14. White

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Bastó un segundo. Tan solo un segundo para que mi mundo se derrumbara.

Sabía lo que venía: un ataque de pánico.

Sus ojos me observaban con cautela mientras comenzaba a perder la razón.

Podía sentir la sangre fluyendo debajo mío y mi corazón palpitando a punto de salirse. Me retorcí en la silla con esfuerzo y no tarde en empezar a transpirar.

-¡White! ¡White!- grité con desesperación. Mis gritos hicieron que Sebastian se despertara.

Al principio me miró con confusión y luego a los otros. Tardo un momento en asimilar lo que ocurría y, cuando habló, no se dirigió a mí.

-¿Donde está su chocolate?- preguntó, pude sentir un destello de pánico en su voz- Necesito que nos desaten, ¡Por favor!- gritó.

No podía parar de temblar y a ello se le sumó una espantosa sensación en el pecho.

-¡White sácame!- lloré, retorciéndome más al sentir algo filoso contra mis muñecas: estaban desatándome.

En cuanto estuve suelto traté de correr pero de pronto una mano me agarró del brazo: era la chica muda.

Sebastian se encontraba suelto pero El Vidente se encontraba a unos centímetros de él, apuntándole con un arma en la cabeza.

-Quítate eso y verás las consecuencias- lo amenazó con dureza.

Mientras tanto yo no podía parar de llorar y de llamar a mi dragón, que parecía haber desaparecido.

Sebastian se acercó hasta mi guiándose por el sonido y tanteó aire hasta que sus manos se encontraron con mis hombros. El Jefe de mi escuadrón se arrodilló a mi lado para que pudiéramos estar más o menos a la misma altura, aunque no podía verme la cara.

-¿A quién llamas?- me preguntó con tanta calma que me desconcertó. Mi llanto se detuvo de golpe, embriagado por la curiosidad.

-A mi dragón- contesté, ¿A quién iba a estar llamando si no era White?

-Necesito quitarme esto- contestó Sebastian- juro no usar mis poderes.

Increíblemente El Vidente accedió casi al instante y le quitó la bolsa que le cubría la cara. Ahora que lo veía, Sebastian lucia realmente preocupado, casi dolido.

Se tomó un momento para responder.

-¿Qué dragón?- me preguntó. Enmudecí y miré mi hombro, White no estaba.

-No sé a donde se fue- le respondí, mi ataque de pánico había comenzado a calmar y ahora estaba siendo reemplazado por otra sensación: la furia- pero ya lo viste, está siempre conmigo, en mi hombro.

Sebastian lucía realmente desconcertado.

-Yo...eh...tal vez quisieras...- tartamudeó Sebastian.

Fue en ese momento cuando vi a White: se encontraba escondido detrás de una de las sillas del galpón.

Aquello me hizo recordar a cuando era pequeño y mis padres se peleaban; siempre me escondía en el mismo lugar: detrás de la silla que mis padres tenían en su habitación y aquello hacía que Patrick supiera dónde buscarme al instante.

Analizé a White. Su descripción: infantil, temeroso, inseguro, peleador, inocente.

Y entonces, como siempre, como antes de que me diera el ataque de pánico, ésta nueva información encajó dentro de mí.

-White no existe- dije mirando al dragón, que ya no estaba. White era mi infancia, White era...No sé que era. Volví a llorar, no eran lágrimas de tristeza, sino más bien de nostalgia, de desapego, de despedida. Sebastian abrió la boca y la cerró, vacilante, pero abrió sus brazos, invitándome a darle un abrazo.

No lo abrace, porque ahora todas mis dudas se habían despejado, me sentía ligero, como una pluma y en vez de eso, me acerqué al Genétic y dirigí mi mano al arma que se encontraba apuntándolo desde atrás.

-¿Qué haces?- me preguntó Sebastian, tensándose.

No contesté, pero en cambio le quité el arma de la mano como si estuviera regañando a un niño pequeño.

Observe los ojos de El Vidente, celestes como el cielo y le dije:

-Te descubrí.

SherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora