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—Presunta Salvación—

Por un momento creyó que todo había sido una pesadilla y que al despertar nada habría pasado...pero al abrir sus cuencas seguía ahí. Una fría y oscura habitación. No sabía el nombre del tipo, pero estaba claro que había sido él quien lo había dejado en ese lugar, no entendía nada. No recordaba haberle conocido entonces ¿por qué sabia su nombre?

¿Por qué había estado buscándole?

Escucho sus pasos bajando por la escalera así que se giró a mirarlo, quizá le estaba confundiendo con alguien más, todo esto era un malentendido. Se lo diría y esperaba que lo dejara ir, aun si era un malentendido sentía pena por la persona a la que ese hombre buscaba. -Yo...-

-Puedes llamarme Horror- Lust lo observaba sin parpadear, examinaba el esqueleto de pie a unos metros de distancia. -Lo sé, no fue uno de los mejores encuentros que has tenido- se acercó hacia él con una sonrisa cálida, ese psicópata que conoció en medio de la nada no es el mismo que esta frente a suyo ahora ¿Doble personalidad? Tal vez. -Pero tenía que hacerlo Lust-

...a la mierda, sabe mi nombre, estoy muerto...Horror se inclinó hacia él ignorando el hecho de que estaba poniéndolo cada vez más nervioso, su esquelética y fría mano se deslizo por su pómulo derecho provocándole un estremecimiento en todo el cuerpo. -Necesitaba salvarte, quería salvarte y tener aquí conmigo. Se todo sobre ti Lust, puedo hacerte feliz- dijo y para entonces llegó a comprender que no estaba confundiéndolo con alguien más, lo miro con un profundo temor. -No pongas esa cara, ya verás que todo mejorara para ambos. Seremos perfectos- dijo. Lust solo atino a retroceder terminando con el contacto de su mano con su rostro.

-...no- dijo con una voz átona. El mensaje fue claro para el mayor que fácilmente se sintió enfadado. -No puedo quedarme, t...tengo que irme- mascullo.

-No vas a irte de aquí. - Su rostro se tornó sombrío y su voz se endureció. -No vas a irte de aquí nunca, vivirás aquí conmigo porque es lo mejor-

...aquí? ¿contigo?...

- ¡No! ¿Qué hay de mi familia? - exclamo. Intentaba no alterarse demasiado ya que si es que estaba tratando con una persona psicológicamente dañada entonces debía tener cuidado.

- ¡Yo soy tu familia ahora! - respondió a gritos como si estuviera muy lejos de él.

- ¡Y te vas a quedar! - ordeno, se dio la vuelta y volvió a subir las escaleras. S piernas reaccionaron y corrió directo a las escaleras, pero justo al momento en que puso el primer pie en los escalones la puerta se cerró. Dio grandes zancadas para subir.

- ¡No! ¡Abre! ¡Déjame salir! – grito mientras sus manos sujetaban la perilla y la sacudía. - ¡Tienes que dejarme ir! – Dio una patada a la puerta seguido de golpear con los puños cerrados como acciones desesperadas. Pero nada iba a salvarle de esa.