Autodestrucción

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Nos quedamos en ...

Abogado: Bueno, esperen aquí mientras se termina el papeleo. La fianza está pagada y ya se ha procesado su puesta en libertad. (Sonriendo) En unos minutos, estará aquí con ustedes.

El hombre golpeado que apareció momentos después, en nada se parecía al César Évora que ellas conocían. Estaba absolutamente abatido, desahuciado...

Continuación...

V: (Con miedo pero con ganas de acariciarlo) César...

Sin levantar la mirada del suelo, él retrocedió para que esa caricia no lo alcanzara. Victoria, al notar su rechazo, no pudo reprimir las lágrimas.

Sin dirigirse a ninguna de las dos, llamó a un taxi y, cuando ya estaba dispuesto a subirse, Alejandra lo alcanzó.

A: (Un poco molesta pero a la vez comprendiendo su dolor) César... de verdad entiendo lo terrible que tiene que ser esta situación para ti pero, por favor, no te vayas así... Hemos pasado la noche esperando a que te soltaran para poder acercarnos...para conversar...para saber cómo te sientes (Acariciándole un brazo) y... Bueno ahora que ya estás libre...

C: (Interrumpiéndola y mirándola fijamente a la cara) Ni siquiera eso merecía.

Y sin decir nada más, se montó en el taxi y se fue.

Victoria observó cómo aquel taxi se alejaba, llevándose sus esperanzas con él.

V: (Con la mirada perdida y dejando caer las lágrimas) Me odia Ale, me odia...

Alejandra no sabía cómo consolarla, pues ella misma estaba sorprendida. Jamás se hubiera esperado esa reacción de César... No pensaba que se tratara de odio hacia Victoria, pero es cierto que ni siquiera la había mirado las dos veces que ella fue a verlo a la celda y también acababa de rechazar descaradamente su acercamiento... Pero no, no podía ser eso... Seguro que se le estaba escapando algo y ya averiguaría qué era. De momento, se encargaría de Victoria, que estaba destrozada, aún con la mirada perdida en la misma dirección en la que acababa de irse el taxi.

Llegando a casa de Victoria, Alejandra le preguntó si quería hablar con Gaby o con José Eduardo para que se quedaran con sus hijos, ella necesitaba descansar. Por supuesto se negó, alegando que ya la noche anterior no se había ocupado de ellos. Ante todo, siempre sería madre. Nada más salir del ascensor y frente a la entrada de su departamento, vio cómo se secaba las lágrimas, cómo levantaba la cabeza, respiraba profundo y abría la puerta recibiendo a sus hijos con una enorme sonrisa. Alejandra observaba, de nuevo impresionada, la fortaleza de aquella mujer; sabía que se estaba muriendo por dentro, pero nadie lo hubiera dicho jamás. Los muchachos las recibieron con gran entusiasmo, hacía pocos días que habían regresado después de varios meses sin su mamá y aún morían de ganas por hacer cosas con ella. Empezaron a relatar los planes que tenían para esa tarde, incluyendo a Alejandra, la cuál se negó educadamente porque creía que era mejor alejarse y dejar a Victoria con sus hijos unas horas.

AyV: Porfaaaaa, ven con nosotros sí?

A: (Asombrada, pues recién se habían conocido la semana anterior cuando regresaron a México y no entendía el porqué de esa simpatía hacia ella, como tampoco entendía el hecho de que fuera correspondida. Bueno, al fin y al cabo, era los hijos de una mujer a la que consideraba como a una mamá) Yo... bueno, creo que es mejor que disfrutéis la tarde con vuestra madre.

AyV: Pero vamos los cuatro!!! Sí?? porfaaaa

V: (Intentando poner algo de calma) A ver a ver, tranquilos.. Ale, seguro que estás cansada verdad? Tienes que ir a casa y dormir un poco, de verdad lo entiendo.

Resiliencia TekilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora