Es una tarde hermosa, a decir verdad. Los cálidos rayos del sol acarician mi piel y no puedo evitar pensar en todos los días como este, donde nos sentábamos en la azotea a disfrutar la fresca brisa y a contemplar un cálido atardecer.
Es una tarde hermosa que esconde una historia trágica. La historia donde te perdí.
Y mi pecho corazón se siente vacío y me duelen las entrañas cada vez que recuerdo como terminé aquí. Me falta el aire y quiero gritar hasta quedarme sin voz. Quiero que está tristeza, esta desgarradora tristeza desaparezca, quiero ser capaz de volver a reír, de disfrutar la vida, quiero no sentirme vacío y que el simple hecho de respirar deje de ocasionarme tanto dolor.
Quiero regresar el tiempo hacia ese día y hacer todo diferente, y entonces, tal vez, estarías a mi lado.
Te vi tocar fondo. Te vi quebrarte en mil pedazos. Te vi llorar desconsolada. Escuché tus gritos llenos de dolor. Vi tu mirada apagarse. Vi como te quedaste vacía.
Y por más que lo intentamos nada volvió a la normalidad. Ni las largas pláticas, ni las terapias, ni los medicamentos ni los grupos de apoyo lograron arreglar lo que se quebró.
Nada sería suficiente para arreglar aquello, porque ese viernes por la tarde, en tu oficina, un hombre que se hacía llamar tu compañero te destrozó por completo. Te tomó a la fuerza, te humilló y te violentó.
Te quebró en mil pedazos.
Él te arrebató las ganas de sonreír.
Te quitó tu felicidad.
Te robó las ganas de vivir.
Te quitó tantas cosas que dejaste de ser tú, y a su vez te convirtió en aquella mujer que cargaba con un vacío en el pecho y una pena tan pesada sobre sus hombros.
Te hizo sentirte avergonzada y humillada.
Te dejó aterrada.
Te hizo sentir poco valiosa.
Te hizo sentir indefensa.
Porque lo que él te había hecho no se había quedado en aquel viernes por la tarde, sino que te perseguía a todos lados.
Se colaba en tus sueños, convirtiendose en pesadillas que te obligaban a despertar llorando y gritando por el auxilio que nunca llegó.
Se hizo presente en aquellas largas duchas donde tenías la esperanza de que el agua borrara todo rastro de él en tu cuerpo.
Se colaba en tus pensamientos, donde aún podías escuchar su voz sobre tu cuello.
Porque cada vez que un hombre se acercaba a ti revivías aquel momento otra vez, donde no podías respirar porque jurabas sentirlo encima tuyo y no podías evitar sentir náuseas de tan solo pensar en sus manos recorriendo tu cuerpo.
Porque cuando mirabas al espejo ya no te veías a ti. Mirabas lo qué él te había hecho. Mirabas los moretones, la ropa desgarrada y las marcas de sus manos por todo tu cuerpo.
Porque no soportabas el tacto de alguien más, te aterrorizaba y te daba asco el pensar en las manos de alguien más sobre tu cuerpo.
Yo no te perdí aquel día en el que decidiste tomarte todas esas pastillas para acabar con tu sufrimiento, yo te perdí aquel día en el que él abusó de ti. Él acabó contigo. Acabó conmigo. Acabó con nosotros.
Aquel acto grotesco e inhumano destruyó toda esperanza, toda felicidad y todo lo que pudo haber sido.
Y el tan sólo verlo caminar libremente por las calles, el mirarlo sonreir y seguir con su vida como si nada hubiese pasado me llena de rabia. Tú perdiste toda esperanza y hasta en tu muerte te fuiste llorando, mientras él, aquella bestia despiadada seguía con su vida con tal normalidad que me ponía enfermo... el culpable de toda esta miseria parecía ni siquiera importarle, ni siquiera cargaba con un poco de culpa por arruinar tantas vidas.
La justicia, el karma... un montón de mentiras. Dos vidas destrozadas por una bestia que camina libremente.
Y lo he intentado, Dios sabe que he intentado vivir sin ti. He intentado vivir valientemente, vivir una vida feliz y plena en tu honor... lo he intentado, pero el dolor es tan desgarrador, y la agonía apenas me permite respirar.
Mientras me paro al borde de la azotea y miro al cielo, con mis últimas palabras ruego a Dios por otra oportunidad. Ruego por volverte a ver en otra vida, ruego por tenerte entre mis brazos, ruego por una vida larga y feliz, ruego por un mejor final.
Ruego por una oportunidad para volver a amarte.
Una rosa por la esperanza de volverte a ver.