II

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Dean se sirvió café en su taza, aún más dormido que despierto, y arrastrando los pies caminó hasta la mesa de la cocina del bunker, dejándose caer pesadamente en una silla con un gran bostezo.

Aún arrastraba los vestigios de cansancio de los días anteriores, donde una cacería de vampiros los había mantenido sin dormir durante varias noches, vigilando los bares en busca de algún movimiento sospechoso, sin éxito.

Por suerte Cas se había sumado a ellos en el tercer día, lo cual había facilitado muchísimo el trabajo: El ángel era prácticamente un radar de actividad sobrenatural. Pocas horas después de su llegada, y gracias a su útil participación, aquel nido había pasado a la historia.

Cas tenía pasta de cazador, pensó Dean mientras se fregaba los ojos con pereza. Al menos para la parte en la que hacía falta un poco de fuerza bruta, en lo referente a investigar y ser sutiles... bueno, el tipo era un libro abierto.

Hizo una pequeña mueca al recordar las muchas meteduras de pata del ángel en plena investigación en el pasado, y negó con la cabeza con algo muy similar a la simpatía corriendo por sus venas. Sería torpe como una piedra, pero no se podía negar que a veces era gracioso.

La taza de café humeaba frente a su nariz, pero Dean se sentía más dispuesto a hacerse un bollo y dormir nuevamente que a dar cuenta de su contenido. Después de todo gigantosaurio seguía durmiendo, ¿por qué él no podía hacer lo mismo?

De pronto, la puerta de entrada hizo click a lo lejos y la mano del cazador voló hacia su revólver antes de que su cerebro procesase lo que estaba oyendo. Era curioso, incluso en un sitio tan seguro como el bunker, donde Dean podía darse el gusto de pasearse en bata de dormir y pantuflas como en ese momento, su instinto de preservación lo instaba a permanecer armado en todo momento aún así, por las dudas. 

Se deslizó rápido como un felino por el pasillo rumbo al hall de entrada, alerta, cuando de pronto oyo un leve murmullo acercándose, muy parecido a un... ¿canturreo? ¿Qué demonios...?

En un instante, Dean saltó hacia delante, pistola en mano. Sam levantó las manos en el aire instintivamente y lo miró con los ojos como platos.

-¡Dean, hey! ¡Soy yo!

-Viejo, ¿¡cuál es tu problema?!-Chasqueó la lengua con fastidio mientras bajaba el arma- ¡No entras a hurtadillas en tu propia casa si no quieres terminar lleno de plomo! -Sam se encogió de hombros a modo de disculpa, y el mayor gruñó- ¿Y desde cuando cantas?

-Venía escuchando música -Explicó señalando sus auriculares como una obviedad. Todo lo que recibió cómo respuesta fue una despectiva mirada de arriba a abajo de parte de su hermano.

-Tú y tu estúpido ejercicio... -Dean murmuró mientras volvía rumbo a la cocina arrastrando los pies - Te hacía durmiendo aún, como una persona normal.

-Las personas normales también ejercitan de vez en cuando -Rió Sam mientras enroscaba sus auriculares y los guardaba en su bolsillo.

Dean volvió a dejarse caer en su silla, cambiando el revólver en su mano por la taza. Dio un sorbo a su contenido y puso una mueca de asco.

-Ahh... no hay nada como un trago de petróleo por las mañanas. Bien, ¿qué tenemos para hoy? ¿Fantasmas? ¿Hombres lobo? ¿El fin del mundo? Dame algo bueno, me siento inspirado.

-Bueno... -Sam vio la oportunidad y decidió que ese era tan buen momento como cualquiera para poner en marcha su plan. -El panorama se ve tranquilo por hoy. ¿Quizá podríamos tomarnos un descanso?

-Estás bromeando.

-No, de hecho ya revisé los periódicos locales, la radio policial, los pronósticos del tiempo... lo más raro en kilómetros fue la desaparición de un hámster, y un gato de su cuadra algunos gramos más pesado ese mismo día. Los monstruos se tomaron vacaciones.

Misión: DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora