8. El Interrogatorio

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Tal y como Gustavo había dicho, disminuir el área de búsqueda se reducía a simples cálculos y variables como por ejemplo:

La altura. A determinada altura el aire comenzaría a ser más denso y también haría más frío.

La distancia del PDR más cercano. Llamábamos PDR al punto de reserva, es decir, lugares donde El Vidente podría requerir comprar comida y elementos necesarios. Uno podría suponer que él llevó su propio alimento, si. Pero Gustavo asegura que está en compañía de otras tres personas y por la cantidad de tiempo que debe encuentran allí, ya debían haberse quedado sin provisiones y se habían visto obligados a bajar por más.

Había montones de lugares de descanso en la montaña que servían para el turismo o la gente que realizaba actividades de la montaña. La mayoría de ellos estaban abandonadas o en muy mal estado por el hielo. Esto también reducía el área de búsqueda.

Y demás.

Finalmente, llegamos a la conclusión de que había tres posibles lugares en los que podía estar.

Junín de Los Andes.

Villa La Angostura.

San Martín de los Andes.

Por algún motivo, Gustavo insistía en que debíamos comenzar por el segundo lugar nombrado.

Es por ello que al día siguiente, Patrick, Sebastian, Gustavo y yo empacamos y nos instalamos en un hotel tres estrellas del nombrado pueblo.

Villa La Angostura era, sin duda, de juguete.

Programado para los turistas con sus negocios hechos de madera barnizada y piedra. Con sus hermosas vistas de la cordillera por un lado y del lago por el otro. Estaba completamente limpio y todos de sonreían cuando pasabas. Sonrisas falsas, por supuesto.

Argentinos, Chilenos, Brazileros y otros extranjeros recorrían las calles con la energía especial que destaca a los turistas, lo cual, nos daba la oportunidad perfecta para relajarnos y mezclarnos entre ellos.

-¿Estas bien, White?- me preguntó mi dragón. Asentí. Por más que me incomodara la cantidad de gente, también me proporcionaba cierto alivio. Al menos así me aseguraba de que nadie nos estuviera viendo.

Fue entonces cuando Sebastian nos detuvo.

-Ella- dijo mirando hacia adelante. Había montones de personas caminando en todas direcciones y no sabía quién se dirigía- tu hermano era Veterano de su grupo. El escuadrón 11.

Gustavo miró entre la gente y, cuando sus ojos encontraron a la nombrada, le indicó a Sebastian que hiciera algo. Probablemente el uso de sus poderes.

Sebastian comenzó a usar sus poderes. Lo observé en silencio, asombrado, nunca lo había visto hacerlo.

El chico niebla levantó las manos y movió los dedos con gracia, como un mago que simula estar haciendo un encantamiento. El chico comenzó a susurrar en un idioma que no pude descifrar, dudaba que fuera alguno conocido por los Humanos y, de pronto, todo el mundo comenzó a apartarse de nuestro camino mientras seguían caminando en la dirección que se dirigían, como si estuvieran en un trance.

Las pupilas de Sebastian se habían vuelto completamente blancas y brillaban, al igual que las de todas las personas a las que estaba controlando.

Alrededor nuestro se esparcía una niebla blanca y fría, que hizo que los bellos de mi nuca se erizaran. Aquello me dio escalofríos, los poderes de Sebastian realmente eran atemorizantes. Podían controlar a quien quisieran.

Ahora pude ver de qué chica hablaban, ya que era la única cuyos ojos no brillaban. Para mi sorpresa, ni siquiera se había movido del lugar.

Tal vez es algo tonta. Pensé. O quiere ser atrapada.

Decidí guardarme esos pensamientos para mi mismo por el momento.

La chica lucía como cualquier otra adolescente promedio de Argentina. Cabello castaño, ojos marrones, piel algo bronceada, bonita pero no tan bonita, con curvas pero sin tantas curvas. Delgada y alta. Cualquiera que la viera pensaría que era la hija de la profe que había salido a hacer los mandados.

Pero por la forma que Sebastian la observaba, era mucho más peligrosa que la hija de un profesor. O tal vez las hijas de profesores eran peligrosas. Tal vez ella era una hija de profesor. Quizá su profesor era un asesino, como El Vidente y ella era su cómplice más importante.

La chica avanzó con una sonrisa ligera en el rostro. Cuando sonreía se veía más bonita. Debía tener diecisiete años y toda su ropa era negra: su polera, sus guantes sin dedos, sus jeans, sus botas. El único rasgo de color era un chaleco rojo. Tenía el cabello atado en una trenza cocida y algunos pelos se habían salido y revoloteaban en el frío viento.

-¿Están seguros de que tienen a la persona correcta?- preguntó White. Moví mi hombro para callarlo. Claro que era la persona correcta.

Aunque lucía como una chica completamente normal, había algo en sus ojos que resultaba inquietante, como si estuviera un paso por delante nuestro sin que nosotros lo supiéramos.

Gustavo la tomó y, no se de donde, sacó una soga.

La llevamos por las calles de la pintoresca Villa La Angostura hasta llegar a la habitación del Hotel, en el cual Sebastian también utilizó su niebla para que cada uno siguiera con sus cosas sin preocuparles el hecho de que estuviéramos llevando a una chica con las manos atadas a su espalda. Nada aterrador.

Recién cuando Gustavo cerró la puerta de la habitación los ojos de Sebastian volvieron a la normalidad y, con ellos, seguramente todo el resto del pueblo.

Golden Claw tomó una silla y la sentó en ella. Patrick, que se había quedado en la habitación desempacando, se quedó helado cuando salió del baño con una botella de shampoo en la mano.

-¿Qué sucede?- preguntó mi mayordomo.

-Luego le explicamos, señor- dijo Gustavo sin apartar la vista de la prisionera. Patrick se sentó al borde de una de las camas y yo me senté a su lado, comenzando a comer otro chocolate. Sebastian se apoyo contra la pared, con un borcego sobre la blanca pintura. Lucía relajado y despreocupado, claramente no era la primera vez que lo hacía.

Si la chica tenía algo de miedo, su rostro no lo demostró. Miró a Gustavo con una sonrisa burlona.

-¿Dónde está mi hermano?- preguntó, su voz sonaba más dura de lo usual.

La chica sonrió, pero no dijo nada.

Ella había ganado su primera batalla y yo parecía ser el único que lo había notado.

SherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora