5. Vivo rodeado de asesinos expertos

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Sebastian abrió el maletín, en él habían cinco brazaletes. El muchacho tomó uno color verde y se lo entregó a la chica que tenía a su izquierda. Tenía cabello negro y piel oscura, estaba cubierta de cicatrices y usaba una armadura...¿De gladiadora? Parecía salida de otra época. Su brazalete decía agilidad.

-Soy Otrera Polemistís, soy la prin...la Reina de las Amazonas- comenzó. Antes de que alguien pudiera preguntar alzó una mano- Si, las Amazonas existen, no, no soy inmortal- parecía que le habían hecho aquella pregunta muchas veces- tengo veinte y supongo que se me ha dado el rango de Agilidad porque como Amazona soy muy buena en combate y en lo que los humanos llamarían parkour.

-¿Humanos?- preguntó la otra chica- ¿No eres humana?

-¿Eres una Reina?- preguntó de nuevo el chico Punk. Tome otro bocado de chocolate.

-Recientemente eres una Reina, por lo joven que eres y porque aún no estás acostumbrada al título, es evidente- comenté haciendo que todas las miradas se dirigieran hacia mi. Debo admitir que no me gustaba nada su atención, pero intenté proseguir- me tomó por sorpresa que fueras una Amazona, creía que solo eran un mito de la mitología griega, pero evidentemente existen.

-También existen los Dioses Griegos y Semidioses- comentó Sebastian poniendo ambos pies sobre la mesa y cruzándolos. Nadie le dijo nada- tuve el placer de conocer a algunos de ellos.

Mi cerebro comenzó a funcionar a toda velocidad. Iba a necesitar mucho chocolate.

Sebastian tomó una pulsera rosa con la palabra "Hechicería" y se la dio a la chica que se encontraba al lado de la Reina Otrera. Tal vez era por la humildad de la Amazona, pero a pesar de ser de la realeza, uno podía sentirse cómodo a su alrededor, como si ella no sintiera que era más que nosotros por pertenecer a esa clase.

-Soy Elizabeth Lester- dijo la chica. Era rubia, voluptuosa, delgada y tenía unos agradables ojos color celeste. Era femenina y estaba vestida con un vestido blanco y zapatos a juego (los había visto cuando bajaba las escaleras). La chica tamborileo la mesa con sus uñas perfectamente pintadas de rosa- Soy una Persona Mágica y asistí al Instituto Salem.

-Cómo Hogwarts- dije.

-¿Acabas de hacer un chiste?- me preguntó White. Sonreí internamente, tal vez lo había hecho. Increíblemente, la chica también rió, tenía la risa más delicada y agradable.

-Ojalá, pero no- contestó- tengo veintiún años y por razones obvias, tengo el rango de Hechicería.

Sebastian le dio un brazalete azul al muchacho musculoso que se encontraba sentado a su izquierda. Tenía cabello castaño y ojos marrones, estaba bronceado, probablemente vivía en la costa y ya se había puesto el uniforme de la institución.

-Soy Daniel Cuzis dijo- tengo dieciocho y tengo el rango de Fuerza porque, obviamente, soy muy fuerte, más de lo usual. Puedo levantar más de trescientas toneladas.

Sebastian tomó una pulsera blanca con la palabra Kinesis escrita en ella.

-No había visto esa pulsera antes- comentó Elizabeth, al parecer ella llevaba días aquí.

-Es una nueva categoría- explicó mirando al chico punk. Le entregó la pulsera y le dio su momento para hablar.

-Soy Bruno Denver pero prefiero que me digan B- dijo, su voz sonaba tan ruda como su actitud- tengo diecinueve y poseo varias habilidades de kinesis como telekinesis, aerokinesis, y electrokinesis.

Lo observé boquiabierto. Probablemente era uno de los más poderosos de la habitación, quizás de todos los Genetics. Bruno podía manipular objetos sólidos, el viento y la electricidad. Le pedí a Patrick otra barra de chocolate. Sebastian sacó el último brazalete, que era color rojo, y me lo entregó. Tenía la palabra "mente" escrita.

-Soy Sher y éste es mi mayordomo Patrick Lestrade, tengo trece años y estoy aquí porque soy listo- dije. Después de todos aquellos poderes asombrosos, me sentí tonto por segunda vez en el día.

-¿Sher?- preguntó Daniel Cuzis- ¿Sher solo?

Miré a Patrick, ¿Debía decirles o no?

-No les digas- me dijo White.

-Mi verdadero nombre es un secreto- expliqué- solo cuatro personas lo saben: mis padres, Patrick y Gustavo.

-¿No crees que como compañeros de escuadrón deberíamos saberlo?- preguntó Elizabeth con amabilidad.

-Para ello deberán ganarse mi confianza- conteste dándole una mordida a mi chocolate- y debo advertirles que no es nada fácil.

SherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora