9. La sospechosa sin voz

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-Desátenle las manos- dije, de pronto. Sebastian y Gustavo me miraron, confundidos.

-¿Porqué habríamos de hacer eso?- me preguntaron. Rodé los ojos, fastidiado y abrí la valija de Patrick sin su permiso para sacar una corbata.

-Porque me llamaron para resolver este caso y si quieren que funcione deberían hacerme caso, para variar- dije cubriendo los ojos de la chica con la corbata.

Sebastian se encogió de hombros y me hizo caso, la chica no se movió.

Acto seguido, puse mi boca a unos centímetros de su oído y grité con todas mis fuerzas.

La chica abrió la boca, y sin emitir sonido alguno, se tambaleó hacia un costado y cayó al suelo, para luego sujetarse el pecho con ambas manos.

-Lamento eso- dije tomándola de una mano y ayudándola a sentarse de nuevo- necesitaba comprobar algo.

-¿Si tenía miedo?- preguntó Gustavo, quien todavía no entendía a qué iba con todo esto- ¿Era necesario desatarla?

-Pues, obviamente- contesté terminándome el chocolate- así podrá comunicarse, ¿Cómo lo haría sino?

-¿Es muda?- preguntó Sebastian. Lo observé con sorpresa.

-Al principio pensaba que ya lo sabían, pero al ver que de veras esperaban a que les contesté llegue a la conclusión de qué tal vez no estaban enterados- dije- le di un susto para ver si gritaba y no lo hizo. La desaté para que pueda hablar con lenguaje de señas.

-Oh- susurró Gustavo.

-No sabemos los poderes de las personas que están con El Vidente- dijo Sebastian- se esfumaron antes de que siquiera pudiéramos conocerlos.

-Bueno, ya saben que ella es muda- dije- aunque todavía no sabemos su superpoder, lo cual sería interesante- me dirigí a la chica, cuyos ojos seguían vendados- Haz venido a ver quién te investigaba- dije.

La chica asintió, por algún motivo, lucía satisfecha.

-El Vidente se encuentra en las montañas- dije. Ella estiró su palma y la movió de abajo hacia arriba: mal.

-¿Qué dice?- preguntó Gustavo.

-Mal- dije- El Vidente se encuentra en esta ciudad.

La chica estiró su palma y se llevó la punta de los dedos a la boca.

-Bien- dije- Se encuentra más cerca de lo que creemos.

La chica sonrió burlonamente y repitió el mismo signo que antes.

-¿Está en este mismo edificio?- pregunté. La secuestrada asintió y se mordió el labio.

-Ha venido a buscarla- dijo Gustavo y comenzó a correr a la puerta. Sebastian la ató rápidamente a la silla y lo siguió. Antes de salir por la puerta, se dirigió a mi.

-Espéranos aquí- me dijo, sus ojos claros lucían preocupados- si algo sucede, grita.

No, yo pensaba enfrentarlo a puñetazos, seguramente gano.

-No ganarías- contestó White. Sebastian cerró la puerta y volví la vista hacia la chica. Le saqué la corbata y la miré con atención. Había mirado los suficientes programas de criminología para saber si alguien mentía y estaba segura de que ella había dicho la pura verdad.

Ahora tenía las manos atadas, por lo que no podía contestarme con lenguaje de signos. A pesar de todo no pensaba desatarla, no conocíamos sus poderes aún y no creo que yo o el anciano Patrick pudiéramos vencerla si era al menos un 1% buena en combate. Opte por acudir a las respuestas cortas.

-Ha venido a buscarte tu jefe.

Ella negó.

-Dijiste que El Vidente se encontraba aquí- dije. La chica sonrió de nuevo. Estaba comenzando a fastidiarme.

De pronto, ella dislocó sus hombros y dio vuelta sus brazos por encima de su cabeza apoyando sus brazos en su regazo. Estiró las manos y de sus botas sacó una navaja que en dos simples cortes la desató por completo.

Todo sucedió tan rápido que no llegue a moverme y, antes de que pudiera siquiera pestañear, corrió a la ventana, la abrió y se lanzó hacia afuera.

Estábamos en un octavo piso.

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