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—Doble hipocresía—

Su mundo era un asco. No era digno de Lust.

No poseía ese inmenso poder, esa capacidad para construirle o crear un mundo nuevo, uno fabricado desde cero. Ni siquiera tenía permitido habitar un mundo que tuviera un futuro establecido. 
Porque estaba contaminado. 

Pero, estaba de acuerdo con eso. No podía habitar otros mundos, no podía crear uno propio, pero podía reconstruir el suyo, podía transformarlo, hacer el trabajo con sus propias manos para entregarle a Lust el espacio necesario para que su relación floreciera. 

No era opcional, no había otro modo. 

Ink no podría criticarle por derramar sangre, Dream ni siquiera notaría algún cambio de humor en ese lugar, y Berry de seguro ni siquiera recordaba que ese lugar existía. Porque los universos que no florecían, que no tenían futuro o belleza, no valían la pena ser salvados. Se creían la gran cosa, se hacían llamar guardianes, pero hacían uso de ese apodo solo para ocasiones especiales.

No se esforzaban de más. Debían guardar ese esfuerzo para cuando las estrellas se desalinearan en Outetale, cuando las cosas se desequilibraran en Haventale, o para el día que Epic desapareciera más días que de costumbre. Ahí es cuando el título de "Guardianes" hacía presencia. Cuando se hacían relucir. 

Horrortale era un caso perdido. El mismo nombre lo decía. Era un Horror, no tenía flores, no tenía paz, no tenía estrellas, no tenía nada que atara a los "guardianes" a él. No había nada que los encantara a tal punto que lo tuvieran en la mira, que lo cuidaran, que lo tomaran en cuenta. 

Pero eso era bueno. Horror no se quejaba, de hecho, le beneficiaba. Que Dream y sus chicos lo ignoraran, fue la mejor decisión que pudieron tomar. 

Pudo desaparecer a todos a su alrededor sin ser señalado a enjuiciado. 

Estaba reconstruyendo. Quitando los estorbos para crear un espacio seguro. 

No podía haber terceras personas o cuartas, no debía haber intervenciones, ni posibles relaciones a sus espaldas. Él único que debía rondar a su alrededor debía ser él. Horror debía ser el mundo de Lust, así como Lust lo era para Horror. 

Por eso todo se eliminó. 

Todo. Todos. 

Los amigos. Los conocidos. Los hermanos. Nadie estaba permitido.

El mundo de Lust tampoco era lindo. Al menos el contexto. Tal vez era el paisaje o la poca cantidad de habitantes que sentían otras cosas a parte de lujuria que los pusieron en la lista blanca de los guardianes.  

Eso era molesto. 

Eso era lo que le irritaba tanto. La hipocresía de aquel grupo le enfurecía tanto, eran tan selectivos, tan cuidadosos, ocultaban bien sus huellas. Eran armas de doble filo y se hacían llamar los buenos. 
Solo debieron haberlo dejado en paz, debieron dejarlos en paz. Ink debió rendirse. 

¿Por qué era tan difícil dejarles vivir tranquilos? 

Solo porque no tenían trajes coloridos, un nombre lindo, una historia encantadora, una humana solidaria y un mundo encantador, ¿no merecían tener algo bueno en el futuro? 
No. Porque ni siquiera se esforzaban en proveerles un futuro, porque entonces no tendrían trabajo, no serían héroes. 

¿Era eso? 

Tal vez si, pero él era un demente con los nudillos manchados de sangre y un sótano reforzado con cerraduras y cadenas, así que, suponía que su opinión no era valida. 

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