Diego se levantó y fue rápidamente con Haniel, lo obligó a recostarse sobre el sillón de la sala.

—En la cocina hay un pequeño botiquín blanco, —me miró —debajo de la alacena...traelo por favor.

Corrí hasta la cocina, busqué donde se suponia que tenia que estar y lo encontré en el fondo de un cajón de madera. Regresé a la sala, le di el botiquín a Diego y de ahí sacó una pequeña botella transparente y letras azules de alcohol, gasas, algodón y tela que parecía ser un pañuelo. Mojó la tela con el alcohol y limpió cuidadosamente las heridas de Haniel que ahogaba un grito de dolor. Enseguida las cubrió con las gasas y guardó todo de nuevo.

—¿Que te pasó? —pregunté con miedo de romper aquel incómodo silencio.

—No se...sinceramente no tengo idea por que tengo eso ...de nuevo —dijo un pensativo y algo preocupado Haniel.

—¡¿De nuevo?! —pregunté alarmada

—La vez que fuimos a comprar helado...—Diego lo calló con una mirada de reprobación.

—Será mejor que vayamos todos a la cama —dijo Diego

—¿Todos a la cama? —preguntó un Haniel pervertido —No sabia que te iban los trios.

Soltó una carcajada y Diego solo torció los ojos.

—Me refiero a que cada quien se vaya a su habitación.

—Ya se, ya se...tranquilizate, solo bromeo.

—Tuve un mal día, y estoy algo tenso —dijo Diego —yo ya me iré a dormir...—bostezó —buenas noches linda.

Me despeinó con su mano y subió por las escaleras. Haniel y yo nos miramos esperando que alguno dijera algo.

—¿Y ahora que hacemos? —pregunté, pero cuando una sonrisa morbosa se formó en su rostro, supe que no quería "hacer" lo que el queria "hacer" —olvidalo, me voy a dormir.

Subí las escaleras y de un momento a otro estaba contra la pared y el cuerpo de Haniel me impedía moverme.

—¿Segura que es eso lo que quieres hacer? —preguntó en mi oido y después dió un pequeño mordisco que envió una red corrientes eléctricas a través de mi cuerpo.

Puse las manos sobre su pecho, pude sentir sus musculos gracias a su falta de camiseta. El calor que emanaba de su cuerpo y su fresco aroma estaban peligrosamente tentandome.

Con una gran fuerza de voluntad logré alejarlo.

—Tengo mejores cosas que hacer, pero gracias por la oferta.

Me miró como si no creyera que tengo mejores cosas que hacer que no sean con el.

—¿Cómo que? —me retó cruzandose de brazos.

—Aaaa...¿dormir? –dije y el me miró con las cejas ligeramente alzadas con incredulidad y arrogancia.

—Buenas noches.

Sali corriendo hasta la habitación en la que, probablemente me quedaría por un buen tiempo en lo que encontraba a mi mamá.

Me quité la ropa y de la mochila con mi ropa y cosas que traje de mi casa saqué mi pijama.

Me acosté en la cama y las sábanas estaban muy frias. Me hice bolita y me quedé dormida con mi madre en mente.

—¡¡TE DIJE QUE TE CUIDARAS PUTA!!

—No fue culpa mía...—lo miré temerosa y con mis ojos escurriendo lágrimas.

¡VERÁS COMO AHORA MISMO MATÓ TODOS TUS PROBLEMAS!

Lluvia de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora