VIII

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Dean Winchester era experto en ciertas cosas: Arreglar autos, conquistar mujeres y cazar monstruos. Ocasionalmente mostraba también tener cualidades comiendo pie, buscando pornografía o haciéndose pasar por un oficial del FBI. En una o dos oportunidades hasta se las había ingeniado bastante bien para salvar al mundo.

En lo que Dean Winchester no era bueno era procesando sentimientos. 

Si algo llegaba a su mente habiendo pasado primero por su corazón, Dean lo encajonaba detrás de pilas de sarcasmo, o directamente lo descartaba por su inutilidad. Para él, los sentimientos no hacían más que joder a las personas, especialmente cuando resultaban inesperados, incómodos o difíciles de ignorar... 

Y en este caso, los sentimientos que Dean Winchester estaba experimentando reunían las tres anteriores características juntas.

La cena con Cas, Charlie y Gabriel había terminado bien entrada la madrugada, luego de una competencia de tragos entre los dos celestiales, la cual habían terminado en empate sólo para que los mortales pudiesen irse a dormir. 

Charlie se había mostrado feliz de conocer a Gabriel, Gabriel de poder alardear sus poderes, Sam feliz de reír con las locuras de ambos, y Dean de que Cas no hubiese vuelto a mirarlo en toda la noche. Había hecho las cosas más fáciles.

"Dean." 

La respuesta de Cas dio vueltas por su cabeza durante días. Al principio, sólo segundos después de oírla, Dean creyó que había algún error. Tal vez había escuchado mal, tal vez su amigo sólo lo estaba llamando... pero nadie dijo más nada, y entonces el pánico lo inundó. ¿Qué diablos significaba eso? ¿Cas... lo deseaba? 

A falta de explicaciones, y seguro de no querer pedirlas, Dean había recurrido a su mecanismo de defensa predilecto: La negación. Nadie lo había visto, por ende nadie sabía que él lo sabía, por ende no hacía falta hablar de algo tan incómodo como que su mejor amigo sintiese algún tipo de atracción hacia él. Simple.

Aún así, decirlo no fue tan fácil como hacerlo. Dean tuvo que hacer uso de todas sus horas de experiencia jugando poker para lograr componer su expresión sin que su incomodidad lo delatase. Porque estaba incómodo, ¿cierto?

Volvió a la biblioteca, se sentó en su silla y se encargó de no dejar entrever absolutamente nada el resto de la noche. Al parecer, funcionó.

Los días pasaron luego de eso y todo se volvió más sencillo. Varias cacerías tuvieron lugar esa semana, lo que significó mucho tiempo en la carretera y poco haciendo rondas de estúpidas preguntas, y poco a poco así la tranquilidad del cazador se fue recomponiendo. Aún se ponía tenso cuando se cruzaba con Cas, como si el otro pudiese leerle los pensamientos y descubrir así que él sabía, pero por suerte el ángel no había vuelto a comportarse de formas extrañas cerca de él, y Dean casi había olvidado el inusual curso de los eventos. Casi.

Abrió la heladera y suspiró, frustrado. No más pie. Tendría que ir a comprar.

Tomó las llaves del Impala y se apresuró rumbo al garage. Sabía que Cas rondaba el bunker y prefería no tener que cruzárselo, pero eso requería ser silencioso, y veloz.

Estaba abriendo la puerta de su auto ya, cuando una voz lo llamó.

-¡Dean! Aguarda. -Su hermano trotó hasta donde él estaba. 

-Voy a comprar provisiones, Sammy. Vuelvo enseguida.

-Ok, pero espera.

Dean bufó. 

-¿Qué?

Sam se detuvo frente a él, dudoso.

-¿Estás bien? Últimamente te noto algo... inquieto.

Misión: DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora