No tuve mucho tiempo para pensar. Esa misma noche, mis padres aparecieron a la hora de cenar.
-Quieren que vaya- contesté. Mi madre me miró, era muy parecida a mi. El mismo cabello rubio platino y los mismos ojos verdes.
-Ya eres grande, White- me dijo. Mis padres solían llamarme así por mi piel blanca y mi cabello casi blanco. Además, me contaron que nací en la noche más fría del invierno y que afuera las calles de Londres estaban llenas de nieve. Solo ellos me llamaban así, tal vez por eso le puse White a mi dragón, no lo sé.
-Te hemos protegido durante trece años- agregó mi papá. El siempre solía ser el que agregaba- creemos que ya es hora de que te independices un poco.
Si quisieran que realmente me independizara un poco, harían lo que cualquier padre normal haría y me enviarían a una escuela regular.
No tenía ganas de discutir. Sabía que esta era una de sus charlas de "te estoy preguntando por educación pero en realidad la decisión está tomada". Sabía que no tenía lugar a elegir.
Tome una barra de chocolate y le di un mordisco.
-Bien, iré- contesté hablando con la boca llena. Sabía que aquello les irritaba. Mi madre torció la esquina de su boca en desaprobación pero no dijo nada.
Cenamos en silencio, mientras yo armaba y desarmaba mi rompecabezas blanco y comía mi chocolate sin tocar la comida que mis empleados habían elaborado. Sabía que mi madre quería retarme acerca de eso pero, de nuevo, no dijo nada. Era algo raro en ella.
-Quiero que sea cuanto antes- comenté. Cuando antes fuera, menos tiempo tendría de pensarlo y arrepentirme.
-¿Estás seguro de que es una buena idea?- preguntó mi dragón. White se removió incómodo en mi hombro- No creo que debamos abandonar la mansión. Todavía no estamos preparados para algo así.
Lo ignoré y terminé mi barra de chocolate. Me levanté de la mesa sin pedir permiso y subí hasta mi habitación, seguido por Patrick.
-Sher, el baño ya está preparado- me avisó dirigiéndose a los armarios para tomar mis pijamas.
Me di un largo baño con la temperatura justa de agua y me puse el pijama que Patrick había dejado para mi sobre el acolchado. Mis criadas armarían las valijas al día siguiente mientras desayunaba.
Por supuesto estaba en lo correcto.
Al día siguiente todo siguió un curso tranquilo. Desayuné con mi rompecabezas favorito, escuchando las quejas de White acerca de no irnos.
A eso de las doce, ya estaba todo preparado y recién en el momento que escuché la bocina de la limusina en la parte delantera caí en cuenta de lo que estaba por hacer. White no dijo nada, estaba seguro que él era consciente de que ya no había vuelta atrás.
Patrick apareció antes de que pudiera darme un ataque de pánico. Mi mayordomo se arrodilló delante mío y puso sus manos sobre mis hombros. Acto seguido comenzó a inhalar y exhalar lentamente. Yo imité el ritmo de su respiración y así nos quedamos durante dos minutos, respirando y mirándonos a los ojos.
Cuando estuve más calmado Patrick me revolvió el cabello, tomó mi rompecabezas blanco y más chocolates. Me peine al instante y lo seguí. El sabía que no me gustaba que lo hiciera pero como era la demostración afectuosa que más aceptaba (ya que no me gustaban los abrazos ni los besos) optó por hacer eso.
Durante todo el viaje hasta el aeropuerto me puse a leer sobre criminología en mi celular y conversé con Patrick acerca de distintos tópicos que me parecían interesantes sobre ello. Probablemente tendría que tomar unas pastillas para relajarme antes del vuelo, había volado antes pero cuando era más pequeño, cuando todo me afectaba menos.
El aeropuerto estaba lleno de gente, pero llegamos a tiempo y realizamos todos los trámites con rapidez. Antes de que pudiera pensarlo bien, ya estaba sentado en mi asiento del lado del pasillo de la primera clase (el lado de la ventana me hacía sentir oprimido) en camino a la Patagonia.
✈️
Gracias a las pastillas que tomé, dormí durante todo el viaje. Cuando desperté el avión ya había aterrizado. Descendimos y en cuanto estuvimos fuera del aeropuerto saqué una barra de chocolate.
-El transporte debe estar por llegar- dijo Patrick y, tal y como predijo, al instante una limusina negra con un León de oro en la parte delantera se estacionó a nuestro lado. Un grupo de gente se volteó para ver el vehículo, no era muy normal ver aquellos por esa zona.
Sos hombres descendieron de la limusina y tomaron mis cosas. Patrick y yo nos adentramos en el coche y éste comenzó a circular por las bellas calles del sur.
Debo admitir que las montañas que se alzaban a nuestro alrededor me resultaban muy agradables, nada que ver a la sensación opresiva que me producían los edificios de la Capital Federal.
-"¿Qué somos comparados con rocas y montañas?"- citó Patrick mirando por la ventana. Sonreí.
-Jane Austen.
El viaje prosiguió hasta que las casas comenzaron a desaparecer y fueron reemplazadas por árboles.
Luego de una hora, por fin llegó el momento que tanto tenía: a unos metros se encontraba un alambrado de metal con varias garitas de vigilancia y pasándolo, se encontraba la imponente entrada al escondite secreto de los Genetics.
-¿Nervioso?- preguntó Patrick.
-Mucho- contestó White. Me di una mordida a mi chocolate.
-Para nada.
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Sher
Action¿Quién diría que la mente más brillante le pertenece al flacucho niño autista de 13 años que tiene un dragón mascota? ¿Quién diría que es un superhéroe? Sher, desde ya, te diría que eso es imposible. Primer libro Saga Genetics