Recuerdo nuestra adolescencia.
Abril 18, no habías ido a la escuela y ese día, terminando la jornada escolar, fui a tu casa de inmediato.
Tu madre me dijo que te encontrabas indispuesta, le insistí hasta que me dejó subir a tu habitación para verte. Cuando entré lo primero que vi fue a ti recostada en tu cama, con una almohada térmica en tu abdomen y un rostro cansado. Había rastros de lágrimas en tus mejillas.
Me explicaste que habías dejado de ser una niña y ahora eras una adolescente que tenía raros e inexplicables cambios de humor junto con terribles cólicos y un hambre voraz de chocolate y helado.
No le encontré sentido a mucho de lo que dijiste, pero me sentí mal por no poder hacer nada para ayudarte a sentirte mejor. Pero no todo fue malo, aquella fue una tarde de películas, chocolates, dulces y de mí tratando de hacer que te sintieras mejor.
Estuve ahí para ti siempre que lo necesitabas, pero ahora que yo te necesito tú no estás a mi lado.
Una rosa por nuestro
apoyo en momentos difíciles.
