Bastó un segundo. Tan solo un segundo para que mi mundo se derrumbara.
Sabía lo que venía: un ataque de pánico.
Sus ojos me observaban con cautela mientras comenzaba a perder la razón.
Podía sentir la sangre fluyendo debajo mío y mi corazón palpitando a punto de salirse. Me retorcí en la silla con esfuerzo y no tarde en empezar a transpirar.
-¡White! ¡White!- grité con desesperación. Mis gritos hicieron que Sebastian se despertara.
Al principio me miró con confusión y luego a los otros. Tardo un momento en asimilar lo que ocurría y, cuando habló, no se dirigió a mí.
-¿Donde está su chocolate?- preguntó, pude sentir un destello de pánico en su voz- Necesito que nos desaten, ¡Por favor!- gritó.
No podía parar de temblar y a ello se le sumó una espantosa sensación en el pecho.
-¡White sácame!- lloré, retorciéndome más al sentir algo filoso contra mis muñecas: estaban desatándome.
En cuanto estuve suelto traté de correr pero de pronto una mano me agarró del brazo: era la chica muda.
Sebastian se encontraba suelto pero El Vidente se encontraba a unos centímetros de él, apuntándole con un arma en la cabeza.
-Quítate eso y verás las consecuencias- lo amenazó con dureza.
Mientras tanto yo no podía parar de llorar y de llamar a mi dragón, que parecía haber desaparecido.
Sebastian se acercó hasta mi guiándose por el sonido y tanteó aire hasta que sus manos se encontraron con mis hombros. El Jefe de mi escuadrón se arrodilló a mi lado para que pudiéramos estar más o menos a la misma altura, aunque no podía verme la cara.
-¿A quién llamas?- me preguntó con tanta calma que me desconcertó. Mi llanto se detuvo de golpe, embriagado por la curiosidad.
-A mi dragón- contesté, ¿A quién iba a estar llamando si no era White?
-Necesito quitarme esto- contestó Sebastian- juro no usar mis poderes.
Increíblemente El Vidente accedió casi al instante y le quitó la bolsa que le cubría la cara. Ahora que lo veía, Sebastian lucia realmente preocupado, casi dolido.
Se tomó un momento para responder.
-¿Qué dragón?- me preguntó. Enmudecí y miré mi hombro, White no estaba.
-No sé a donde se fue- le respondí, mi ataque de pánico había comenzado a calmar y ahora estaba siendo reemplazado por otra sensación: la furia- pero ya lo viste, está siempre conmigo, en mi hombro.
Sebastian lucía realmente desconcertado.
-Yo...eh...tal vez quisieras...- tartamudeó Sebastian.
Fue en ese momento cuando vi a White: se encontraba escondido detrás de una de las sillas del galpón.
Aquello me hizo recordar a cuando era pequeño y mis padres se peleaban; siempre me escondía en el mismo lugar: detrás de la silla que mis padres tenían en su habitación y aquello hacía que Patrick supiera dónde buscarme al instante.
Analizé a White. Su descripción: infantil, temeroso, inseguro, peleador, inocente.
Y entonces, como siempre, como antes de que me diera el ataque de pánico, ésta nueva información encajó dentro de mí.
-White no existe- dije mirando al dragón, que ya no estaba. White era mi infancia, White era...No sé que era. Volví a llorar, no eran lágrimas de tristeza, sino más bien de nostalgia, de desapego, de despedida. Sebastian abrió la boca y la cerró, vacilante, pero abrió sus brazos, invitándome a darle un abrazo.
No lo abrace, porque ahora todas mis dudas se habían despejado, me sentía ligero, como una pluma y en vez de eso, me acerqué al Genétic y dirigí mi mano al arma que se encontraba apuntándolo desde atrás.
-¿Qué haces?- me preguntó Sebastian, tensándose.
No contesté, pero en cambio le quité el arma de la mano como si estuviera regañando a un niño pequeño.
Observe los ojos de El Vidente, celestes como el cielo y le dije:
-Te descubrí.
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Sher
Action¿Quién diría que la mente más brillante le pertenece al flacucho niño autista de 13 años que tiene un dragón mascota? ¿Quién diría que es un superhéroe? Sher, desde ya, te diría que eso es imposible. Primer libro Saga Genetics