7. Conociendo a la mente maestra

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Cuando nos sentamos en la mesa del comedor, el resto del grupo ya se había marchado.

Golden Claw suspiró. Llevaba puesto una camisa blanca y una corbata negra, junto con unos pantalones negros y unos zapatos del mismo color.

-No hace mucho tiempo que mi esposa e hija fueron asesinadas por El Vidente- dijo, mirando el suelo- le había pedido a mi hija, Francisca, que construyera la garra para mi hermano. Él era el mejor. Siempre dispuesto, siempre atento. O eso creía. Hasta que las asesinó- Gustavo abrió y cerró la mano de oro- El envidiaba lo que había logrado con los Genéticos. Quería estar en mis zapatos, quería tenerlo todo. Pero logré mantenerlo lejos de este lugar. Al menos por un tiempo.

-Usted está un paso por delante- dije. White se removió en mi hombro, nervioso, ¿Qué le sucedía?- Pero no por mucho tiempo. Teme que su hermano esté planeando algo, algo que usted desconoce.

Gustavo asintió. Él intentó agregar algo más, pero lo interrumpí.

-Tiene la garra- me dijo White.

-Usted tiene la garra- comenté y Gustavo me miró, confundido- dijo que Francisca la había hecho para su hermano.

-Oh- dijo él, recordando- logré quitársela- respondió. Pensé que con ello mi hermano no tendría ventajas pero estaba equivocado, él tenía poderes ocultos. Poderes secretos. No se llama el Vidente solo porque sí- Gustavo sonrió- él posee la capacidad de ver el futuro. Tiene visiones.

-Y no, no es el Oráculo- aclaró Sebastian, que hasta el momento había permanecido callado. Se encontraba recostado en su silla, con ambos pies sobre la mesa. Su cabello blanco mezclándose con la pared- Yo mismo lo investigue, los griegos no tienen nada que ver con sus poderes.

-Imagino que usted sabe por donde empezar a buscarlo- le dije sacando una barra de chocolate. Gustavo asintió.

-Está aquí mismo, en Argentina. En estas tierras, precisamente. Ha venido a buscar algo que le pertenece.

-El guante- adiviné mordiendo el chocolate.

-Claro, el guante- repitió- Lo cual nos da una ventaja. Él se encuentra en nuestras tierras, en nuestro territorio.

-Este lugar debe ser del tamaño de una provincia pequeña- deduje- casi del tamaño de Tucumán.

-O quizás un poco más grande- agregó Sebastian, con los ojos entrecerrados- vivo aquí desde hace tiempo y nunca lo he recorrido por completo.

-La mayor parte del territorio no se encuentra ocupado- explicó Gustavo- Solo lo compramos para seguir expandiéndonos a medida que crece el número de Genetics en las instalaciones.

-Cómo DisneyWorld- aclaró Sebastian. Nunca había ido a DisneyWorld. Como dije antes, nunca fui un gran fan de salir de mi casa y la idea de tantos ruidos y colores y multitudes de gente me estresaba. No era un buen lugar para tener un ataque de pánico.

Inhalé y exhalé lentamente. No debo pensar en eso.

Noté que Sebastian y Gustavo me observaban.

-¿Estas bien?- preguntó el chico niebla. Asentí.

-No es nada- dije- entonces, pistas, imagino que tiene pistas- retome la conversación.

-Sabemos que se esconde en las montañas- dijo Gustavo- Estamos rodeados de ellas, son demasiados kilómetros para recorrerlas y a pesar de que los poderes de mis Geneticos son muchos y muy variados, no logramos acercarnos.

-Ahí entras tú, Sherlock- me dijo Sebastian, sonriendo. Las sonrisas se veían algo macabras en su perfecto rostro.

-Necesitan que recorra todas las montañas a pie- dije, recurriendo al sarcasmo.

-Sabes que no es eso- me dijo White. Rodé los ojos, el tampoco era muy bueno reconociendo los comentarios sarcásticos (o las preguntas retóricas, para variar).

-Claro, eso- me dijo Gustavo. El si entendía el sarcasmo (espero o moriría recorriendo la Cordillera de Los Andes) - y además, necesito que disminuyas el territorio de búsqueda. Es simple matemática.

Sonreí. Era bueno en matemática.

Mucho más bueno si era simple.

SherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora