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Cas estaba disfrutando su taza de café sentado en la biblioteca del bunker. Eran raras las ocasiones en que no estaban investigando algún crimen, persiguiendo un monstruo o intentando salvar el mundo, así que el ángel estaba decidido a disfrutar la calma, para variar.

Todos los demás estaban ocupados. En la cocina Sam discutía con Gabriel por alguna razón que él no terminaba de comprender, Charlie estaba en su cuarto poniéndose al día con su serie favorita, y Dean...

Cas sonrió. Dean dormía aún.

El joven cazador había decidido jugar con la habilidad del ángel para oír sus pensamientos, provocándolo con palabras lascivas en un momento poco apropiado, y Cas había respondido durmiéndolo para que se comportara. Aún así, se admitió a si mismo con cierto pudor, había sido una experiencia sumamente excitante, como todas las que había vivido con Dean el último par de semanas.

Su relación había recientemente escalado a nuevos e inesperados niveles de confianza e intimidad, algo que el ángel estaba disfrutando enormemente, pero que aún así lo hacía ruborizar. Jamás se habría imaginado tener ese tipo de interacción con un humano, mucho menos con uno tan destacable como Dean Winchester, y sin embargo los recuerdos de todas las veces que se había derretido en sus brazos ya eran tantos que a Cas le costaba llevar la cuenta. Gabriel tenía razón, pensó, la sensibilidad de sus recipientes humanos podía ser muy placentera de experimentar. 

No podía esperar a saber cuál sería el próximo encuentro que el cazador tendría planeado, y qué tendría que ver el poker con eso...

Estaba perdido en sus pensamientos cuando Sam apareció en la sala. Lucía acalorado y molesto, probablemente producto de lo enojado que se había mostrado un rato atrás con Gabriel, y sin embargo algo en su expresión no estaba bien. Se parecía mucho a otra que Cas ya había visto antes, pero en el mayor de los hermanos. Sam parecía...

-Tu hermano va a terminar volviéndome loco. -Bufó el joven mientras se dejaba caer pesadamente en una silla. Castiel lo observó preocupado.

-Creí que ya no tenías alucinaciones, Sam. ¿Dean sabe esto?

El joven gruñó exasperado y se puso de pie para ir hasta la licorera, donde se sirvió una medida doble de whiskey y se la tomó de un sólo trago.

-Sam... -Cas lucía alarmado -¿Qué es lo que--?

-Gabriel. Hablo de Gabriel, Cas, no del maldito Lucifer. Maldita sea esa comparación. 

-Oh. -El ángel se relajó un poco. -¿Te está dando problemas? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

"Sí, seduce a mi hermano de una vez por todas y ahórrame esta tortura", pensó Sam. Lo que dijo sin embargo fue muy diferente.

-No, no hay nada. A menos que tengas algún tipo de diccionario para decodificar sus malditas acciones.

-Me temo que no existe tal cosa. Pero si te consuela, Gabriel siempre fue el más enigmático de mis hermanos mayores. 

-Oh, fantástico. -Sam le espetó con ironía mientras volvía hasta su silla con una nueva medida de whiskey en su vaso, sólo que esta vez bebiendo más despacio su contenido.

El ángel apretó los labios en una mueca frustrada: No le gustaba ver a su amigo tan alterado, fuera lo que fuese que ocurría entre él y Gabriel.

-Sam... -Insistió con cuidado -¿Qué es lo que mi hermano estaba ofreciéndote?

El cazador miró al ángel, hastiado. Decirle que lo que su hermano le estaba ofreciendo era una erección mal atendida y un millar de preguntas sobre su hasta entonces segura sexualidad sería más que lo que el pobre Cas podría tolerar. En lugar de eso, Sam optó por cambiar el enfoque de la charla.

Misión: DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora