Rompiendo las últimas cadenas

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Nos quedamos en...

C: (Advirtiendo la confusión de aquella maravillosa mujer, que estaba librando una batalla interna) Eres libre mi vida...Eres libre a mi lado...Permítete ser mujer entre mis brazos...

Continuación...

Y como si aquellas palabras la hubiesen azotado, se lanzó sobre su boca y, arrancándole un suspiro, lo besó desesperada, al tiempo que empezaba a moverse sobre él. Nunca había pensado lo que haría en una situación semejante y, por lo tanto, dejó que su cuerpo fuese decidiendo por ella. Quería que él la tocara, se moría por sentir sus caricias de nuevo y, simplemente, tomó sus manos y las colocó sobre ella ejerciendo presión mientras respiraba agitada sobre su boca. No hicieron falta palabras; César entendió perfectamente lo que ella necesitaba y no dudó en recorrerla con sus enormes manos; subía y bajaba por su espalda y la notaba tensarse al alcanzar sus lumbares, a la vez que sentía sus fricciones cada vez más intensas sobre su pecho y su miembro que, irremediablemente, respondía al contacto con su mujer. Sin poder aguantarlo más, bajó las manos hacia sus nalgas y las apretó con firmeza, arrancando un gemido en Victoria que lo hizo estremecer.

C: (Agitado) Dime qué necesitas mi amor.

V: (Entre jadeos) Sigue...sigue....

Ella iba siendo consciente de cómo perdía el control sobre su propio cuerpo, de cómo éste se restregaba sobre él sin ninguna consideración, cada vez con más intensidad. Vio cómo sus manos prácticamente le arrancaban la parte superior del pijama, dejando al descubierto sus fuertes pectorales y cómo sus labios se abalanzaban sobre ellos para devorarlos mientras su hermosa melena cubría y acariciaba suavemente el resto de su pecho, provocando una pasión dulce y ardiente a la vez en él. Siguió desnudándolo, impaciente por tenerlo completamente desnudo para ella. Cuando ya no quedó nada que lo cubriera, Victoria se permitió observarlo por unos segundos; lo recorrió con una mirada cargada de deseo, de la cabeza a los pies. Se detuvo unos instantes en su miembro...

V: (Sin poder quitarle la vista de encima) ...Por dios...(tragando saliva y luchando contra su propia pasión) Qué es esto....

César moría al verla así, absolutamente entregada y con esa mirada fogosa que lo estaba matando...Quería desnudarla, besarla, acariciar y lamer cada centímetro de su cuerpo, pero no lo haría...Dejaría que ella fuese liberando todo lo que tenía dentro. 

Victoria sentía cómo el calor inundaba su cuerpo, cómo se ruborizaban sus mejillas al imaginar lo que le quería hacer; pero esta vez no sólo lo imaginaría. En ese momento nada más existía la Victoria mujer, la Victoria apasionada que él había despertado con ese acto de amor, respeto y liberación. Sin ningún pudor y ante su propio asombro, tomó su miembro en las manos y lo empezó a acariciar lentamente, disfrutando de su suavidad y de los jadeos de César. Según lo iba sintiendo crecer y endurecerse, incrementaba el ritmo de su mano masturbándolo y, sin poder aguantar más las ganas, se lo metió en la boca a la vez que empezaba a masajear sus testículos, desquiciando completamente a aquel hombre.

El pelo negro de su mujer se esparcía por su abdomen y sus maravillosos ojos verdes estaban clavados en él como diciéndole "eres mío"... Y desde luego que lo era, en cuerpo y alma pero, aunque sus instintos reaccionaran inevitablemente ante la dueña de su vida, algunas imágenes en su mente lo torturaban..."te lo está haciendo de manera voluntaria César, lo está disfrutando" se decía para acallar esos pensamientos oscuros. Era una lucha interna entre placer y dolor la que combatía en aquellos instantes y, viendo lo que le provocaba su mujer, sabía quién sería el vencedor.

Ella por su parte estaba desatada, como nunca antes en su vida, estaba dando rienda suelta a toda la pasión que llevaba dentro y, poco a poco, la vergüenza de mostrarse así ante él iba desapareciendo, hasta el punto que, sin ningún pudor, subió hasta su boca para hacerle conocedor de sus necesidades.

Resiliencia TekilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora