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—Ciegos—

Permaneció acostado a su lado sumergido en sus pensamientos. Tantos años sintiendo celos de como miraba a los demás. No debía mirar a nadie que no fuera él, Lust era el único chico que ocupaba sus pensamientos y su atención, debía ser igual, Lust solo debía tener ojos para él. Pero no. Siempre estaba mirando a otras personas. Miles de ideas cruzaban por su cabeza, sería mejor quitar esas orbes para que así no pudiera ver a nadie y lo único que hubiera reflejado en su cabeza fuera su imagen. Pensaría solo en él como si lo estuviera viendo frente a frente. Estaría reflejado en su corazón, ah, sonaba tan romántico.

Pero no quería perder esos corazones en sus cuencas en los cuales se reflejaba cada vez que lo miraba, eran demasiado hermosos como para retirarlos de su lugar. Por eso no lo había hecho, quería dejarlos justo donde estaban y poder apreciarlos cada vez que quisiera. Después de todo ya era dueño de sus ojos, su corazón y su vida por completo.

Seria sus ojos, su luz, su guía. Lo protegería, ante todo. Ya nada ni nadie podía interponerse entre ellos. El amor era la solución ante todos los problemas.

Entrelazo sus dedos con los del menor en cuanto este parecía estar despertando, abriendo sus cuencas con pereza y pesadez. Le dedico una sonrisa amable, pero Lust parecía confundido, ¿esperaba ver a alguien más?

A decir verdad, sí. Esperaba que todo hubiera sido una pesadilla, una de las peores pesadillas que alguien podría tener, pero que al abrir sus ojos estaría en su habitación sosteniendo las manos de su hermano a quien abrazaría, buscaría a sus amigos y les contaría el sueño loco que tuvo esa noche y claro que se reirían de ello por unos minutos antes de que el resto contara sueños locos que tuvieron esa misma noche o incluso de otra. Todo sería normal. Pero no había amigos, no había hermano, no había habitación que considerara suya, solo estaba el rostro de ese extraño sujeto frente suyo observándolo con una sonrisa mientras sujetaba sus manos.

Iba a explotar, se volvería loco, con toda su alma quería que aquello no fuera nada más que una ridícula pesadilla. Pero era real. Estaba ahí. -...no lo soñé...- murmuro.

-No. - respondió Horror con una voz cantarina. -Estas aquí. Conmigo. - rio. -Por fin estamos juntos. -Tardo unos segundos en reaccionar y deshizo el agarre entre sus manos para apoyarse en el colchón y levantarse.

-...mi casa. - su voz desagarrada retumbo en la cabeza del mayor.

-Estas en casa. - insistió dulcemente. -En nuestra casa. - Lust negó con la cabeza, su mirada estaba perdida en el suelo.

-...mi casa. Quiero irme a mi casa. - rogó.

-Esta es tu casa. - respondió. No quería ser duro con él ya que entendía que era un cambio drástico, pero estaba seguro de que mientras más rápido lo entendiera más rápido lo superaría.

-No. No. - negó estallando nuevamente en lágrimas y sollozos. -Mi casa. Tienes que regresarme a casa. Quiero irme. No puedo estar aquí. -

-No puedo dejar ir. Te salve de ese horrible mundo. Aquí estarás bien. -

- ¡Quiero mi horrible mundo y a esas horribles personas! ¡No me importa! ¡Déjame ir! ¡Te conseguiré a alguien más! ¡Solo deja que me vaya! - sus suplicas llegaron a tocar su corazón. Pero no lo suficiente.

-No. - 

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