XIV

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Dean despertó por la mañana con una sonrisa perezosa en el rostro. Se estiró en su cama cuan largo era, bostezó y aún sonriendo miró a su lado. Nada.

Algo decepcionado sin saber por qué, salió de dentro de sus frazadas y puso los pies en el piso frío, pero antes de pararse se pasó las manos por el rostro, como buscando despejar la sensación de vacío que lo había embargado. ¿Por qué se había despertado de tan buen ánimo? Y más aún, ¿qué había esperado encontrar a su lado al despertar, que había hecho que ese buen ánimo se esfumase? 

La respuesta llegó a su mente sin tener que buscarla demasiado: Cas. Cas y sus ojos azules, su sonrisa de lado y aquel cabello ridículamente indomable que tan bien se sentía entre sus dedos. Sus besos torpes, su curiosidad y la exquisita forma en que respondía a la recién descubierta pero innegable pasión que Dean sentía al tenerlo entre sus brazos; como si nada pudiese asustarlo o hacerlo dudar, completamente dócil y lleno de confianza... en él. 

Dean suspiró, agobiado por sus propios pensamientos. Sabía que el ángel haría lo que fuera que él le pidiese, e incluso más. Había sido consciente de ello la primera vez que Cas lo había besado, la primera vez que había permitido que Dean lo sedujera... e incluso antes. 

Era tan propio de Castiel, pensó, dar crédito a cada cosa que él le sugiriera hacer, sobre todo en lo que a cuestiones humanas refería. Por eso él y Sam le habían enseñado tanto con el pasar de los años, desde las costumbres sociales al funcionamiento de artefactos, pasando por cómo disparar un arma, emborracharse o cómo seducir a una mujer. Cas sólo escuchaba y asimilaba, cuestionando poco y nada, agradecido y atento. ¿Acaso así se sentiría respecto a la flamante forma de interactuar entre ellos? ¿Agradecido? ¿Dócil? ¿O habría sido algo que él estaba deseando desde antes?

Frustrado, Dean se levantó y tras vestirse partió rumbo a la cocina. Esperaba que una taza de café y un triple homicidio en el radar policial pudiesen mejorarle el ánimo, ayudándolo a borrar tantas preguntas incómodas de su cabeza. Al encender la cafetera, sin embargo, puso sin quererlo suficiente cantidad para dos.

No habían pasado más de dos minutos cuando Cas entró en la cocina. Lucía su camisa blanca arremangada como Charlie le había enseñado, y su cabello estaba más alborotado que nunca, posiblemente por efecto del tumultuoso baño que ambos habían tomado la noche anterior. Al ver a Dean esbozó una pequeña sonrisa, que el cazador le devolvió no sin cierta timidez.

-H--hey, Cas. Buenos días. -Le dijo con torpeza.

-Buenos días, Dean. Creí oír la cafetera andando...

-Oíste bien -El joven tomó una taza extra y arqueó sus cejas interrogativamente. -¿Quieres un poco?

-Gracias.

El silencio se cernió sobre ellos como un manto pesado e intraspasable. Dean se sentía tenso e incómodo, mientras Cas al parecer sólo aguardaba a que su infusión estuviese lista. En un segundo, la mente del cazador entró en cortocircuito: ¿Qué decir en una situación así?

-Oye, Cas...

-¿Dean?

-Así que... ¿p--pasaste una buena noche? Es decir sé que no duermes, pero... -Se removió, inquieto- Bueno, ya sabes.

-Fue una noche muy agradable. -El ángel asintió con calma y Dean volvió a sonreír nervioso.

-Asombroso. -Dijo mientras se concentraba en la cafetera nuevamente.

-Dean... ¿Te estoy incomodando? -Cas lo observó con atención, ladeando la cabeza mientras fruncía el ceño, como siempre que algo lo confundía.

Misión: DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora