Capítulo 12

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Después de haber pasado horas, me encuentro de regreso en el edificio de Nicholas, subiéndome en el ascensor un poco cansada.

Las puertas se abren y me detengo en seco, al ver a Nicholas detenerse y mirarme con tanto enojo.

—¡Se puede saber dónde demonios…! –se detiene al ver mi vendaje en la muñeca–. ¿Por Dios Isabel que te ocurrió? –Pregunta con preocupación en la voz, al acercarse rápidamente a mí.

Toma con cuidado mi muñeca y la mira detalladamente.

—Estaba haciéndome un sándwich, y una gota de aceite me quemo la muñeca. –Explico al mirar en dirección a la cocina y ver que está justo como la había dejado.

Nicholas toma mi mano sana y nos hace sentar en el mueble.

—Me preocupe mucho al no verte cuando llegue, ¿por qué no me llamastes? –Pregunta aun preocupado.
—Lo siento, no lo pensé. Solo quería que el  dolor cesara. –Respondo.
—Todo esto es mi culpa, si solo no te hubiera pedido esperarme aquí, nada de esto hubiera ocurrido. –Se culpa apartando la mirada a sus manos.

Lo hago mirarme, levantando su mentón.

—Nada de eso es cierto –acaricio su mejilla, mirándolo con tanto cariño–. Porque de un modo u otro, estando aquí o en mi apartamento. Esto hubiera ocurrido. –Le digo para que entienda.

Nicholas me mira con esa vulnerabilidad por un momento, y luego toma mi rostro en sus manos.

—Te voy a proteger de todo Isabel –roza mis mejillas, con sus pulgares–. Hasta de mí mismo si es posible. –Dice con determinación.

Pero no me deja procesar nada, al besarme.
Me dejo envolver  por su beso, haciéndome perder poco a poco.

—Nicholas…
—Ven, te voy a terminar de preparar ese sándwich. –Dice al dirigirse a la cocina.

Sonrío para mis adentros, mientras lo sigo.

—El desfile de tu hermana, fue muy hermoso.
—Gracias por acompañarme. –Me agradece.

Tomo asiento y lo veo terminar mi sándwich.

—No hay nada que agradecer. –Le quito importancia.

Nicholas coloca mi sándwich ya listo, y lo veo  hacerse uno para él. Será que me dirá a donde fue.

Si no se lo preguntas, nunca lo sabrás. Comenta mi razón.

—Nicholas a donde…
—Te veías hermosa con ese vestido esta noche. –sé que lo hace para distraerme–. Y no tienes idea, lo que me imaginaba hacerte con el puesto. –Comenta.

Lo miro entre sorprendida y excitada, al oír lo que acaba de decir.

—¿Y qué me ibas hacer? –Pregunto como siempre de curiosa.

Nicholas sonríe y come de su sándwich.

—Tu curiosidad venezolanita, aparte de tu belleza. Es lo que me ha  atraído como una polilla al fuego. –Confiesa.

Sonrojándome por completo.

—Yo diría lo contrario –miro lo que me queda de sándwich–. Yo soy la polilla y tú eres el fuego. –Le confieso mirándolo.

Nos miramos sin decir nada, solo dejando hablar a nuestras miradas.
Nicholas levanta su mano y roza mi mejilla.

—Vamos a descansar. –Le oigo decir, mientras se acerca a mí, extendiéndome su mano.

Lo miro confundida.

—Creí oírte decir, que me daría una noche de cumpleaños inolvidable. –Le recuerdo.

Él sonríe y se detiene al inclinarse un poco, hasta quedar a pocos centímetros de mis labios.

—Eso puede esperar, esta noche solo quiero tenerte en mis brazos, y saber que estás segura. –Me deja ver.
Lo miro sorprendida.

Desde que lo volvimos a intentar, me esta mostrando una faceta de él, que no pensé que tenía. Pero que me gusta mucho.

—Está bien, será solo dormir. –Concuerdo con él, un poco desanimada.

Tomo su mano y nos dirige a la habitación…

Al estar ya acostados, y envuelta en sus brazos. No dejo de pensar en si debo preguntarle o no, donde estuvo.

—Dame tiempo venezolanita. –Pide como si me hubiera leído el pensamiento.
—De acuerdo.

Cierro los ojos por un momento, dejándome llevar por el sueño.

—Porque estoy seguro que no te gustara lo que descubrirás.

Creo oírle decir…

Destino. Aprendiendo a creer en élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora