Y con ella, se nos fue la luz

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Nos quedamos en...

C: (Lamiendo el labio inferior de Victoria) Qué te parece si yo me encargo de los entrantes y tú cierras con broche de oro esta maravillosa noche?

V: (Con una enorme sonrisa y lanzándose a sus brazos) Hacer el amor contigo es el único postre que mis manos no pueden destrozar...

Continuación...

Se miraban deseosos y anhelantes por estar juntos y, sin poder retrasar más el momento, Victoria se lanzó a su boca y él la tomó con fuerza de las nalgas, arrancándole un jadeo que lo endureció inmediatamente. Pero no, esos no eran sus planes; llevaba días queriendo mimarla, consentirla y aquella era su oportunidad. Con destreza la depositó en la cama y le fue quitando la ropa suavemente. Ella sin embargo, arrancaba la de él.

C: (Dedicándole una sonrisa pícara) Tienes prisa mi amor?

V: (Entrecerrando los ojos y haciéndose la indignada) Más que tú por lo visto...

C: (Depositando un tierno beso en sus labios) Te deseo... Pero son demasiados sentimientos los que provocas en mí, demasiadas necesidades las que generas... Y voy a irlas apaciguando una a una. (Acariciando sus mejillas) Túmbate boca abajo mi vida.

Ella estaba desesperada por tenerlo, pero aquella mirada y aquel gesto de amor la desarmaban. Obedeció a su petición y se colocó en la cama de espaldas a él. Segundos después sentía sus fuertes manos masajeando su cuello y bajando lentamente hasta sus lumbares, aprisionando su carne entre ellas y relajando cada músculo a su paso.  Él recorría todo su cuerpo ejerciendo presión y notando como, poco a poco, ella se iba rindiendo ante sus fricciones. Tomó sus glúteos con posesión y la sintió tensarse y jadear de deseo, pero aquello sólo acababa de empezar. Siguió con el masaje por sus piernas, entreteniéndose en sus muslos y escuchando los quejidos de una Victoria cada vez más desesperada.

C: (Lamiendo el lóbulo de su oreja) No te gusta amor?

V: (Con la respiración entrecortada) Me encanta César, me encanta pero...

C: Ya...disfruta...

Ahora venía la parte que más deseaba él, comérsela a besos. Lentamente, retiró su hermosa melena hacia un lateral y se hundió en su cuello, respirando su aroma y acariciándolo con los labios mientras las yemas de sus dedos recorrían su espalda, provocando que ella se erizara completamente. Despacio, y sin dejarse ni un sólo lunar por besar, César fue descendiendo por ella, empujado por los suspiros que Victoria no podía reprimir y por la suavidad de su piel que, con cada beso, iba olvidando el maltrato sufrido durante años bajo otras manos. 

C: (Susurrando en su oído) Date la vuelta mi sol.

Ella estaba viviendo un sueño, cumpliría cada cosa que le pidiera en aquel momento con tal de volver a sentir sus labios acariciándola como lo habían hecho segundos antes. Y así fue. Delicadamente César volvió a envolverla con su amor y delicadeza, proporcionando especial dedicación a sus pechos, que temblaban ante él pidiéndole atención y ternura. Cubriendo toda la bajada con besos, por fin llegó hasta su intimidad, la cuál acarició con extrema suavidad, causando en Victoria una felicidad inmensa y a la vez desesperación por entregarse a él. Una mezcla de sensaciones igual de poderosas la invadían, dos necesidades imperiosas: sentirse protegida y sentirse mujer, y esto la llevó a no poder reprimir algunas lágrimas de felicidad al haber cubierto la primera, y a la vez a abrir las piernas para él, rogándole calmar la segunda. Ver a su mujer entregada de aquella manera, clavándole una mirada nublada por las lágrimas y el deseo a la vez, hizo que ya no pudiera contener más sus ganas de poseerla y, reptando por su cuerpo, subió hasta su cuello donde cambió los besos por lametones, mientras sus manos tomaban con firmeza sus senos y su miembro erecto se restregaba contra su entrepierna.

Resiliencia TekilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora